miércoles, 22 de enero de 2025

LA IZQUIERDA FRANCESA VUELVE A LAS ANDADAS

LA IZQUIERDA FRANCESA VUELVE A LAS ANDADAS

El Partido Socialista se desmarca de sus socios del Nuevo Frente Popular y se opone a la censura del Gobierno de François Bayrou. Una primera divergencia que puede desembocar en una división más profunda de la alianza progresista

ENRIC BONET PARÍS ,

Olivier Faure junto a otros miembros del PS, durante un acto el 20

de noviembre. / Cuenta de FB de Olivier Faure.

Apenas han pasado 217 días entre estos dos momentos icónicos para la gauche. Cuatro días después de la temeraria decisión del presidente francés, Emmanuel Macron, de convocar elecciones anticipadas, las principales formaciones progresistas (Francia Insumisa, Partido Socialista, los verdes y los comunistas) anunciaron el 13 de junio el acuerdo para unirse bajo las siglas del Nuevo Frente Popular (NFP). “Estamos escribiendo una página de la historia de Francia”, presumió entonces el líder de los socialistas, Olivier Faure. Los hechos ocurridos en las semanas siguientes le dieron la razón. El NFP no solo evitó una victoria de la ultraderecha, sino que terminó primero en esos comicios. Siete meses después, sin embargo, esa coalición se encuentra al borde de la ruptura.

Por primera vez desde el inicio de esta legislatura en una muy fragmentada Asamblea Nacional, los diputados de izquierdas no han actuado al unísono en una votación trascendente. El Partido Socialista (PS) se desmarcó de sus aliados el 16 de enero y no apoyó la moción de censura contra el Gobierno de François Bayrou. La Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), los verdes y los comunistas la habían impulsado en respuesta a la negativa del veterano primer ministro, de 73 años, de someterse a un voto de investidura. En el caso de Francia no resulta obligatorio, y en el caótico segundo mandato de Macron se ha convertido en casi una norma que el Ejecutivo no sea investido por el Parlamento.

“Creo que estamos vislumbrando otro camino para el acuerdo y para que construyamos otro futuro”, destacó Bayrou durante el debate de esa moción. El histórico líder del MoDem –uno de los tres partidos que componen la alianza macronista– puede vanagloriarse de haber dividido a la izquierda apenas un mes después de su nombramiento. Y eso que ha formado un gobierno con un perfil y unas directrices ideológicas casi idénticas a las del anterior Ejecutivo de Michel Barnier, obligado a dimitir el 5 de diciembre debido a una moción de censura, votada por el conjunto de la izquierda y la extrema derecha de Marine Le Pen.

Bayrou “no modifica” las políticas de Macron

Pese a la moción del mes pasado, la primera exitosa en el país desde 1962, Bayrou ha reproducido la misma coalición gubernamental que impulsó Barnier: una alianza entre el macronismo y la derecha tradicional de Los Republicanos. La principal novedad ha sido la recuperación de experimentados políticos, entre los cuales hay varios de los dirigentes más criticados estos últimos años por la izquierda. Es el caso de la ex primera ministra Élisabeth Borne (ahora al frente de Educación); del ex de Interior y ahora en Justicia, Gérald Darmanin; y del inefable Manuel Valls, que ahora lleva las riendas del complejo Ministerio de Ultramar. También ha mantenido al frente de Interior a Bruno Retailleau, al que la ultraderecha felicitó por hablar su mismo lenguaje.

Además, el primer ministro ha retomado la apuesta dura por la austeridad. “Vamos a reducir en más de 30.000 millones de euros el gasto público”, indicó la ministra de Finanzas, Amélie de Montchalin, en una entrevista para la cadena TF1 en que presumió de que “se trata del mayor esfuerzo en los últimos 25 años”. El Ejecutivo ha rebajado su objetivo de reducción del elevado déficit público y ahora espera pasar del 6,1% en 2024 a un 5,4% al final de este año. Eso no ha evitado que prepare unos recortes XXL, si logra sacar adelante unas cuentas públicas que ya le costaron la cabeza a Barnier. 

