EL DESPELLEJE SIN FIN
JUAN
TORTOSA
El líder del PP, Alberto
Núñez Feijóo, interviene durante una sesión plenaria, a 14 de marzo de 2024, en
Madrid.- EP
No sé ustedes, pero la semana pasada servidor quedó exhausto ¡qué pereza todo! La dividida y crispada conmemoración del vigésimo aniversario del 11M, los amargos recuerdos del cuarto año del confinamiento por la pandemia, la votación para aprobar una amnistía que parece no llegar nunca, el extraño adelanto de las elecciones en Catalunya, Ayuso y sus amoralidades hasta en el sopa... Y para rematar, algo que ya no hay cuerpo que lo aguante: esos plenos en el Congreso de los Diputados bautizados con acierto por alguien como "campeonato de España de lanzamiento de estiércol". El despelleje sin fin.
Que veinte años
después del 11M queden aún tantas heridas abiertas, y Aznar y sus adláteres se
dediquen a echar más leña al fuego en ellas, es algo que me cuesta mucho
trabajo entender. Como tampoco comprendo la falta de escrúpulos para
enriquecerse con algo tan de primera necesidad como las mascarillas, en
momentos tan espantosos como los que vivimos durante la pandemia... O que, a
estas alturas, hasta Pedro Sánchez acabe cayendo en la tentación del "y tú
más" y responda a las provocaciones del actual líder del PP sacando a
pasear las célebres fotos del gallego con el narco.
No entiendo que el
presidente del Gobierno baje así al barro. Cuando el pasado miércoles lo vi y
escuché expresarse en la línea que suelen hacerlo Feijóo, Ayuso, Tellado o
Gamarra contestar a los exabruptos del jefe de la oposición en el mismo tono
que usa él en lugar de rebatirle con argumentos, no sé a ustedes, pero a mí se
me encendieron las alarmas. ¿Acaso la corrupción del PP puede tapar o limpiar
la del PSOE? ¿Simple contagio o estarán haciendo mella en el presidente las
miserias y el juego sucio diario de los populares y sus palmeros?
¿Qué cuota de poder
gestiona en realidad el Gobierno de coalición? Si se le sigue el juego a la
derecha, si a sus aires de suficiencia, a la soltura con la que se desenvuelven
en Vox y en el PP, si a ese descaro y esa amoralidad no se les responde
cortándoles en seco sino que por el contrario se les sigue el juego, el
Gobierno tiene las de perder. A las derechas les da igual no estar gobernando.
Se saben respaldadas y cuentan con el apoyo de jueces, periodistas y otros
poderes que, a pesar de no haber sido elegidos por nadie, intentan hacernos
bailar a todos al son que ellos deciden. ¿De verdad, para que a ellos les vaya
bien algún día, hace falta que al país le vaya mal ahora?
Desde que empezaron
a descubrirse las corruptelas más recientes de su entorno, la ópera bufa
montada estos últimos días por esa persona que todavía preside la Comunidad de
Madrid y por toda su cohorte deja bien a la vista el momento tan grosero que
estamos viviendo. Es verdad que mantener los modales fue, como nos ha recordado
estos días Nieves Concostrina, lo que permitió a Hitler crecer en la maldad;
hay que poner pie en pared, es cierto, pero sin dejar de tener en cuenta que la
solución no puede ser entrar en su juego, como tampoco apostar por el
sectarismo o las adhesiones incondicionales. Cada día que pasa parece estar más
claro que haber hecho la transición cogiéndosela con papel de fumar para que el
fascismo no se enfadara entonces no fue un buen negocio a largo plazo.
No quiero ni
imaginarme la que le habrían liado a Pablo Iglesias si al primo de un vecino de
un cuñado suyo lo hubieran pillado en un renuncio parecido al de Koldo o al del
consorte ayusero. O cómo habrían acabado Vicky Rosell, Echenique o Monedero si
les hubieran encontrado affaires similares. No habría habido suficiente tinta
para la dimensión de los titulares en las primeras páginas de los periódicos.
Ni sitio en las escaletas de los informativos para ninguna otra información
más. Me imagino el machaque, el bombardeo mañana y tarde durante semanas,
meses... ¡Cuánto les molestaba y les molesta Podemos!, por eso continúan siendo
tan necesarios.
Como de momento no
les dejan tener demasiada visibilidad, o al menos eso piensan según qué
formaciones políticas, ahora parece que han decidido dedicar el tiempo a
despellejarse entre ellas: ERC con Junts, Els Comuns con el PSC, el PNV con EH
Bildu, Vox con el PP y, por supuesto el PP con el PSOE ¿Sumar? Pues hay quien
está empezando a pensar que ni está ni se le espera. No me gusta nada esta
jungla. Con tres convocatorias electorales por delante y el plan en el que
andamos, la verdad es que dan ganas de bajarse del autobús y echarse a dormir
un rato. Pero habrá que resistir. Al bipartidismo, y a sus apoyos
tradicionales, no se les puede dar el gustazo de tirar en estos momentos ni una
sola toalla.
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