miércoles, 22 de enero de 2025

SALUDAR A MARTE

SALUDAR A MARTE

POR MIQUEL RAMOS

 

Ellon Musk.Imagen de X

El espectáculo montado alrededor de la investidura del nuevo presidente norteamericano Donald Trump, ha sido una buena muestra de ese interregno monstruoso en el que estamos inmersos, tan caricaturesco como terrible. La premiere league de la política se ha convertido en una parodia en sí misma, capitaneada por personajes que parecen sacados de cualquier ficción cinematográfica. Parece que la serie The Boys no desatinaba tanto al retratar a esa sociedad que entrona a determinados líderes y celebridades de la posmodernidad idiocrática, turbocapitalista y nazifascista que hoy representa la Norteamérica post-asalto al capitolio. Y de la que vamos todos a remolque, viendo el panorama que se cierne sobre Europa y Latinoamérica, con toda esa nueva estirpe de ultraderechistas bailando la conga.  

Trump podría haber bajado a la quinta avenida armado con un subfusil de asalto, disparar a alguien a bocajarro, que la gente seguiría aclamándolo y votándolo. Lo dijo él mismo, y no andaba errado. Algo parecido a lo que El Patriota, el héroe protagonista de The Boys, hace frente a las cámaras en plena calle, desintegrando a un manifestante con sus rayos láser y siendo aplaudido por la multitud. Y así fue con Trump, pues ni toda la mierda de su anterior mandato en la que chapotea le ha pasado factura. Más bien al contrario, se ha convertido en una víctima renacida, un outsider que ha sobrevivido al establishment, a la corrección política y que ha venido a librar la batalla contra esos supuestos titiriteros que manejan el mundo entre bambalinas.

Lo histriónico y performativo del momento no nos puede hacer perder de vista la gravedad del asunto, esto es, que detrás de tanto teatro hay un plan bien pensado y bien armado para destrozar derechos sociales. Y todo ello, en nombre de la libertad. La habilidad para darle la vuelta a todo significado es, sin duda, el mayor logro de esta nueva era posfascista. Los plutócratas, los oligarcas, dueños de las mayores fortunas del planeta, que hoy arropan a Trump, son los nuevos cruzados de la libertad y la democracia, los que vienen a salvar a la clase trabajadora del sistema que la ha empobrecido y del que estos milmillonarios son los principales beneficiados. Los hombres blancos heterosexuales por fin estarán a salvo de la persecución a la que habían estado sometidos en su propia tierra por la sirenita negra y las drag queens. Por fin todo vuelve a su cauce natural.

Ya no nos sorprende, por disparatadas que sean, las llamadas ‘verdades alternativas’ que algunos se empeñan en defender ante cualquier excreción de sus líderes como si fuese pan bendito. La última, el saludo nazi del hombre más rico del mundo y mano derecha de Trump, Elon Musk. Dos veces. Quizás sea por esa manía que tenemos algunos de ver cosas nazis por todas partes y por omitir el contexto de tal gesto, que hoy andamos discutiendo si fue eso o no lo que hizo el personaje. Da igual qué más pasó. Musk ya ha conseguido capitalizar la atención, que es su hobbie favorito, y a la vez, una muestra de su búsqueda constante de protagonismo. Y como decimos en València, amb diners, torrons (con dinero, turrones, esto es, lo que quieras).

La cantidad de excusas que ayer vertieron en redes sus seguidores ha sido espectacular, cada cual más patética, pero nada a lo que no nos hayamos acostumbrado ya con estos minions nazifascistas, criptobros y turbogilipollas que viven y se escudan tras las redes para interpretar el papel que en la vida real no pueden. Con la cobarde impunidad, la distancia o el anonimato que estas les brindan. Pues no duden que la mayoría de estos no se atreverían nunca a decir a nadie a la cara nada de lo que dicen mediante su avatar. En persona, orejas gachas y mirada al suelo siempre. Nos los conocemos ya. Por eso hay tanta bilis, tanto odio y tanto pus en su alter ego virtual. Les supura por impotencia y acumulación.

Hablaba de las verdades alternativas, las mentiras, vamos, que tratan de excusar el gesto de Musk, porque son una buena muestra de la podredumbre de nuestro tiempo. De momento ya han conseguido que este haya sido casi que el principal debate respecto a esta nueva era que se inaugura en la Casa Blanca y que tendrá repercusiones en todo el planeta. “Míralos, los tiene bailando solo con levantar el brazo”. Y tienen razón. Porque el gesto es un aviso nada inocente de lo que está por venir.

Que levantó el brazo como lo hacen los nazis, previo golpe en el pecho es un hecho objetivo. Ahora, el significado es otra cosa, y aquí cada cual se lanza al ruedo con sus mejores galas. Unos dicen que es un saludo que nada tiene que ver con los nazis (algunos estamos obsesionados con los nazis), y que en realidad ‘les estaba entregando su corazón’, como dijo antes de levantar la zarpa; otros, que “mamen fuerte, zurdos”, porque por fin un nazi manda y va a acabar con todos nosotros. Y mis favoritos, sin duda, los que defienden que saludaba a Marte. Porque Musk tiene negocios y fijación con el espacio, con SpaceX y todo eso, y de ahí el saludo marciano, el gesto, nada que ver con los nazis. Ahora cada cual que elija su excusa.

De verdad que me cuesta a veces ubicar a quienes lanzan unos u otros mensajes. Es decir, no sé quién se lo cree de verdad, quién sigue el guion que le pasan por el canal de Telegram de turno (porque se nota cuando algo rula entre sus hordas), quién es un bot, o quién se siente de verdad orgulloso de ser un nazi, y entiende todo esto como un guiño, un dogwhistle típico de los ultraderechistas, maestros luego en negar la relación de sus esvásticas con el nazismo. Es un símbolo hindú. Otro contorsionismo es el que están haciendo los defensores de Israel y lobbies como la Anti Defamation League (ADL), organización que tilda de antisemitas hasta las sandías que simbolizan Palestina, y que ayer salieron a negar que Musk hiciese el saludo nazi.

En realidad, todo forma parte del mismo juego de la confusión. Aunque cada vez se animan a decirlo más abiertamente, los que en privado se jactan de ser unos nazis y querer gasearnos a todos, lo niegan en público y acusan a los demás de ello. Lo vimos con el patético mantra fabricado de que Hitler era socialista, dicho entre otras por la lideresa del partido ultraderechista alemán AfD, cuyas filas están plagada de nazis. Y lo vemos constantemente con el argumentario de los ultras, que, por ejemplo, niegan la violencia machista excepto si la pueden usar contra migrantes.

Estos ejemplos retratan muy bien el alpiste que usa la ultraderecha para embarrar no solo el debate público sino el propio conocimiento, la epistemología, la semántica. Es poner patas arriba todo el andamiaje de la razón, porque sin esta, es mucho más fácil que la emoción, la víscera y la testosterona permitan a los ultraderechistas y a sus inseparables oligarcas mantenerse en el poder. Vienen tiempos difíciles para todos, pero también para ellos, que van a tener que demostrar que está lloviendo a esos pobres desgraciados que hoy se sienten representados por quienes les orinan en la cara.

 

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