Bayrou “no ha modificado las políticas” de Macron “y las concesiones al PS han resultado realmente mínimas”, considera el politólogo Pierre Nicolas-Baudot, investigador en el CNRS, el equivalente galo del CSIC. El líder del MoDem no es el mejor orador de la política francesa y así se evidenció el 14 de enero con un discurso de política general más bien soporífero. Pero sí que se trata de un astuto estratega, que detectó las ganas de los socialistas por desmarcarse de la Francia Insumisa. Logró que estos no lo censuraran a cambio de unos pocos retoques. Y su continuidad como responsable del Ejecutivo no depende solo de la Reagrupación Nacional (RN, extrema derecha), como le sucedió a Barnier.

Las organizaciones de trabajadores, que se unieron en 2023 para oponerse a esa impopular reforma, corren el riesgo de salir divididas de esa mesa social

Los socialistas rebajan sus exigencias

A diferencia del otoño en que el dirigente conservador acabó atrapado en una subasta con Le Pen, “ahora el que se ha hecho el duro en las negociaciones ha sido Bayrou. Hemos tenido la sensación de que el PS ha rebajado sus exigencias iniciales y ha aceptado no censurarlo a cambio de aceptar medidas que hasta hace poco consideraban líneas rojas”, explica el politólogo Jean Petaux. Durante el verano, las formaciones del Frente Popular se mantuvieron unidas bajo una consigna clara: pedían a Macron que nombrara como primera ministra a la alta funcionaria Lucie Castets. Era una reivindicación basada en la tradición de la Quinta República de que gobierna el partido con más diputados.

Después de que el presidente vulnerara esa lógica democrática e impidiera al NFP que intentara gobernar, los socialistas aseguraron que censurarían cualquier Ejecutivo que supusiera “una continuidad del macronismo”, cuyas políticas neoliberales han sido rechazadas en la calle y las urnas durante los últimos años. Eso significaba que se oponían a cualquier g obierno que no quisiera derogar el aumento de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa), adoptado en 2023 pese a una sucesión de multitudinarias manifestaciones sindicales, sin votación parlamentaria y a través del decretazo del 49.3. 

El PS rebajó de nuevo esa petición y en diciembre ofreció un acuerdo de no censura a Bayrou. ¿Cuáles eran sus condiciones? La suspensión de la reforma de las pensiones y renunciar al uso del 49.3. Aunque el primer ministro ha rechazado esas dos exigencias, ha logrado por ahora la neutralidad de los socialistas. Estos se han conformado con la última propuesta del dirigente centrista, que parece un regalo envenenado para la izquierda. 

Esta consiste en una mesa social sobre la financiación de las jubilaciones entre los sindicatos y la patronal, bajo unas condiciones estrictas y poco favorables a las reivindicaciones sindicales. En esa negociación “la patronal dispone de un derecho de veto” y esta no quiere renunciar a la subida hasta los 64 años, sostiene Nicolas-Baudot. “Bayrou intenta romper la unión política de la izquierda, pero también la sindical”, afirma el analista Pablo Pillaud-Vivien, redactor jefe de la revista progresista Regards. Las organizaciones de trabajadores, que se unieron en 2023 para oponerse a esa impopular reforma, corren el riesgo de salir divididas de esa mesa social.

La dirección del PS no quiere que la profunda crisis en el país desemboque en una dimisión de Macron y unas presidenciales anticipadas

Una censura “es posible en cualquier momento”

“No hay ningún pacto de no censura y un voto de censura es posible en cualquier momento”, aseguró el secretario general del PS, Olivier Faure, durante el debate en el hemiciclo del 16 de enero, reconociendo de manera implícita las pocas concesiones obtenidas por su formación. Por ese motivo, abrió la puerta a que su partido se sume a la posición de sus aliados y apueste de nuevo por una oposición frontal al Ejecutivo. La prueba del algodón tendrá lugar en febrero o principios de marzo cuando intente sacar adelante la ley presupuestaria de este año, probablemente a través del 49.3, que permite adoptar un texto sin una votación parlamentaria.

