AMANECE
DUNIA SÁNCHEZ
Amanece. En una casa de paredes de pintura carcomida
se halla madre e hijo. En una habitación. En la cama la madre. En un rincón
sentado en el suelo el hijo.
Pero a dónde vas hijo de las mil lunas a estas
horas.
Nada, busco agua. Si
agua que has de beber, que debo de beber. No ves que esta sequedad nos estás
matando.
Si, cierto. Pero no
robes a nuestros vecinos, ello traerá una batalla campal donde a ti no te quedará ni el suspiro.
Que no robe. Pero que
dices madre. No puedo más. Estoy cansado y sediento…tanto que mis fuerzas son
nimias. Necesito beber y tu también de esa agua que da la vida. Mira nuestro
pozo, contaminado. Si muero por ese delito lo prefiero antes de
contaminarme con ese lodo.
No hijo. No. Te
matarán, mira que eres bestia. No comprendes. Ya vendrán tiempos mejores.
Aguanta, aguanta…hasta que la lluvia rebose nuestras bocas, humedezca nuestros
labios.
Estás loca madre. No
te ves. Ahí encamada sin nada que llevarte a la boca solo pan y pan. Agua. Sí
agua que engendra la vitalidad, el surcar por estos campos aislados de todo
bullicio. Iré madre y al primero que tenga agua potable se la pediré sino….
Sino qué. Dime,
dime….lo matarás.
Si madre.
Dios santo de todos
los Cristos que el demonio no invada esta casa, esta casa oxidada, derruida por
tanta mierda. La miseria nos abate, la miseria nos daña, la miseria nos
corrompe. Pero hijo…Dios Santo de todos los Cristos no hagas barbaridades. No me dejes sola. No ves mi estado.
Si, madre. Veo tu
estado y por ello soy fusil al encuentro de tu vida. No es fácil. Pero me hallo
descosido al verte tan decaída. Maldita pobreza. Adiós madre, voy a por el
agua. Agua que has de beber, agua que he de beber nada más.
Hijo ¡Hijo¡ Aquí te
espero, siempre te esperaré…
Y se fue, con la
sombra de un sol que llagaba sus ojos, con la rabia de una madre muerta
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