viernes, 27 de julio de 2012

Con la espontaneidad de la emergencia


Con la espontaneidad de la emergencia

Por EDUARDO SANGUINETTI



“Mañana, cuando yo muera, no me vengáis a llorar: nunca estaré bajo tierra: ¡Soy viento de Libertad!”.
Che Guevara

Hay que cambiar ¡ya! el modo de existir de nuestros pueblos. Tratar en paz y silencio las urgencias más inmediatas de la humanidad.

Cambios de arriba a abajo y viceversa, en todo lugar, en todos los campos de la conciencia.
El enemigo no es la enfermedad, la enfermedad no es más que un efecto. El enemigo del hombre, sigue siendo el hombre mismo, con sus prejuicios, orgullo, creencias, intolerancias, mentiras y sobre todo con sus carencias. Contra eso no existe comunidad alguna inmunizada, ni sistema alguno que ofrezca solución a corto o largo plazo.

Es inútil llamar a los dioses en nuestra ayuda, como es vano oponer fuerza a la fuerza.

Todo el espectáculo, al que asistimos a diario, en confrontaciones de todo tipo, devenidas en guerras, torneos de fútbol, publicidades de productos basura que consume una humanidad que se cocina un porvenir con restos, confrontando en pantallas de TV o en el universo de la Web, comentando la noticia del día, armada por las corporaciones que manipulan a su antojo este planeta. Una humanidad que desde su sitio de comentaristas, al borde del acontecer del mundo, creen participar de una realidad que ya no les pertenece, con sus intolerancias, pobres argumentos, enorme estupidez y resentimiento epistolar.

Nada me impide hablar y manifestar con la libertad con que transito mi existencia, acerca de la “moral cristiana” y la condición de su existencia y perpetuación del fraude histórico que trajo consigo. Portando la mentira como dogma de ninguna fe, por una eternidad célibe, sacrifica un estadio de vida en el presente de cada individuo, apelando a la “buena conciencia” y a la bondad del sacrificio y de la censura para arribar a una existencia en felicidad y plenitud, que harían que el milagro de “ser un humano” no muera, en nombre de ningún rito, que no olvidemos nacen de la realidad. Así han hechizado a una comunidad temerosa de anteponer el ¡sí! del placer de vivir, al ¡no! de la fe cristiana, en nombre de la cual crucificaron a tantos visionarios y prohombres que resistieron a supercherías y fanatismos, en Cruzadas eternas, contra la libertad y verdad.

La tarea del hombre dueño de sí es impedir que muera el milagro. No rendir homenaje a nada, sino vivir milagrosamente, no morir más que milagrosamente y recordando a Nietzsche: “Dionisíacamente, el nacimiento del cristianismo a partir del espíritu del resentimiento, no a partir del ‘espíritu’, como de ordinario se cree, un contramovimiento por su esencia, la gran sublevación contra el dominio de los valores nobles…”. En fin, ha llegado el tiempo de poner en juego los valores de siglos, anquilosados en los principios y dogmas cristianos que manipularon y manipulan a su antojo la existencia de miles de millones de seres, los denominados “buenos ciudadanos”, chivos expiatorios de una moral de autómatas fanatizados, degradadas sus existencias con una doble moral, siguiendo las tendencias del capitalismo, consumiendo, acumulando, estafando, asesinando, pero sin olvidar participar de las ceremonias fúnebres dominicales, “recibiendo el cuerpo y sangre de Cristo”, estos “buenos ciudadanos” pertenecientes a modos y maneras burguesas, “peste de la humanidad”, asimilados a la denominada fe cristiana: “Negación de la voluntad de vida”, devenida religión.

Coincido con José Mujica, en su recurrencia a la palabra “feliz”, aplicada incluso a manifestar su descreencia en “feliz ateísmo”, como norma de existencia ética, anteponiéndola a cualquier acto y asimilándola a una manera de vivir, no creo haberme equivocado en proponerlo humildemente a recibir el Premio Nobel de la Paz; creo que sería un referente, un punto de partida para caminar otro mundo, en sintonía con la armonía que se predica y no se practica.

Sumo a ello las enseñanzas que se esconden en el fondo del dolor, en el caso de Mujica puntualmente, en sus años de confinamiento. Y termino esta columna con palabras de Don Pepe, con quien coincido en el equívoco de Brecht, hablando de él: Que Pepe Mujica es un veterano, un viejo que tiene unos cuantos años de cárcel, de tiros en el lomo, un tipo que se ha equivocado mucho, como su generación… y que trata hasta donde puede de ser coherente con lo que piensa, todos los días del año y todos los años de la vida. Y que se siente muy feliz, entre otras razones, por contribuir a representar humildemente a quienes no están… Yo discrepo con Bertolt Brecht porque no hay hombres imprescindibles, sino causas imprescindibles, caminos imprescindibles. Quienes no cultivan la memoria no desafían al poder. Es una herramienta más para construir el futuro, que pese a quien pese es nuestro, porque no nos pudieron derrotar.

¡Hasta la victoria siempre!





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