LA GUERRA DE LOS FÓSILES
MARTIN GRANOVSKY
Terminada
la gira de Francisco, algo está claro por el eco que aún despierta: la crudeza
del vocabulario papal se convirtió en un huracán para el sistema político de
los Estados Unidos. La prueba es la renuncia anunciada por el presidente de la
cámara baja, el republicano de Ohio John Boehner. El periodista de The
Washington Post Mike DeBonis escribió que Boehner venía siendo presionado para
que fuese aún más confrontativo con el presidente Barack Obama en temas como gasto
público, aborto, inmigración y salud.
El
propio Boehner, un católico practicante que lloró en el discurso de Francisco
en el Congreso, aclaró que no decidió renunciar sacudido por la emoción que le
produjo el Papa.
Es
obvio también que el huracán Francisco no pulverizó un sistema político ya
híperpolarizado, con republicanos sin posibilidades de gobernar pero que
aprovechan su control de la mayoría parlamentaria para trabar lo que pueden.
Lo
que hizo el Papa con el ventarrón de sus mensajes en favor de los inmigrantes,
sus alusiones a Martin Lüther King y su llamado insistente a controlar el
calentamiento global del mundo fue dejar la crisis al desnudo en toda su
dimensión.
Quien
hable del cambio climático en los Estados Unidos automáticamente queda sometido
a la metralla de James Mountain Inhofe, el senador de Oklahoma que preside la
Comisión de Medio Ambiente y Obras Públicas y es un mimado de Big Oil, como
llaman en los Estados Unidos a los lobbyistas de las grandes empresas de
energía y petróleo. La mayoría de sus donantes proviene de Big Oil o de los
hermanos Koch, propietarios del poderosísimo grupo Koch Industries y compañeros
de ruta del buitre Paul Singer en la pelea contra todo tipo de regulación en
cualquier sector de la economía y en la donación de fondos a la ultraderecha
republicana.
Ya cuando el Papa lanzó en junio su encíclica
sobre el cambio climático Inhofe reivindicó los combustibles fósiles al igual
que lo hizo Jeb Bush, hijo del viejo George que fue presidente entre 1989 y
1993 y hermano del ex presidente George que gobernó entre 2001 y 2009. Inhofe
es presbiteriano. Jeb Bush es católico. Ubicados en franjas distintas del
cristianismo, ambos superan sus diferencias, sin embargo, gracias al más grande
de los combustibles fósiles, el petróleo. El xenófobo Donald Trump y su cabello
teñido a la manzanilla son solo la caricatura del grupo de poder que se empeña
desde hace 35 años, cuando Ronald Reagan ganó sus primeras elecciones, en hacer
que los Estados Unidos sean cada vez más desiguales. Menos salvajes en sus
modos verbales, Inhofe, Koch, Singer o Bush están obsesionados por quitar aún
más impuestos a los más ricos y aún más límites a los conglomerados más
fuertes. Todos ellos parecen inmunes a noticias recientes como la renuncia del
presidente de Volkswagen Martin Winterkorn luego de revelaciones según las que
esa empresa cometió fraude al instalar en sus autos a gasoil un software para
detectar la presencia de controles para la emisión de gases. Otra noticia que
marca una tendencia diferente en el mundo es que mientras Francisco visitó los
Estados Unidos Obama también recibió al presidente chino Xi Jinping. Ya
llegaron a dos acuerdos. Uno, contra los ciberataques. El otro contra las
emisiones de efecto invernadero. Mientras tanto los fósiles redoblan su guerra
dentro y fuera del territorio norteamericano. Están enojados porque el Papa
hasta les enseñó quién fue de verdad el republicano Abraham Lincoln. Y quieren
revancha.
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