POR LO MENOS NO GOBIERNA LA
DERECHA
Con sesiones parlamentarias como la de este miércoles, cada vez más gente
progresista se pregunta cuál es exactamente la diferencia material entre ese
temido escenario y el actual
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Si el discurso del mal menor —el 'malmenorismo'— es un clásico de los partidos que prefieren referirse a sí mismos como 'progresistas' —evitando, la mayor parte de las veces, la etiqueta de 'izquierda'— y también de los partidos satélite que orbitan alegremente a su alrededor, desde las elecciones del 23 de julio de 2023 en España, esta argumentación se ha exacerbado. En la legislatura anterior, el esquema político consistía en una tracción desde Podemos hacia la izquierda y hacia una mayor valentía en las medidas y en las reformas —casi siempre con una componente de combate público que sus adversarios demonizaron mediante el uso del significante 'ruido'— y una respuesta feroz por parte del PSOE y su ecosistema mediático afín para intentar minimizar los cambios o incluso para incluir en los acuerdos a operadores de derechas como Ciudadanos, el PP o la CEOE. Aunque hubo algunas derrotas sin paliativos —como cuando el PSOE y el PP decidieron pactar una reforma reaccionaria de la Ley Sólo Sí es Sí—, el resultado de esta dialéctica política de tira y afloja la mayor parte de las veces era un avance moderado; ni tan pequeño como pretendía el PSOE, ni tan audaz como querían los morados. De esta manera, en la legislatura anterior, el discurso del mal menor tenía poca cabida. No estábamos ante un mal menor, sino ante un bien modesto. Sin embargo y como consecuencia, al mismo tiempo, de la expulsión de Podemos del ejecutivo —como parte de la operación Sumar— y de la pérdida de la mayoría parlamentaria progresista y de izquierdas después de las últimas elecciones generales —al necesitar ahora los 12 escaños combinados de Junts y del PNV—, la dialéctica política durante el aproximadamente año y medio que llevamos de nueva legislatura ha cambiado por completo. Desde que se conformó el nuevo gobierno después de la investidura de Pedro Sánchez, es difícil señalar la aprobación de una sola medida que tenga una orientación de izquierdas, aunque sea modesta. Las únicas dos grandes reformas que vienen a la mente son la Ley de Amnistía —una necesidad democrática, pero no un avance en justicia social— y el acuerdo entre el PSOE y el PP —apoyado por Sumar— para entregar el Poder Judicial al sector más derechista de la judicatura. El nuevo gobierno incluso ha intentado aprobar recortes, como la disminución de las pensiones de los parados mayores de 52 años, que se habrían implementado si no fuera por el voto en contra de Podemos.
En este nuevo escenario, en el
que el ejecutivo PSOE-Sumar oscila entre la inacción y la acción política de
derechas, el discurso malmenorista se ha convertido —ahora sí— en un martillo
neumático argumental que no paran de repetir
En este
nuevo escenario, en el que el ejecutivo PSOE-Sumar oscila entre la inacción y
la acción política de derechas, el discurso malmenorista se ha convertido
—ahora sí— en un martillo neumático argumental que no paran de repetir, todos
los días, una y otra vez, los portavoces políticos y mediáticos de los dos
partidos del gobierno. Con mayor o menor intensidad y de una forma más
explícita o más implícita —pero incesantemente y sin descanso—, se emite por
todos los canales que todas las fuerzas que apoyaron la investidura de
Sánchez en noviembre de 2023 estarían obligadas a votar a favor de cualquier
cosa que el Gobierno decida llevar al Parlamento —aunque no estén de
acuerdo, aunque vaya en contra de sus principios, aunque vaya en contra de su
programa, aunque incluya recortes sociales—, porque, de no hacerlo, el Gobierno
podría colapsar, el presidente se podría ver "obligado" a convocar
elecciones anticipadas y eso nos podría acercar al pavoroso abismo de un
gobierno de derechas. Por tierra, mar y aire, se intenta convencer al conjunto
del electorado progresista y de izquierdas de que quizás la acción política del
ejecutivo es enormemente decepcionante —es muy difícil negarlo— pero que sería
peor un gobierno de Feijóo. "Por lo menos no gobierna la derecha",
nos dicen insistentemente los portavoces de aquellos que parece que lo único
que tienen que ofrecer a la ciudadanía es que no son el PP.
