CÓMO LA GUERRA FORTALECE A LA EXTREMA
DERECHA EN ALEMANIA
CARMELA
NEGRETE
El partido
ultraderechista AfD se ha erigido en la única voz en el Bundestag en criticar
las sanciones a Rusia y los envíos de armas a Ucrania. Las elecciones de este
domingo dan cuenta de esta tendencia
Este domingo, en los estados alemanes de Baviera y Hessen, muchas personas votarán por primera vez al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD). En Hessen, podrían obtener un 16%, y en Baviera, un 14%, varios puntos más que en las elecciones anteriores. Es posible que las noticias de las últimas horas influyan de alguna manera en el resultado, ya que el co-presidente del partido, Tino Chrupalla, tuvo que cancelar un mitin debido a un presunto ataque con una jeringuilla que lo llevó al hospital, aunque las autoridades aún no lo han confirmado. También la co-presidenta Alice Weidel canceló un evento el martes y afirmó que lo hacía debido a una amenaza de atentado, pero las autoridades policiales lo desmintieron, y se supo que estuvo de vacaciones en Mallorca en esos días. En cualquier caso, los resultados en estos estados son solo un síntoma de algo mayor. La extrema derecha alemana no deja de crecer, y según las encuestas, un 20% de ciudadanos a nivel nacional considera votarla, llegando incluso al 30% en varios estados del este.
En este momento,
una combinación explosiva de complicaciones sociales debido a la inflación y
una disminución de la clase media alemana se suma a los problemas preexistentes
de racismo, antisemitismo e islamofobia crecientes. La AfD es el único partido
que se atreve a criticar la política estatal hacia Rusia en el Bundestag.
Aparte de una parte del partido Die Linke liderada por la política Sahra
Wagenknecht, dividido en torno a esta cuestión. No pierden la oportunidad los
políticos de la AfD en cada discurso de recordar lo perjudiciales que son las
sanciones a Rusia para la economía alemana, y han llegado a distorsionar y
tergiversar la historia alemana, haciendo referencia a la invasión de la Unión
Soviética y a la Segunda Guerra Mundial.
Por otro lado, en
los demás partidos no se observa autocrítica al respecto. Este fin de semana,
por ejemplo, el Ministro de Economía Federal, el político verde Robert Habeck,
advierte en la revista Spiegel sobre la creciente polarización y el ascenso de
la AfD, pero niega tener responsabilidad personal en ello. «Los populistas
aprovechan los problemas que preocupan a la sociedad para mostrar la supuesta
incapacidad del gobierno para encontrar soluciones», afirmó. Sin embargo, el
Ministro es consciente de que en las críticas de la AfD hay una base de verdad.
La izquierda no parece reaccionar de forma adecuada al desafío planteado y
parece estar paralizada. En las pocas concentraciones por la paz que han tenido
lugar en el país, salvo raras excepciones, la extrema derecha lleva la voz
cantante o se trata de manifestaciones paradójicas por la paz en las que se piden
más armas para Ucrania.
Las conexiones
entre Putin y la AfD existían antes del conflicto, y se han visto
intensificadas con la guerra. Lemas como “¡Que viva la amistad entre Alemania y
Rusia!” O bien: «Si estallara nuevamente una guerra con Rusia, iríamos a
luchar, pero nuestro objetivo no sería Moscú, sino Berlín!», son frases que han
llegado a decir en concentraciones neonazis conocidos cercanos al partido. En
buena parte, la militancia de AfD y algunos funcionarios han difundido
propaganda rusa, a veces también en idioma ruso, en especial entre la comunidad
de alemanes de Rusia, que votan en gran proporción a dicha formación. Comparten
contenido, por ejemplo, contra los derechos de la comunidad LGTB, una de los
argumentos de la propaganda de Putin: la supuesta decadencia de occidente, a
quien atestigua también el “satanismo”. Esta relación entre la extrema derecha
alemana y el partido del presidente Vladimir Putin, también de extrema derecha,
es una de las cuestiones que más complicado hace el trabajo antifascista.
