LA PROFUNDIDAD DEL OCÉANO
DUNIA SÁNCHEZ
La noche. La profundidad del océano. La frontera. La esperanza. Cuerpos expulsados por bestias negras con la promesa que ya está próxima la isla, los sueños, la paz. Uno a uno van cayendo en una barca o cacuyo cuyo destino se vierte en las mareas del presente. Uno a uno van hacinándose en esa embarcación cuando la luna medita sobre el planeta tierra. Las estrellas amparan todo el cielo y la vía láctea es una ramificación de materia estelar brumosa que los observa. Comienza el viaje, así, todos juntos, todos callados, con la mirada al frente siempre al frente donde los vientos invernales los lleve. Los jornadas pasan. Sin agua. Sin alimentos. Todos apretados con la incertidumbre de que lo gélido de la atmosfera no les rompa la respiración. La debilidad se concentra, es epicentro de esa onda sísmica que puede que los desespere, que sus ojos henchidos desparramen el blanco de la nada.
Gaviota:
Somos aves de
los mares y siempre lo mismo, la costa está próxima y vuestras ganas entran en
una fatiga aguda que se manifiesta en vuestra palidez, en vuestras manos
agarradas a otras manos que van a la deriva. Yo no os puedo ayudar solo, dar el
ánimo de que la orilla está próxima. El crepúsculo de la mañana viene y os
tibiera un poco vuestros carnes , vuestros huesos carcomidos del inacabable
frío, hambre y sed.
Sol;
Siempre lo
mismo, son expulsados de esos navíos que prometen y prometen que tierra está
cercana. Dejados en el imperio de los oleajes. Dejados en la nada de la sonoridad
. Dejados en los preñados desprecio de la vida. Dejados a la intemperie ,
desamparados con el ultimo aliento de existencia. Todo se ha perdido, no tenéis
nada solo los ojos, solo una ilusión que se hace borroso a medida que los días
pasan. Tomar de mi cuerpo queridos, queridas mías, hijos de las mareas.
Coro:
OH, hijos de
las mareas
oH, dioses
del amor
oh ,
navegantes del hoy
oh, humanos
al encuentro de humanos . Perdidos en un mar que no habla solo, zumbidos
tórridos, tormentosos a vuestros cimientos. Sentís la caída pero a la vez una
expectativa buena os lleva a continuar. No hay remedio. No hay marcha atrás. En
medio del vacío. En medio de precipicios profundos donde tal vez si, tal vez no
quedareis anclados en sus heladas aguas.
Oh, hijos de
las mareas.
Oh, dioses
del amor.
Despertar,
que la existencia reinicie su camino y sean un viento de sus vidas, con
alegría, con amor, con paz.
Gaviota;
Los días
pasan, rondo donde la tristeza empieza a ser acecho. Donde las baldías ganas
anuncian el adiós. Donde la verdad está estrangulada por aquellos que
aconsejaron. Donde los derechos son vulnerados por el mal oleaje.
Cetáceo:
Los atlantes
os ayudaras, como hijo de sus hijos. Os miran. Os observa. Una soga será
lanzada para seguir como parte de este mundo, de este minúsculo mundo.
Aguardad, voy a quietar la marea, ha calmarla. La isla no esta lejos, veréis
como vuestro sueño se hace realidad en la pesadez del humano. Un largo
recorrido os espera. Pero la paz os llevará donde la desmemoria de vuestra
tierra, que siempre será vuestra tierra, dejará de ser cuchillos de ríos secos,
cuchillos de guerras perdidas. Alimentaos ahora de la imaginación. Aquí, ahora,
en medio de la nada de los océanos. Una imaginación que os hace peregrinos de
la libertad y la justicia.
Tierra. Se
avista tierra. No desesperan estas mujeres, estos hombres, estos niños en su
huida. No son espejismos. Tierra. Una tierra temblorosa en sus acantilados, en
sus arenas blancas como sonido de la paz y el equilibrio. Una mujer da a luz.
Niño nacido en las esferas míseras de la humanidad. Y ese niño sobrevivirá y
ella también, aunque lánguida, desangrada. Tierra. Se avista tierra. Alguien
espera. Alguien viene. Los guardacostas ya se han hecho noticia de su llegada y
van al rescate. Lobos marinos cantan. Los cetáceos son guías. La gaviota se
despide y va hacia su presa. El sol soberano se turbia por nubarrones próximos.
Y llueve…
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