sábado, 16 de marzo de 2019

GUATEMALA DE TODOS LOS DOLORES


GUATEMALA DE TODOS LOS DOLORES
ILKA OLIVA CORADO
Es un país hermoso del que se uno enamora a  primera vista, rotundamente bello; de musgos blancos como enredaderas en los pinales, de musgos verdes como alfombras aterciopeladas a la orilla de los riachuelos; riachuelos que busca secar la mano asesina de quien no ama, de quien irrespeta y odia, odia, odia, odia lo bello por natural. 

Sus quetzales cantan junto a los jilgueros en los montañas verdes, profundamente verdes que resisten a la contaminación y a la mano asesina del fascista corrupto y mezquino que deshonra la tierra que milenariamente se niega a dejar de florecer. ¡Idólatras del poder y la impunidad!

Guatemala es un país fecundo, de abundantes frutas tropicales, de cepas de guineos que junto a las pascuas rojas, rojas, rojas de diciembre, acarician el marzo de las jacarandas, matilisguates y guacayacanes. Ronronean los brisas libres del verano en las sombras de las ceibas y los encinos.  Con la sutileza de los jocotes rojos de Jalpatagua se escriben los poemas en los caminones polvorientos de la campiña. Guatemala es en sí misma una oda que nunca ningún poeta pudo escribir. 

Y es como un paisaje, como una ilusión, como la flor tierna de anís en la tierra roja de Salamá, Guatemala es la ternura de su infancia, su alegría y su inocencia; es las manitas de las niñas que sueñan con ir a la escuela, de los niños que caminan descalzos en los pueblos inhóspitos, abandonados por el sistema.  Guatemala es el lomo de los jornaleros golondrinas que van de finca en finca agachando la cabeza y desangrándose la vida, que migran desesperadamente sin que la sociedad que se jacta de humanista, los voltee a ver siquiera. ¡Bah, hipócritas!

De los miles de marginados comiendo de los basureros en lo que muchos llaman: “la gran urbe” “la gran capital”, mientras “los seres de bien”:  los educados, los estudiantes, los egresados de la universidad, los empresarios, los intelectuales y el mundillo mediocre de los artistas apestosos a sobaco, fingen no verlos. ¡Oh, Guatemala de todos los dolores, cómo dueles!

Guatemala de los feminicidios, del perenne patriarcado, de los ladrones de cuello blanco, de sociedad de doble moral. Guatemala de pueblos honrados que solo comen una vez al día. Guatemala de la infancia marginada, de niños huele pega, de niñas embarazadas por violación. De casas de bajareque y teja, postal perfecta para el turismo, dolor agrio para la realidad de quienes las habitan.

De niñas vendiendo artesanías en las calles, excluidas de la escuela. De niños: picando piedra, cargando leña, las valijas del patrón,  del patrón glotón y fanfarrón, ególatra de sus estafas.  ¡Oh, Guatemala de los perpetuos ladrones!

Uno lo mira y suspira, entre dolor y encanto. Un país fecundo que se desangra a la vista de todos los que pretendemos pero no somos, de los que somos solo para la foto del recuerdo y la apariencia en una red social, de los aprovechados, de los insensibles y oportunistas.

Pero también es la Guatemala de la gente honesta, que pone el pecho, que pone el lomo, que levanta la cara, que camina de frente, que se curte las manos, que se parte la vida, que se desangra, que levanta la voz, que nunca olvida, que se ilusiona, que empuja, que cumple, que nunca deja de soñar.

¡Oh, Guatemala tierra amada, tierra de todos los dolores!,  no te cansés de florecer, porque floreciendo vos, florecen a pesar de la injusticia y el oprobio, los musgos blancos y los musgos verdes que hacen de las montañas el eco de resistencia que nunca, que jamás la mano del que odia podrá secar.
 

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