Gieco, Cristina, Pepe y los otros
Eduardo Sanguinetti - Filósofo Rioplatense
La
verdad es que, para mí, sería una experiencia maravillosa oírla hablar sola”.
Estas fueron palabras que pronunció el cantautor León Gieco tras ratificar su
apoyo a la presidenta Cristina Fernández. (DyN).
Lo
manifestado por Gieco expresa que la relación entre consenso/disidencia es
inseparable en una sociedad que gestiona la resolución de los conflictos en
términos de mayoría, de políticas públicas y centralizadas, de códigos legales
unívocos o de legalidades no dichas ni escritas, pero no obstante dependientes
de la “ontología de lo mismo”: este es el estado natural y continuo que como
paisaje reciben los habitantes del planeta enfrentados a un flujo irreversible
de acontecimientos que no pueden ocultar su extremo rigor. Lo expresado se
legitima en las palabras del presidente de Chile Sebastián Piñera ante la
prensa, al cumplirse el 11 de setiembre, 40 años del sangriento golpe de Estado
que derribó al gobierno democrático del Dr. Salvador Allende “que ni la
justicia, ni la prensa, ni toda la sociedad de su país hicieron lo que debían
para frenar las violaciones a los derechos humanos, cuando sobrevino la
dictadura” (Los Andes).
Temo,
pues, no solo que las mayorías expresen su voluntad, manipulada desde las
corporaciones económico mediáticas cual rutina hora a hora fabulando, sino que
intenten universalizarla persiguiendo a la disidencia, hoy presente en una
serie de individuos aislados, pues lo que se denomina oposición en Argentina es
la simulación de un simulacro de un partido ausente inmaterial que encarna los
sueños de autonomía. El ejemplo que aplico son los dichos de la vice-jefa de
gobierno porteño María Eugenia Vidal, afirmando el vínculo político entre
Mauricio Macri y el ex jefe de gabinete kirchnerista Sergio Massa. Horas antes,
un candidato del massismo, Felipe Solá, dijo: “Si hubiera existido acuerdo, lo
hubiéramos hecho público”.
Democracia
e igualdad no son lo mismo, sino que incluso resultan términos antinómicos: si
la política presupone condiciones de igualdad, es preciso entenderla como una
fuerza cultural de la época: una compulsión a la identidad homogénea.
Pero
a través de los procedimientos por los cuales se expresa la mayoría en nuestras
sociedades y a través de este discurso apologético de la igualdad, las mayorías
terminan suprimiendo la opinión y el accionar de las minorías y por otra parte,
en una sociedad centralizada son pocos los sujetos que se ocupan de gobernar,
pues los otros están abocados a la campaña política permanente. “Los gestos
amistosos del presidente uruguayo José Mujica con Cristina Fernández generan un
enfrentamiento entre el gobierno y la oposición que lleva al Parlamento a la
paralización de la producción de la planta de celulosa de la empresa finlandesa
UPM. La oposición pretende indagar si la negativa del gobierno de Mujica
responde a algún tipo de presión de su par argentino, debido a las elecciones
legislativas del próximo 27 de octubre”. (Diario La Nación)
Ahora
bien, en una sociedad de iguales ¿a quién puede apelar una persona o grupo que
es discriminado? El efecto de la mayoría no reside solamente en señalar al
diferente o disidente sino también en seducir su voluntad a través de la
presión del sentir de la mayoría. La consecuencia es el abandono de la opinión,
el exilio, el ostracismo y en el peor de los casos la violencia puesta en acto
hacia quien resiste a la opinión de la historia oficial. “Aún no están hartos
de todas las mentiras. ¡Yo sí!”. Palabras de una periodista de política
internacional expulsada de su trabajo violentamente por dar su opinión acerca
de las mentiras de Obama y su gobierno, en cuanto a la invasión a Siria.
(WordPress).
Si
el deseo de libertad depende del amor al riesgo de vivir con la verdad, es
necesario aceptar que la soledad es una sanción sociopolítica posible hoy en
esta denominada aldea global y, por supuesto, el temor al “síndrome del paria”
socializa gregariamente. Cada uno deberá descubrir su receta de sobrevivencia,
ante “el estado de las cosas” donde el demonismo como metáfora de la realidad
colapsará todas las representaciones.
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