EN EL SECRETO
DE LOS SUMISOS
Rafael ZAMORA
MÉNDEZ
Apreciadísimos Amigos de NACIÓN CANARIA:
En estos pasados días, en plenas efervescencias primaverales, les comunico que
me he llevado una muy privativa sorpresa al visionar algunas viejas fotografía,
publicadas en un conocido medio, por la sin par investigación, mimo y apego,
del pacienzudo entrañable camarada, BAUDILIO DOMINGO NAVARRO QUINTERO, para el
cual, el tiempo ya vivido y las miles de cosas radicalmente transcurridas, no
tienen ninguna clase de invisibles recónditos, almacenándolas como auténticas
reliquias de rica colección en su electrónica computadora, para que, al
instante, den creyente confirmación a los más meritorios y excepcionales de los
imaginativos valores-históricos-evocativos.
Ante las mismas, me vino a la revuelta
imaginación, aquella añeja, matizada jocoso jácara, del piadoso sacerdote que,
puesto de pie en el elevado púlpito,- tan usado en otras lejanas épocas -,
cierto domingo, en excitante homilía, les exponía a sus considerados
feligreses:
-.-¡HERMANOS, HIJOS MÍOS: TODOS
NOSOTROS, ESTAMOS HECHOS A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS!
Y, un infortunado jorobado que se
encontraba debajo de él, alzando la cabeza, le increpó:
-.- ¡Ya, coño padre es que, entonces,
¿Hicieron conmigo un EXPERIMENTO?
El asunto, no deja de tener su realista
gracia y, ajustadamente, viene a pelo, debido a que en uno de esos referidos
retratos del buen amigo, me he encontrado con el agradable sortilegio de haber
podido distinguir a un sufrido, a un tierno personaje, desprovisto por completo
de la específica claridad del habla, altamente conocido y plenamente respetado
Se trataba del muy destacado mudito,
LEOPOLDO; un muy humano ser que, durante toda su laboriosa existencia supo
transitar por todas las calles de El Hierro, dejándonos una refulgente estela
de modélica sencillez, absorbente abnegación y apegada concordancia.
Entregado por completo a su responsable
compromiso de solitario y exclusivo limpiabotas, recorría cuantiosas conocidas
vías, en busca de alguna precisada clientela, dispuesta a usar de sus cumplidas
prestaciones profesionales, en las que él, depositaba, buena parte de los
restantes sentidos que el reino celestial le había querido adjudicar.
Con sus manos, totalmente tiznadas de
pringosas cremas alquitranadas, con frecuencia, solía deslizárselas por los
ojos, motivo por el cual, poco a poco, incluso también, fuera perdiendo una
buena parte del trascendental sentido de la vista.
Invariablemente, de continúo, andaba
pulcramente vestidito.
En la vida, pude rebasar a saber de qué
color tenía sus cabellos, ya que, acostumbraba a revestirse la cabeza con una
usual cachucha de invariable paño que, celosamente, se los ocultaba.
Tenía el óptimo don de saber buenamente
atender a cuantos a él acudieran, en busca de alguna especial ayuda o imperioso
favor.
Lo mismo cargaba con surtidos periódicos
que con múltiples canastas de compras, diversos recipientes de agua, escritos
comunicados, expeditivos despachos y redactados mensajes, aligerando
eficazmente las comisiones a él encomendadas, con acelerada premura, equitativo
apego y campechana entrega, a la busca y captura de unas muy convenientes
conquistadas monedas de apremiante recompensa.
¡En ningún tiempo, jamás, siguiendo la
absorbente tradición herreña, llegó a extender la mano, para suplicar una
forzada limosna!
A renovados impulsos de asidua entrega,
modélica consagración y valiente empeño, con el benigno aliento de su más
afectivos familiares podía consumir el pan nuestro de cada día, merced a la
quejumbrosa faena que sin cesar, voluntariamente, realizaba.
¡A la clara emisión de su espléndida
buena muestra, muchos son los que aun siguen visitando a la isla, turulatos se
quedan, al patentizar que en ella, no pululan esas enormes cantidades, (por no
certificar que NINGUNA), de tantos sombríos mendicantes que, por cualquier
rincón o esquina de otros lugares y urbes, asolan a los transeúntes para
implorarles con contrastada machaca un desesperado donativo!
¡El ilustrado secreto de muchos de estos
sumisos seres que, por las estrechas rutas de esta sufrida existencia, saben
deslizarse rectamente, soportando estoicamente sus físicos defectos y carencias
personales, con la más ejemplar y modélicas de las cristiana resignaciones!
En cierta ocasión, le hice un
determinado encargo al consumado y corpulento artesano, GONZALO, para que me
elaborara unos fuertes zapatos.
Por un inexplicable error aclaratorio,
con la quejosa anomalía de haberle puesto unas suelas de aglutinante goma de
rueda de vehículo, y un amarillento cuero acolchando al calzado, no me quedó
otro remedio que pagárselos, para tener el suficiente valor de, asi, poder
quedarme con ellos.
¡LEOPOLDO, fue el eficiente operario
libertador que perpetrara la asombrosa mutación del risible artilugio,
tiñéndomelos de negro y dejándomelos completamente lustrosos, como si en
realidad, fuesen de puro charol!
Cada verano, cuando un servidor pasaba
unos plácidos meses por la Capital, me lo encontraba a las puertas de los
bares, tiendas y negocios, al acecho de algunas empolvadas chancletas,
dispuesto a dejarlas resplandecientes y así, ganarse el habitual jornal
preciso.
Últimamente, aceptaba comedido mis
entregas económicas para el estimulante cafecito y, ya, de cerca, muy de cerca,
mirándome como podía, muy fijamente, me reconocía, prorrumpiendo en rítmicos
saltitos de sonado regocijo y estimulante deleite, mientras, guturalmente,
emitía unos acompasados sonidos de amistosa gratitud y cariño, casi, casi, como
pretendiendo besarme las manos.
Y, no quiero finiquitarles este registrado
relato, sin referirles aquella imprudente mala salida, llevada a cabo por la
inhumana ocurrencia de alguien que, dirigiéndose a otra celebrada figura, ya,
en la senectud de su existencia y bastante falto de mentales reflejos,
chistosamente, le espetaran:
-.- ¡MIRA, POR AHÍ ANDAN DICIENDO QUE
LEOPOLDO, ESTÀ "HABLANDO" MAL DE TI!
¡Gracias a la vertiginosa mediación
defensiva de unos considerados paisanos, a nuestro pobre calificado conocido,
no le cayó encima, la consabida soberana lluvia de duros e inmerecidos
bastonazos!
Se recapacita que, la semejanza con
Dios,
especialmente se encuentra concentrada
en el alma.
El cumplido compañero, Leopoldo, tuvo
dos:
¡LA QUE EN EL HIERRO, CON SU PROTOTIPO
NOS DEJÓ
Y, LA QUE EN EL CIELO, YA REPOSA CON
ETERNA CALMA!
***********************************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario