HOMBRE BLANCO BUSCA NEGRO
NO VIOLENTO
'La próxima
vez el fuego' supone una declaración de principios e intenciones, además de una
denuncia del racismo de la sociedad norteamericana que a James Baldwin le tocó
vivir, pero que abarca en sus propuestas, por igual, a blancos y negros.
JOSÉ
MANSILLA
Protesta en apoyo de una niña negra de 15 años que fue registrada en la
escuela después de ser sospechosa erróneamente de portar drogas. Marzo 2022.
BYRON MAHER
Hace cuatro años, en una foto que dio la vuelta al mundo, un hombre y una mujer de mediana edad sostenían un rifle de asalto AR-15 y una pistola semi-automática ante el paso de una manifestación de Black Lives Matter en Misuri, Estados Unidos (EEUU). Los McCloskey, que es así como se apellida la pareja, afirmaron que habían salido a la puerta de su casa de una calle privada de una urbanización a las afueras de St. Louis porque “se habían sentido amenazados por los manifestantes”, los cuales avanzaban pacíficamente en defensa de sus derechos. La escena, que fuera del territorio norteamericano nos puede parecer dantesca, refleja muy bien el estado de psicosis colectiva en el que se encuentra parte de la sociedad estadounidense; una sociedad que ve como reinan el individualismo más descarnado y el beneficio individual y donde parece que se hubieran cumplido los pronósticos que realizara, hace ya unos años, el historiador Tony Judt cuando afirmara aquello de que “una vez que dejemos de valorar más lo público que lo privado, seguramente estamos abocados a no entender por qué hemos de valorar más la ley [...] que la fuerza”.
Paradójicamente, el
libro de James Baldwin, La próxima vez el fuego, publicado recientemente en
castellano por Capitan Swing, pero que original y parcialmente fue un largo
texto en inglés editado para el New Yorker en noviembre de 1962, recoge una
escena con un argumento y representación similar. En un momento determinado,
Baldwin, que se encontraba en un debate público televisado junto a Malcolm X,
relata cómo alguien del público, al ver la vehemencia y argumentos que exhibía
el entonces líder negro musulmán, preguntó: “Tengo mil dólares y media hectárea
de tierra. ¿Qué va a ser de mi?”. El miedo a perder lo poco que tenía, aunque
siempre más que un ciudadano negro medio de la época y, por supuesto, con una
menor criminalización y explotación histórica como adulto blanco, evidenciaba
lo que a todas luces parece esconderse tras los siglos de racismo y maltrato a
la población negra: la lucha de los pobres blancos contra los pobres negros por
las migajas que les deja una sociedad ultra-capitalista.
La obra de James
Baldwin recorre parte de la historia de su propia vida y la de su familia. Como
si una descarga mental y emocional se tratara, no en vano el título del
mencionado artículo en el New Yorker era A letter from a region of my mind,
este dramaturgo y novelista desgrana lo que él, como negro homosexual nacido en
Harlem, vivió toda la vida, esto es, el profundo racismo de la sociedad
estadounidense. Baldwin cuenta que a alguien como él, cuando era adolescente,
solo se le abrían tres puertas ante el futuro: el deporte de élite, para el que
no estaba especialmente bien dotado, el crimen y las drogas o el mundo de la
iglesia y la religión. Ante tal expectativa, y durante unos años, acabó
escogiendo el convertirse en pastor protestante, no solo como única salida,
sino también como respuesta y desafío freudiano a una figura paterna que
ejercía la misma labor y con el que no se llevaba demasiado bien.
Tras abandonar, aun
en su juventud, la atmósfera de las pequeñas iglesias de Harlem, Baldwin pasa a
convertirse, poco a poco, en un personaje solitario que apuesta por la cultura
como forma de vida. Sin embargo, esta actitud ciertamente esquiva y algo
cínica, no fue óbice para que comenzara a implicarse, ya como intelectual, en
la denuncia del racismo sistémico de la sociedad que le tocó vivir. Su
deambular por las décadas de los 50 y 60 lo llevaron a cruzar su camino, no
sólo con figuras como Malcolm X, al que presenta enormes respetos, sino también
con el mentor de éste, Elijah Muhammad, que intenta atraerlo a la causa
separatista negra de de la Nación del Islam con escasos resultados.
La propuesta de
solución contra el racismo y la desigualdad de Baldwin proviene de su herencia
como pastor protestante: el amor; un sentimiento que lo lleva a renegar de
posturas nacionalistas y de rechazo al hombre blanco, como las de Muhammad, y a
apostar por un entendimiento entre las diferentes razas que poblaban Estados
Unidos. Eso sí, un amor que no significa poner la otra mejilla, tal y como
indica la frase que da título al libro y que Baldwin usa para cerrar su texto,
como forma de amenaza velada o advertencia. Como el mismo apunta, “la auténtica
razón por la que la no violencia se considera como una virtud entre los negros
[...], es que los hombres blancos no quieren ver en riesgo ni su vida, ni la
imagen que tienen de sí mismos, ni su propiedad”. Sino un amor vehiculado en
una dirección más precisa y comprehensiva. Así, la obra, que también contiene
el pequeño texto de Tembló mi celda. Carta a mi sobrino en el centésimo
aniversario de la emancipación, publicado en The Progressive supone una
declaración de principios e intenciones, además de una denuncia clara y precisa
del racismo de la sociedad norteamericana que a Baldwin le tocó vivir, pero que
abarca en sus propuestas, por igual, a blancos y negros.
Alejándose de la
violencia con la que, un joven Malcolm X, y los posteriores Panteras Negras
proponía solucionar el problema del racismo, que en su extremo suponía una
secesión de parte de Estados Unidos en un nuevo y negro país, pero también,
como se ha señalado antes, de la actitud de resignación cristiana propuesta por
una parte de las iglesias, el autor pone el acento en la situación de debilidad
en la que se sitúa la conciencia blanca en su relación con el colectivo negro.
Así, para Baldwin, el racismo no solo es una actitud intolerable, injusta y
criminal de una mayoría sobre una minoría racial, consolidada y cristalizada a
lo largo de la historia mediante instrumentos sociales, económicos y
simbólicos, sino también un problema para un universo blanco que se ha de
aceptar a sí mismo como miembro de una nación diversa. Y, en aceptándose a sí
mismo, liberarse de las cadenas del racismo que es ejercido sobre los negros.
Aquí Baldwin se sitúa cerca de W.E.B Du Bois que, en su recorrido intelectual
dio apoyo al Partido Comunista de los Estados Unidos de América (PCEUA), aunque
sin comulgar con la doctrina marxista del mismo, algo que compartió pero por
poco tiempo. Y lo hace cuando señala que el racismo es una cuestión que no se
solventaría sino es mediante una mirada más amplia, más compleja, que sitúe al
hombre blanco en la tesitura de aceptar que su libertad solo llegará cuando
llegue la de los negros, tal y como la imagen armada de los McCloskey nos
retrata tan magníficamente.
En definitiva, un
libro que nos devuelve un problema irresuelto, el del racismo y la desigualdad
imperante en los Estados Unidos, aun más cercana y patente con la posible
victoria de un Donald Trump que vuelve a ser candidato del Partido Republicano
a las elecciones presidenciales de 2024, y la fuerza patente de una extrema
derecha norteamericana que está lejos de ser derrotada. Si hubiera que achacar
algo a la edición, sería la necesidad de una breve contextualización a modo
introductorio, tanto de la figura como del periodo que le tocó a James Baldwin
vivir, y que solo hubiera añadido unas páginas más a un corto e interesante
libro.
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