LA DERECHA MODERADA QUE
PROMUEVE EL ACOSO
Los primeros
síntomas nos vienen a indicar que la medicina para combatir el fracaso
electoral de la derecha será aumentar las dosis de nuevo trumpismo y viejo
fascismo que precisamente provocaron esta derrota
GERARDO
TECÉ
Feijóo campeón. / J. R. Mora
En la semana política en la que no iba a pasar nada acabaron pasando cosas. Cosas importantes, de hecho. Mientras la única noticia era que no había noticia, ya que Feijóo estaba respetando religiosamente la aritmética esperada de su fracaso parlamentario, en paralelo iba quedando configurado lo que será el panorama político de la próxima legislatura. Como diría Rajoy, último líder de la derecha capaz de lograr una mayoría en este país por sus propios medios hace ya 12 años, esto no es cosa menor. O, dicho de otra forma, es cosa mayor. Configurar panoramas no es función de los parlamentos donde estaban las cámaras la pasada semana ni de la Zarzuela, donde están en esta. Los panoramas que marcan la política y son, por tanto, la política en sí, suelen suceder en los márgenes. Una anécdota, un vídeo viral, una reacción desmedida o que se quedó corta, o una portada de periódico generan más política que el hemiciclo. Lo cual, normalmente, no es una buena noticia. De lo surgido en los márgenes en esta última semana, en la que la derecha ha constatado su fracaso en las urnas, se puede concluir que ya tenemos decidido el ambiente en el que viviremos los próximos años.
El tipo que acosó a Óscar Puente
en un tren camino a Madrid compartía ayer un vídeo fumándose un puro mientras
ponía condiciones a las teles que se lo rifan para tenerlo en plató tras su
hazaña ciudadana. Yo decido las primeras cinco preguntas y las otras cinco las
decidirán los periodistas, leía el comunicado como el que pide un rescate. Por
supuesto, sabedor de lo putrefacto del oficio, aprovechaba su momento para
pedir dinero por esas entrevistas, no sabemos si en bolsa de plástico metida en
un contenedor con billetes no consecutivos. Sea como sea se lo darán porque,
como él mismo decía, lo vale. El tipo que acosa a diputados, que tiene
antecedentes violentos, que se graba consumiendo cocaína y comparte
publicaciones de corte neonazi en redes sociales, ha sido definido por el
vicesecretario de organización del PP del moderado Feijóo como un pasajero de
tren que le pide explicaciones al agresivo y chulesco PSOE. En perfecta
coreografía, Ayuso protagonizaba este fin de semana portada en La Razón: “La
calle tiene que demostrar a Sánchez que esto no le va a salir gratis”. No
especifica, sin embargo, la presidenta madrileña el precio que tendrá que pagar
Sánchez si el Congreso le da su confianza para que repita como presidente.
Sabemos, eso sí, que el punto de partida mínimo marcado es que el acoso
personal, aunque sea protagonizado por nazis con historial de agresiones, es
legítimo. De ahí para arriba. Arriba España, por ejemplo, como proponía el
socio Abascal desde la tribuna del Parlamento: el pueblo español se defenderá,
luego no vengan lloriqueando. Nada nuevo bajo el –cara al– sol. Vox suele
arrancar sus legislaturas con una petición de golpe de Estado o alzamiento
nacional. Lo hicieron en 2020 y lo vuelven a hacer ahora. ¿Cómo sería ese
golpe? Ni ellos lo saben. A las Fuerzas de Seguridad del Estado, en manos de la
derecha, les gusta especular con que podrían ser ellas quienes salvaran a
España de la mayoría de los españoles que han vuelto a votar de forma
equivocada. “Todas las organizaciones y plataformas representativas de la
Policía Nacional y de la Guardia Civil han unido sus fuerzas para plantarle
cara al Gobierno de Pedro Sánchez”, declaraba esta semana la Asociación
Unificada de la Guardia Civil desde su cuenta de Twitter.
Los primeros síntomas nos vienen
a indicar que la medicina para combatir el fracaso electoral de la derecha será
aumentar las dosis de nuevo trumpismo y viejo fascismo que precisamente
provocaron esta derrota. Si hace cuatro años el objetivo contra el que todo
valía, incluyendo el acoso personal, eran Podemos y Pablo Iglesias, ahora la derecha,
más abierta de mente que en 2020, parece que amplía el foco señalando al PSOE,
como ya advirtió Niemöller en el poema. Partido de centro, responden en el PP
cuando les preguntan por la ubicación ideológica mientras aplauden al nazi del
tren. Más allá de la irresponsabilidad, el peligro para la convivencia y, en
general, el drama de tener una derecha no homologable a otras derechas europeas
democráticas, es curioso que teniéndolo todo a favor para ganar, la derecha
española pierda. Con el poder mediático, económico, con la policía, el
ejército, la iglesia, los toreros y el capitán de la selección española a su
favor, la derecha fracasa una y otra vez desde que la crisis llevó a Rajoy a La
Moncloa en 2011. Doce años sin entender –gracias a dios, diría el trabajador al
que le han subido el salario mínimo– que, cuando todo el sistema trabaja para
ti, no es buena idea presentarte como antisistema de la mano de nazis y gritos
golpistas. El día que descubran que criminalizar a la mayoría de españoles no
es una buena estrategia, la izquierda tendrá un problema. Mientras, le toca
formar gobierno.
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