COSAS QUE DECIR DE LA
INMIGRACIÓN
ANTÓN LOSADA
No existe ninguna
crisis migratoria en España. Tampoco en Europa. De hecho, el número de
migrantes no deja de caer desde 2016. Al final de 2018 los migrantes que
intentarán entrar a España por el Mediterráneo no llenarán ni la mitad del
aforo del Santiago Bernabéu. Tampoco es cierto que haya millones de africanos
rumbo a nuestras costas o decenas de miles acampados a las puertas de Ceuta y
Melilla.
Tampoco estamos
ante un problema de inmigración. Los extranjeros apenas llegan al 11% de la
población española total. Antes, al contrario, nuestro problema sería en todo
caso que necesitamos más gente de fuera para mejorar nuestro sistema
productivo, nuestra economía y nuestro mercado laboral, para sostener nuestro
estado del bienestar y sus pensiones o para equilibrar la demografía.
Sí padecemos, en
cambio, un gravísimo problema político con la inmigración. Pero no causado por
los migrantes, sino por una derecha xenófoba y populista, que ha encontrado
combustible electoral en el miedo a la expectativa de que el migrante se acabe
quedando con nuestro bienestar, y una izquierda que, lejos de combatir
radicalmente ese discurso o defender una política alternativa, otorga
credibilidad al discurso del miedo ofreciendo control y orden, pero más
humanitarios, pagarles por no venir o pagar a sus gobiernos para que no vengan;
elijan la menos mala.
Europa no nos ha
abandonado a nuestra suerte. Tampoco a Italia. Ambos países resultan los
mayores perceptores de los fondos europeos para inmigración habilitados en 2016
para hacer frente a la crisis de los refugiados: más de 2.800 millones de euros
hasta 2020.
Las Comunidades
Autónomas no están al límite de su capacidad. De hecho, muchas ni han empezado
a utilizarla. Si se resisten o no hay acuerdo para acoger a más menores
migrantes se debe a la misma razón que en Europa: miedo al discurso populista y
xenófobo y ausencia de coraje político para enfrentarlo. A los gobiernos
autonómicos les pasa lo mismo que a los ejecutivos europeos: les carcome el
miedo.
El Norte de Africa
precisa más recursos y más cooperación europea, pero, sobre todo, necesita que
la corrupción de regímenes como el marroquí deje de devorar los recursos y la
cooperación que ya existen. Los migrantes suponen un negocio para las mafias,
es cierto, pero aun lo son más para sus gobiernos. Pagarles más va a generar
principalmente más corrupción. La democracia siempre ha demostrado ser la mejor
gestora de los flujos migratorios.
Mientras ningún
gobernante europeo diga y repita estas verdades las veces que sean necesarias,
dónde y cuándo haga falta, no se romperá la espiral del miedo que devora a la Unión
Europea. Matteo Salvini o cualquier otro energúmeno dirá en alguna parte del
continente que Europa es débil o buenista o tonta y hay que parar la amenaza
migrante, en cada país de la UE irresponsables y oportunistas como Pablo Casado
o Albert Rivera le darán la razón y se inventaran su propia amenaza local y
gobernantes como Pedro Sánchez o Ángela Merkel se reunirán de urgencia para
hablar de la “crisis” o la “amenaza” y prometer más dinero para arreglar un
problema que afirman no es el que dicen Salvini, Casado o Rivera pero, tal y
como lo explican, se le parece bastante.
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