EL BIPARTIDISMO VUELVE POR SUS
(PEORES) FUEROS
JUAN
TORTOSA
Fotografía de archivo (21/02/2024) del
exministro José
Luis Ábalos. -EFE/ Chema Moya
Nada nuevo bajo el
sol. Todo suena a viejo, a visto y oído desde tiempo atrás. Hay quien afirma
que los rifirrafes de estos días entre y PP y PSOE acusándose mutuamente de
corrupción nos retrotraen hasta 2011. Yo creo que no solo hasta 2011: podría
resonar también a 2001, o a 1991 -Filesa, Roldán, "ni de Flick ni de
Flock", "dos por el precio de uno"-, ¿recuerdan? El divorcio
Ábalos-Sánchez mantiene similitudes con el de Felipe-Guerra y, como ocurrió en
aquel caso, también tendrá consecuencias. Para las expectativas de su partido y
para el futuro político de sus protagonistas, pero no para el renacido
bipartidismo.
Que el PP sea un partido corrupto es algo que no sorprende a nadie. Todo el mundo parece aceptar que se trata de algo que forma parte de su ADN, a sus electores ni les preocupa. Cuando eso sucede en el entorno socialista siempre resulta más traumático, pero a pesar de todo sucede igual. Viene ocurriendo así desde que el bipartidismo se instaló en nuestras vidas. Tras el 15M parecía que esto se acababa, y cuando en el Parlamento aparecieron fuerzas políticas nuevas daba la impresión de que el "y tú más" que PP y PSOE usaban para echarse en cara sus corruptelas, esa puesta en escena iba a desaparecer de la vida parlamentaria.
Quisimos creer que
ser corruptos iba a resultarles mucho más complicado, pero no. Tras haber
conseguido, gracias al lawfare y a la persecución sistemática, reducir a la
mínima expresión (de momento) al único partido que se negó a depender de los
bancos, que rechazaba las puertas giratorias y nunca tuvo ningún caso de corrupción
similar a los de socialistas y populares. Estos dos partidos, que andan por la
vida convencidos de ser los únicos dueños del chiringuito, han vuelto a las
andadas. El turnismo regresa y, así, el partido que perdió el Gobierno en 2018
tras ser condenado por corrupción y perder una moción de censura anda salivando
estos días con ese regalo del destino llamado caso Koldo, caso Ábalos, caso
"Soluciones de Gestión" o como se le quiera llamar.
Un entramado de
órdago a propósito de comisiones por compraventa de mascarillas en tiempos de
pandemia que huele más que a podrido y en el que hace falta ser un verdadero
especialista para no perderse en el organigrama con tanto nombre y tanto
apellido, con familiares de por medio además: que si el hermano y la mujer del
tal Koldo García Izaguirre, que si Juan Carlos Cueto, que si Víctor Aldama,
José Ángel Escorial o José Luis Rodríguez... guardia civiles por aquí,
presidentes de fútbol por allá, hasta un Ferrari embargado. Que nunca falte el
tufo hortera en estos sucios tejemanejes.
El bipartidismo ha
vuelto por sus fueros con sus inercias y vicios de siempre. Sin duda los
escándalos de estos días repercutirán en un Gobierno que, cumplidos ya sus
primeros cien días, apenas ha conseguido echar a andar. Como jefe de la
oposición, a Núñez Feijóo no se le ha escuchado aún ni una sola propuesta
constructiva. Si tiene ideas o iniciativas que exponer las desconocemos, pero
él y los suyos sí que cuentan con un amenazante proyecto: un plan de actuación
que gira en torno a la monarquía y a la centralización del Estado, un diseño
que aspira a alinearse con los vientos derechistas y ultraderechistas que
soplan en Europa y en Estados Unidos, ya que Vox parece más desactivado cada
día que pasa por mucho que Trump bese y abrace a Santiago Abascal.
Al margen de quien
presida el Gobierno (no hay que olvidar que aunque lo de la amnistía no salga
adelante Sánchez puede continuar gobernando en minoría y sin presupuestos
generales), PP y PSOE trabajan para regresar a la casilla de salida y
alternarse de nuevo en el poder sin moscas cojoneras a las que aguantar. Como
mucho, volver a noviar con ciertos partidos nacionalistas, que alguno ya
demostró también en su día (recordemos el célebre 3 por ciento) sobrada pericia
para la corrupción.
Ese es el dibujo,
caiga pronto Pedro Sánchez o no. Nada de borrar de las instituciones del Estado
cualquier vestigio reaccionario o golpista, que tampoco les ha ido tan mal
manteniéndolos en sus puestos desde el 78; nada de cuestionar la institución monárquica,
aunque quien la haya encabezado durante décadas hiciera siempre lo que le salía
de sus reales antojos con toda la inmunidad y la mayor impunidad.
En resumen, que da
igual que lo que está ocurriendo estos días con Koldo, Ábalos y compañía sea el
final de este descafeinado Gobierno de coalición o el prólogo de una larga
legislatura: tanto en un caso como en otro, el bipartidismo ha vuelto por sus
fueros. Por sus peores fueros.
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