“Gracias a la decisión de ayer (16 de enero)” de los socialistas de no censurar al Gobierno, “tendremos unos presupuestos”, destacó, en cambio, el ministro de Economía, Éric Lombard. El exdirector de la Caja de Depósitos (un banco estatal), que militó en el pasado en el sector rocardista del PS –el equivalente galo de la Tercera Vía de Tony Blair–, ha sido uno de los artífices del incipiente acuerdo de no agresión entre el macronismo y los socialistas. Sus buenas relaciones con Faure han contribuido a ello, a pesar de que Lombard encarna el pasado de una formación de centro-izquierda adepta al neoliberalismo.

Tras haberse desmarcado desde 2017 de ese legado, simbolizado por la decepcionante presidencia de François Hollande (2012-17), y haber apostado por una línea más radical y partidaria de la unidad de la izquierda, el último volantazo del PS ha generado cierta estupefacción. Ocho de sus 66 diputados (de un total de 577) votaron a favor de la moción de sus socios insumisos, verdes y comunistas. “No se debe culpar a la izquierda de haber creado el caos, sino a Macron que impuso una reforma de las pensiones que nadie quería y aprobó una ley migratoria que incluía medidas vergonzosas”, aseguró la diputada socialista Fatiha Keloua-Hachi, que apoyó la censura, en declaraciones al digital Mediapart.

“No habrá una candidatura única de la izquierda en las próximas presidenciales”, explica Nicolas-Baudot

¿Se romperá la unidad de cara a las próximas presidenciales?

El giro del PS se debe tanto a motivos de coyuntura como de estrategia de la formación y de su vida interna. Por un lado, su dirección no quiere que la profunda crisis en el país –hasta cuatro primeros ministros distintos el año pasado– desemboque en una dimisión de Macron y unas presidenciales anticipadas, básicamente porque no cuenta con un candidato para esos comicios. Por el otro, Faure ha respaldado las tesis del ala derecha de su partido, partidaria de una negociación con el macronismo, abanderada por Hollande y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, para intentar neutralizar las críticas internas y mantener su cargo en el congreso que celebrarán este año los socialistas.

Según Petaux, “la agenda política del PS resulta casi idéntica a la del macronismo”, ya que “ambos rehúyen la inestabilidad” y quieren ganar tiempo. Si saca adelante los presupuestos, Bayrou tendrá casi garantizado llegar hasta el verano. A partir de ese momento, Macron podrá convocar de nuevo unas legislativas anticipadas. 

El último volantazo de los socialistas representa la semilla de una vuelta a las andadas de la izquierda francesa

Su decisión de desmarcarse del Frente Popular “refleja un cambio de estrategia del PS que quiere separarse de manera progresiva de la Francia Insumisa”. Es el fruto de la conclusión de que “no habrá una candidatura única de la izquierda en las próximas presidenciales”, explica Nicolas-Baudot, experto en la socialdemocracia. Con su apuesta por forzar la dimisión de Macron y preparar una nueva candidatura de Jean-Luc Mélenchon para las próximas presidenciales –sería la cuarta vez que se presenta–, los insumisos también han contribuido a esta incipiente ruptura del Frente Popular. Tampoco ayuda a la cohesión de la alianza su negativa a unas primarias de la izquierda para elegir al presidenciable del bloque. 

Aunque nada es definitivo, el último volantazo de los socialistas representa la semilla de una vuelta a las andadas de la izquierda francesa. Alimenta la posibilidad de repetir el error de la división que contribuyó a que se quedara fuera de la segunda vuelta en los comicios presidenciales de 2017 y 2022, y  obligara a sus votantes a elegir entre lo malo y lo peor. 

 

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