ETA, MOROS Y PODEMOS
MIQUEL RAMOS
Periodista
18/04/2023José María Lara, Txepe, reducido en el suelo por la
Policía Municipal de Madrid el pasado 15 de abril. — Twitter
El pasado sábado por la tarde se viralizaron las imágenes de una intervención policial en el barrio madrileño de Lavapiés, en las que se podía observar cómo varios agentes de la Policía Municipal reducían y detenían a varios individuos. La imagen más llamativa era la de un hombre mayor que, tras aparecer observando los hechos, volvía a aparecer ya reducido y detenido, faltando un fragmento previo de la escena grabada en video que nadie, hasta ahora, ha publicado. No hemos podido ver qué sucede para que este señor de 75 años acabe en el suelo y posteriormente en comisaría, convirtiéndose en el foco de atención de un acontecimiento que minutos antes tan solo observaba desde la distancia.
Los medios de comunicación publicaron al
día siguiente la identidad del anciano detenido: se trataba de José María Lara,
Txepe, un productor de cine, represaliado por el franquismo, y antiguo
militante hace 50 años (durante la dictadura franquista) de ETA-pm,
organización que de disolvió en 1981. Sin embargo, cómo se ha instrumentalizado
la figura de este protagonista involuntario es lo que ha permitido desviar la
atención sobre los hechos sucedidos en Lavapiés y sobre los que misteriosamente
faltan los segundos clave para entender la escena. Y también sobre el resto de
los detenidos, claro, que, aunque Txepe sea el personaje popular, de los otros
chavales del video nada se sabe. Ni siquiera por qué los detienen y cómo
empieza todo.
Tanto la identidad y el pasado de Txepe,
como de dónde venía esa tarde de abril eran el combo perfecto para la máquina
del fango que algunos vienen usando reiteradamente para cambiar los marcos y
los relatos de cualquier asunto: Un exetarra que venía de un acto de Podemos,
que le arrebató la porra a un agente y le amenazó con "metérsela por el
culo" tras ponerse en medio de una intervención contra dos moros que se
estaban peleando por droga. Ni el mejor de los guionistas podría haberlo
encajado mejor.
Las
asociaciones policiales saben que los medios de comunicación raras veces ponen
en duda sus versiones y comunicados, pues son fuentes a las que hay que cuidar
para seguir recibiendo información, esto es, mercancía para la empresa. Pero la
obscenidad llega hasta tal punto de llevar al titular la palabra
"exetarra" para hablar del caso, al mismo tiempo que ni te esfuerzas
por consultar al protagonista, ciñéndote únicamente a la versión policial.
Fueron medios como Público, El Salto, Naiz o Canal Red los que sí han dado espacio al cineasta
para que se explique y cuente su versión de lo sucedido, y han contado así
ambas versiones, algo que la mayoría del resto de medios no han hecho esta vez.
Más
allá de la accidental aparición de Txepe en este episodio, hace tiempo que
existe un gran interés por parte de determinados poderes en presentar las
grandes ciudades como zonas acechadas por una delincuencia descontrolada e
impune. Escenarios apocalípticos donde los agentes de la Ley luchan sin medios
contra "los malos", que además son apoyados por una masa social que
los odia y que no solo no acata su autoridad, sino que la confronta. Relatos
atávicos de sheriffs que deben poner orden en el lejano oeste o de policías
atados de pies y manos por sus superiores, que se pasan de prudentes y dejan
que el crimen se apodere de la ciudad. Sin embargo, los datos siguen
contradiciendo estos relatos, y muestran que los índices de criminalidad en España son de los más
bajos de Europa, y que nuestras estas ciudades no son
esas "junglas" que nos pretenden hacer creer con un vídeo de dos
individuos peleando en el Raval de Barcelona. Y sí, con toda la mala intención
racista de la palabra "jungla", pues atribuyen no pocas veces a la
diversidad y al supuesto ‘buenismo’ de los gobernantes (los de las muertes
impunes de Melilla y los CIEs, sí), el apocalipsis hacia el que nos
precipitamos.
Hay
diversos intereses interrelacionados en este tipo de relatos, que van desde el
ataque político a los gobernantes culpándolos de la supuesta criminalidad,
hasta la instauración del binomio diversidad-delincuencia para apuntalar a la
extrema derecha como la única capaz y dispuesta a poner orden con su siempre
dispuesta mano dura. Muestra de ello son los recientes videos del miembro de
Vox, Javier Ortega-Smith, confrontando con manteros y okupas, tratando de
reforzar esa imagen de sheriff, y que
muestra una vez más como nunca confronta a las élites sino a los pobres. Estos
relatos consiguen extender el mantra de la necesidad de endurecer el Código
Penal y aumentar las penas, y por extensión, de que la pobreza y sus
consecuencias se combaten con más mano dura antes que con políticas sociales.
Porque inseguridad es que vendan porros en la calle, no que no llegues a fin de
mes o que te desahucien de tu casa. Esfuérzate, pobre.
Resulta curioso que quienes insisten en
relacionar diversidad y delincuencia, se indignan cuando alguien sugiere que
existen identificaciones de la policía por perfil racial. Incluso amenazan con
denunciar a quien así lo afirme, a pesar de haber sido denunciadas,
documentadas e incluso acreditadas en anteriores ocasiones. Ahora bien, hace
tiempo que muchos aprendieron a esquivar las acusaciones de racismo, y hoy
hablan de culturas y no de razas, cuando insisten en la supuesta relación de
estas con la delincuencia.
Una
vez más hay que recordar que no está siendo nada disimulado el paso de varios
funcionarios de las FCSE a las filas de la ultraderecha, primero dejándose caer como conferenciantes en sus actos,
y después ya entrando en campaña. Algo que, aunque sea
legal, no deja en buen lugar al resto de compañeros que tratan de esquivar ese
supuesto estigma del que a menudo se quejan. Como tampoco deja en buen lugar al
Cuerpo mentir en sede judicial siendo funcionario para imputar a alguien y
valiéndote de la veracidad que te otorga tu condición de policía, como el
recién conocido caso de un excoordinador de los antidisturbios de Madrid
que acusaba de una supuesta agresión a una manifestante durante una
manifestación y que se demostró que mentía.
Imaginen si no llega a haber vídeos (en
este y en muchos otros casos similares). Imaginen que existe una ley que impide
grabar una intervención policial, como la vigente Ley Mordaza que el Gobierno
ha mantenido, traicionando su promesa electoral. Imaginen la importancia de
dudar siempre de la versión oficial. Imaginen dar siempre carta blanca a las
fuerzas del orden justificando cualquier actuación. E imaginen para qué sirve
el periodismo si no es precisamente para esto, para averiguar si lo que nos
cuentan desde las instituciones es cierto o no. Nuestro trabajo como
periodistas no es dar por buena siempre una versión que nos encaje mejor en
nuestra ideología o que nos interese para alguna contrapartida a pesar de no
tener pruebas, sino dudar siempre, sobre todo de las informaciones que
provienen del poder. Todo relato oficial que se reproduzca sin contrastar no es
información, es propaganda.
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