UN
CUENTITO ESPAÑOL SOBRE LA GESTA DEL 25 DE JULIO
Por Miguel A.Diaz Palarea
En estos días hemos contemplado en las calles
de Santa Cruz de Tenerife las representaciones de lo que han venido a denominar
“La Gesta de 25 de julio” y, sin desdeñar la importancia que para el pueblo
canario tiene el recordar este acontecimiento, se precisan algunas
puntualizaciones. Hemos observado una versión militarota made in Spain, sin
rigor histórico, de aquel acontecimiento vital en la historia de las Islas
Canarias. Mi humilde opinión es que lo teatralizado en poco se ajusta a los
hechos acontecidos en aquellos ventosos días de julio de finales del S.XVIII
que pudieron cambiar la historia de las islas; ya Pérez Minik hablaba de la
posibilidad de haber pasado Canarias a la Corona Inglesa; tema, de cualquier
forma, discutible y que sería objeto de un análisis más extenso al que parecen
rehuir nuestras facultades de historia en Canarias.
Si se es riguroso con la historia debió recibir
el protagonismo el pueblo llano de Santa Cruz de Tenerife, como ya muestra la
mejor escultura histórica de aquella ciudad. Se encuentra ubicada, quizás algo
enterrada al extremo derecho del Cabildo Insular. La escultura no suficiente
valorada del Premio de Canarias el catedrático Don Manuel Bethencourt Santana:
“El grito” como con cariño la denomina el pueblo. La obra, a pesar de sus
detractores españoleros, da en el clavo al poner rigor histórico al
acontecimiento y rendir un sensible homenaje al valiente pueblo de Tenerife.
Fue quién derrotó la flota que trajo Nelson a someter a las Islas Canarias. En
aquella obra de arte se observa a una canaria, mujer del pueblo, con los puños
cerrados, gritando con rabia al ventoso cielo y arengando a los paisanos para
plantar cara al ejército invasor de Nelson. Este grito de guerra, que desgarró
la noche de aquel mes de julio, otorga el protagonismo a quien se lo merece, a
quien mal armado derrotó al contralmirante Nelson con su valentía y arrojo. Por
otro lado cumple el papel de quitar la máscara, con rigor histórico, a quien no
tuvo una postura gallarda, como lo fuera el General Gutiérrez, y también a sus
oficiales y a la mayoría de militares a sus órdenes. Esta vergüenza histórica
para el ejército español fue destacada por la propia metrópolis al no otorgar
ningún mérito al General y a las fuerzas a su mando. Quisieron dejar clara la cobardía
de sus timoratos oficiales, que sólo regresaron cuando ya el pueblo había
repelido a la flota inglesa y cuando el General Gutiérrez pactó con el propio
Nelson que le dejaba marchar si prometía no volver a atacar las Islas Canarias.
Habla por si solo el desdén con que la Corona
trató a su máxima autoridad militar en las islas: General Gutiérrez y a los
oficiales a sus órdenes.
Traeré un ejemplo de ello, sacado del libro
“Los Desertores en la Gesta Del 25 de Julio” de Don Juan Carlos Cardell
Cristellys, sin olvidar lo manifestado al respecto por Don Antonio Rumeu de
Armas y el propio Alejandro Cioranescu sobre lo acaecido aquellos días de donde
se surte el expresado libro, así como de fuentes inglesas y francesas que han
estudiado el tema por la cuenta que les traía.
Son palabra sinceras de uno de los
protagonistas de dicha gesta, lo que le aportan un valor especial; son palabras
de quien luchó y fue testigo de primera mano de los acontecimiento: dudas y
huidas en los oficiales del ejercito español en canarias. Domingo Vicente
Marrero nos dice sobre lo acontecido y cito textualmente:
“Quiero y no quiero hablar de los muchos
señores oficiales que abandonando la patria al furor de sus invasores
permitieron su ruina a cambio de conservar sus vidas volvieron la espalda a la
primera voz de estar el enemigo en tierra.
Llenándose los caminos y aún las salidas más
intransitables de nobles cobardes que fugitivos corrían a tomar altura de donde
observar sin recibir daño; es cierto que los milicianos, soldados la mayor
parte, lo ejecutaron también pero ¿por qué?”
Y nos responde este testigo presencial:
“Porque veían a sus comandantes, a sus
capitanes, tenientes y alférez tomar la delantera, dándole el más vil ejemplo y
a más que cuando estos lo hicieren acaso por ventura ¿Saben lo que es el honor?
¿Tienen de él alguna idea? ¿Han leído las reales ordenanzas? ¿Qué bienes y
caudales aventuraban? NADA. NADA DE ESTO SE ENCONTRABA EN UNOS HOMBRES AGRESTES
Y RÚSTICOS”
Ya es hora de poner los puntos y las comas en
su lugar, como ha hecho el Escultor Manuel Bethencourt Santana. Espero que en
próximos años se cuente con el auténtico protagonista de los acontecimientos:
El pueblo llano.
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