SALUDAR A MARTE
POR
MIQUEL RAMOS
Ellon Musk.Imagen de X
El
espectáculo montado alrededor de la investidura del nuevo presidente
norteamericano Donald Trump, ha sido una buena muestra de ese interregno
monstruoso en el que estamos inmersos, tan caricaturesco como terrible. La
premiere league de la política se ha convertido en una parodia en sí misma,
capitaneada por personajes que parecen sacados de cualquier ficción
cinematográfica. Parece que la serie The Boys no desatinaba tanto al
retratar a esa sociedad que entrona a determinados líderes y celebridades de la
posmodernidad idiocrática, turbocapitalista y nazifascista que hoy representa
la Norteamérica post-asalto al capitolio. Y de la que vamos todos a remolque,
viendo el panorama que se cierne sobre Europa y Latinoamérica, con toda esa
nueva estirpe de ultraderechistas bailando la conga.
Trump podría haber bajado a la quinta avenida armado con un subfusil de asalto, disparar a alguien a bocajarro, que la gente seguiría aclamándolo y votándolo. Lo dijo él mismo, y no andaba errado. Algo parecido a lo que El Patriota, el héroe protagonista de The Boys, hace frente a las cámaras en plena calle, desintegrando a un manifestante con sus rayos láser y siendo aplaudido por la multitud. Y así fue con Trump, pues ni toda la mierda de su anterior mandato en la que chapotea le ha pasado factura. Más bien al contrario, se ha convertido en una víctima renacida, un outsider que ha sobrevivido al establishment, a la corrección política y que ha venido a librar la batalla contra esos supuestos titiriteros que manejan el mundo entre bambalinas.
Lo
histriónico y performativo del momento no nos puede hacer perder de vista la gravedad
del asunto, esto es, que detrás de tanto teatro hay un plan bien pensado y bien
armado para destrozar derechos sociales. Y todo ello, en nombre de la libertad.
La habilidad para darle la vuelta a todo significado es, sin duda, el mayor
logro de esta nueva era posfascista. Los plutócratas, los oligarcas, dueños de
las mayores fortunas del planeta, que hoy arropan a Trump, son los nuevos
cruzados de la libertad y la democracia, los que vienen a salvar a la clase
trabajadora del sistema que la ha empobrecido y del que estos milmillonarios
son los principales beneficiados. Los hombres blancos heterosexuales por fin
estarán a salvo de la persecución a la que habían estado sometidos en su propia
tierra por la sirenita negra y las drag queens. Por fin todo vuelve a su
cauce natural.
Ya
no nos sorprende, por disparatadas que sean, las llamadas ‘verdades
alternativas’ que algunos se empeñan en defender ante cualquier excreción de
sus líderes como si fuese pan bendito. La última, el saludo nazi del hombre más
rico del mundo y mano derecha de Trump, Elon Musk. Dos veces. Quizás sea por
esa manía que tenemos algunos de ver cosas nazis por todas partes y por omitir
el contexto de tal gesto, que hoy andamos discutiendo si fue eso o no lo que
hizo el personaje. Da igual qué más pasó. Musk ya ha conseguido capitalizar la
atención, que es su hobbie favorito, y a la vez, una muestra de su
búsqueda constante de protagonismo. Y como decimos en València, amb diners,
torrons (con dinero, turrones, esto es, lo que quieras).
La
cantidad de excusas que ayer vertieron en redes sus seguidores ha sido
espectacular, cada cual más patética, pero nada a lo que no nos hayamos
acostumbrado ya con estos minions nazifascistas, criptobros y turbogilipollas
que viven y se escudan tras las redes para interpretar el papel que en la vida
real no pueden. Con la cobarde impunidad, la distancia o el anonimato que estas
les brindan. Pues no duden que la mayoría de estos no se atreverían nunca a
decir a nadie a la cara nada de lo que dicen mediante su avatar. En persona,
orejas gachas y mirada al suelo siempre. Nos los conocemos ya. Por eso hay
tanta bilis, tanto odio y tanto pus en su alter ego virtual. Les supura por
impotencia y acumulación.
Hablaba
de las verdades alternativas, las mentiras, vamos, que tratan de excusar el
gesto de Musk, porque son una buena muestra de la podredumbre de nuestro
tiempo. De momento ya han conseguido que este haya sido casi que el principal
debate respecto a esta nueva era que se inaugura en la Casa Blanca y que tendrá
repercusiones en todo el planeta. “Míralos, los tiene bailando solo con
levantar el brazo”. Y tienen razón. Porque el gesto es un aviso nada inocente
de lo que está por venir.
Que
levantó el brazo como lo hacen los nazis, previo golpe en el pecho es un hecho
objetivo. Ahora, el significado es otra cosa, y aquí cada cual se lanza al
ruedo con sus mejores galas. Unos dicen que es un saludo que nada tiene que ver
con los nazis (algunos estamos obsesionados con los nazis), y que en realidad
‘les estaba entregando su corazón’, como dijo antes de levantar la zarpa;
otros, que “mamen fuerte, zurdos”, porque por fin un nazi manda y va a acabar
con todos nosotros. Y mis favoritos, sin duda, los que defienden que saludaba a
Marte. Porque Musk tiene negocios y fijación con el espacio, con SpaceX y todo
eso, y de ahí el saludo marciano, el gesto, nada que ver con los nazis. Ahora
cada cual que elija su excusa.
De
verdad que me cuesta a veces ubicar a quienes lanzan unos u otros mensajes. Es
decir, no sé quién se lo cree de verdad, quién sigue el guion que le pasan por
el canal de Telegram de turno (porque se nota cuando algo rula entre sus
hordas), quién es un bot, o quién se siente de verdad orgulloso de ser un nazi,
y entiende todo esto como un guiño, un dogwhistle típico de los
ultraderechistas, maestros luego en negar la relación de sus esvásticas con el
nazismo. Es un símbolo hindú. Otro contorsionismo es el que están haciendo los
defensores de Israel y lobbies como la Anti Defamation League (ADL), organización
que tilda de antisemitas hasta las sandías que simbolizan Palestina, y que ayer
salieron a negar que Musk hiciese el saludo nazi.
En
realidad, todo forma parte del mismo juego de la confusión. Aunque cada vez se
animan a decirlo más abiertamente, los que en privado se jactan de ser unos
nazis y querer gasearnos a todos, lo niegan en público y acusan a los demás de
ello. Lo vimos con el patético mantra fabricado de que Hitler era socialista,
dicho entre otras por la lideresa del partido ultraderechista alemán AfD, cuyas
filas están plagada de nazis. Y lo vemos constantemente con el argumentario de
los ultras, que, por ejemplo, niegan la violencia machista excepto si la pueden
usar contra migrantes.
Estos
ejemplos retratan muy bien el alpiste que usa la ultraderecha para embarrar no
solo el debate público sino el propio conocimiento, la epistemología, la
semántica. Es poner patas arriba todo el andamiaje de la razón, porque sin
esta, es mucho más fácil que la emoción, la víscera y la testosterona permitan
a los ultraderechistas y a sus inseparables oligarcas mantenerse en el poder.
Vienen tiempos difíciles para todos, pero también para ellos, que van a tener
que demostrar que está lloviendo a esos pobres desgraciados que hoy se sienten
representados por quienes les orinan en la cara.
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