AMNISTÍA O KOLDO
Pocos
progresistas iban a dejar de votar en unos hipotéticos nuevos comicios por
causa de la amnistía. Pero si la cuestión es la corrupción, entonces el daño
puede resultar demoledor
ANTÓN
LOSADA
Pedro Sánchez saluda a sus seguidores en la
sede de Ferraz,
tras conocer los resultados del 23J /
Twitter (PSOE)
Quién les iba a decir al PP o a Isabel Díaz Ayuso que el dilema al que se enfrentaba España en esta hora crítica no era “amnistía o libertad”, tampoco “amnistía o democracia”. Ni se imaginaban que la disyuntiva acabaría siendo “amnistía o Koldo”. Quién les iba a decir al PSOE o a Félix Bolaños que, tras tanto hacer como que no oían bien cuando les preguntaban por la amnistía, acabarían arrojándose a pecho descubierto a las cámaras para contarnos todo lo que queríamos saber sobre la amnistía y no había manera de preguntar. La política hace extraños compañeros de relato, que diría sir Winston Churchill si aún estuviera entre nosotros.
La mejor prueba de
que la legislatura andaba en el filo de la navaja es que Miguel Tellado se
presentara como el Torquemada que iba a quemarla ante la Santa Inquisición y a
nadie le pareciese raro y bizarro a la vez. Los mismos medios que ya dieran por
muerto a Pedro Sánchez antes del 23J y llevaban desde ese día preguntándose
dónde habían fallado, acudían excitados al olor de las mascarillas pagadas al
precio de venta más IVA y más comisión. La trama de corrupción urdida desde el
entorno de máxima confianza del entonces ministro José Luis Ábalos parecía un pozo
sin fondo del que iban a salir toda clase de caimanes, cocodrilos y monstruos
del abismo. De hecho, el problema para los socialistas continúa siendo que, con
amnistía o sin ella, la trama aún parece ese pozo negro y siniestro al que se
tira la moneda y no acaba de llegar al fondo.
Los populares
tienen ahora también su propio conflicto. Koldo García era ese regalo de Reyes
retrasado para su estrategia de desgaste total del ejecutivo Sánchez, con el
objetivo final de convertir las europeas en un referéndum sobre el sanchismo y
lograr una victoria tan catastrófica para los socialistas que no hubiera más
opción que adelantar de nuevo las elecciones. Lo ideal sería seguir hurgando en
esa herida a tiempo completo y sin distraer la atención del público con un
asunto que, según la demoscopia, no figura en la lista de preocupaciones más
importantes para los ciudadanos. Pero a Feijóo no le queda otra que hablar de
esta medida legal que, hace apenas unos días, suponía la mayor amenaza de su
historia para nuestra democracia y por cuya causa sacó a los suyos a la calle
hasta en media docena de ocasiones.
La amnistía es un
asunto que indigna a los votantes que Feijóo ya tuvo el 23J. En los votantes
socialistas puede provocar dudas y ni siquiera en la mayoría, pero no una
deserción masiva. La amnistía supone, además, un tema incómodo para las
inevitables futuras alianzas que la derecha española deberá tejer con los
nacionalistas vascos o catalanes. Tampoco se antoja menor el riesgo que implica
que un exceso de hipérbole patriotica, el terrorismo fakede la justicia
española o la fantasía sadomasoquista de las amistades peligrosas entre
Vladimir Putin y Carles Puigdemont acaben operando como soporte vital para
Santiago Abascal y sus alegres, pero divididos, camaradas de Vox.
El caso Koldo es un
chollazo, la ganga de la década. La corrupción sí constituye un tema ideal para
acosar y derribar a un gobierno. Indigna a los tuyos y a los suyos por igual,
aísla al partido en el poder, no tiene costes en términos de futuros pactos y
alianzas y el discurso y el relato se hacen prácticamente solos porque, además,
si sobre algo atesoran experiencia en el PP es, sin duda, sobre gestión y
exégesis de la corrupción.
Pocos progresistas
iban a dejar de votar en unos hipotéticos nuevos comicios por causa de la
amnistía. Pero si la cuestión es la corrupción, entonces el daño puede resultar
demoledor. Si el referéndum va sobre Pedro Sánchez, traidor a España, las
posibilidades de ganarlo resultan inciertas para Feijóo. Si el referéndum va
sobre Pedro Sánchez, jefe de la trama, las probabilidades a favor se disparan
para un candidato popular que tendrá asegurada la comparecencia masiva de sus
votantes y buenas perspectivas sobre una deserción relevante entre los votantes
de izquierdas.
Volver a hablar de
la amnistía es, efectivamente, lo mejor que le podía pasar al Gobierno de
coalición y a Pedro Sánchez. Sobre la amnistía en sí. Para no dar otra vez la chapa con lo mismo,
la referencia al derecho europeo –parte del derecho español–, parece lo más
sensato ante esa chapuza interminable que ha ido conformando el código penal
español. Una norma penal básica que ha sido reformada treinta y cuatro veces
desde su aprobación en 1995 no puede ser buena.
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