Como ya
hemos desarrollado en anteriores editoriales, este tipo de mensaje de la
progresía pone una alfombra roja para la llegada de las versiones más radicales
de la nueva derecha. Si Donald Trump ha ganado en Estados Unidos de una
forma tan contundente, es precisamente porque lo único que Kamala Harris podía
ofrecer a los sectores progresistas norteamericanos es que ella no era Donald
Trump. Con las personas migrantes, ofrecía mano dura; como Trump. Con la
sanidad, no pensaba transitar hacia un sistema público y universal; como Trump.
Con el genocidio en la Franja de Gaza, apoyo máximo a Netanyahu; como Trump.
"Por lo menos no soy Donald Trump" fue el lema implícito de la
campaña de Kamala Harris y, como era previsible, eso provocó la victoria de
Donald Trump.
El gobierno de Sánchez y sus
portavoces mediáticos no tienen ningún argumento para poder justificar, por
ejemplo, por qué no está haciendo nada para resolver el problema de la vivienda
más allá de que "por lo menos no gobierna la derecha"
Salvando
las distancias, en España está ocurriendo algo muy parecido. El gobierno de
Sánchez y sus portavoces mediáticos no tienen ningún argumento para poder
justificar, por ejemplo, por qué no está haciendo nada para resolver el
problema de la vivienda más allá de que "por lo menos no gobierna la
derecha". Esta idea básica que se repite de diferentes formas por parte de
los opinadores de la progresía es el motor principal detrás del aumento de las
perspectivas electorales del PP y de VOX. Como en Estados Unidos, el PSOE y sus
partidos satélite están poniendo —con el malmenorismo— una alfombra roja por la
que, más pronto que tarde, van a acabar desfilando los escuadristas. Pero es
que, además, lo tremendamente irresponsable de la operativa se refleja también
en la propia pérdida de fuerza —de carga de verdad— que transporta el propio
mantra. ¿"Por lo menos no gobierna la derecha"? Pero,
entonces, ¿cuál sería exactamente la diferencia?
Si
miramos a lo ocurrido este miércoles en el hemiciclo de la carrera de San
Jerónimo, no parece tan fácil contestar a esa pregunta. Por un lado, los votos conjuntos de PP, VOX y
Junts han tumbado la moratoria de los desahucios a
familias vulnerables, la prohibición del corte de suministros básicos a las
personas que no los pueden pagar, la revalorización de las pensiones, los
descuentos en el transporte público y varias ayudas por la DANA de Valencia.
Estos tres partidos, además, han sumado sus votos a los del PNV para
tumbar también el gravamen a las grandes energéticas que suponía apenas 1000
millones de recaudación sobre unos beneficios de 10.000 millones. Es más, el
único Real Decreto-ley que se ha aprobado —con el apoyo de la CEOE y los votos
a favor de PP, PSOE y Sumar— ha sido uno en el que el
Gobierno, en vez de mejorar los salarios o las pensiones más precarias, ha
decidido incentivar que los trabajadores con una situación económica más
vulnerable puedan demorar su jubilación hasta los 72 años y más allá —que
puedan trabajar hasta morirse o hasta que no aguanten más— para así
compatibilizar una fracción de su mísera pensión con su escaso sueldo.
"Por
lo menos no gobierna la derecha", seguirán diciendo algunos estómagos
agradecidos. Mientras tanto, cada vez más gente no podrá evitar preguntarse por
qué cada día que pasa se hace más difícil distinguir el mal menor del mal
mayor.
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