Esta relación entre
la extrema derecha alemana y el partido del presidente Vladimir Putin, también
de extrema derecha, es una de las cuestiones que más complicado hace el trabajo
antifascista
La mano dura contra la inmigración beneficia a la AfD
La llegada de
cientos de miles de refugiadas, sobre todo ucranianas, en medio de este
panorama de crisis económica es afrontada por los principales partidos con una
actitud que roza lo racista, incluso en formaciones que hasta ahora se
consideraban progresistas en este tema, como Die Grünen. La portavoz de
Política Municipal, Migración e Integración, así de Antifascismo en el
Parlamento de Brandeburgo de Die Linke, Andrea Johlige, explicaba a esta
periodista la semana pasada para el diario junge Welt que en sus tres décadas
de lucha antifascista no había asistido hasta ahora a una situación similar.
«Lo considero extremadamente preocupante, ya que asistimos a una fuerte escena
de extrema derecha y nuevas redes que han surgido en torno al movimiento ‘Querdenken’”,
explicaba en referencia a los negacionistas de la pandemia, intrincados en el
país con la extrema derecha. (Nuevamente, a falta de un análisis crítico de las
medidas adoptadas por parte de la izquierda.)
«Han encontrado
aliados en el ‘centro de la sociedad’ y tienen la capacidad de influir más en
los debates», constata Johlige, que cree que ello «llevará a una mayor presión
sobre la izquierda política, especialmente sobre el movimiento antifascista». A
diferencia de 2015, cuando llegaron decenas de miles de refugiados, «notamos
que el debate sobre los alojamientos para refugiados es mucho más intenso» y
«el tono se ha vuelto más áspero». Ella cree que es el estado quien ha dejado
pasar la oportunidad de abordar los problemas que más influyen en la vida de
los ciudadanos: la vivienda, la educación, la sanidad y la inflación.
Y nos explicaba con
un posible caso de corrupción ocurrido en su estado, lo que ocurre en otros
lugares: «Como Die Linke, acusamos al Ministro del Interior, Michael Stübgen,
de la CDU, de argumentar desde enero que llegan demasiados refugiados y que se
necesitan controles fronterizos» porque no habría más capacidad de alojamiento.
El propio Ministro, sin embargo, ha «empeorado la situación al cerrar el centro
de recepción de refugiados en Doberlug-Kirchhain, que funcionaba bien, y
eliminado 1,090 plazas». Al mismo tiempo, cerraron otras 500 plazas en
Eisenhüttenstadt. «El Ministro planea ahora crear 1,500 plazas en casas
prefabricadas». El resultado: «Gastaremos 15 millones de euros adicionales para
tener 90 plazas de alojamiento menos».
Es dudoso que las medidas clásicas sirvan en esta situación
Durante las últimas
semanas, las autoridades alemanas llevaron a cabo varias redadas contra dos
grupos neonazis que han sido prohibidos: los Hammerskins y los Artgemeinschaft.
Los neonazis Hammerskin fueron ilegalizados en España ya en 2009, y los
Artgemeinschaft han existido en Alemania desde 1951, sin embargo, no habían
sido prohibidos hasta ahora. Es posible que el estado alemán trate ahora de
reaccionar contra grupos extremadamente peligrosos y violentos, ante los cuales
ha hecho la vista gorda durante décadas, debido al temor al crecimiento de la
extrema derecha.
Sin embargo, es
dudoso que estas medidas sean efectivas en la situación actual. Prohibir algo
más sutil que los neonazis clásicos, como AfD y el movimiento identitario, es
más complicado, aunque de hecho existe una propuesta de un político de la CDU
que en estos momentos está recogiendo firmas. En el pasado, un intento de
prohibir el partido neonazi Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD)
fracasó, eso sí, debido a que había tantos agentes secretos en su dirección que
el tribunal constitucional declaró imposible determinar qué acciones había
llevado a cabo por su cuenta y cuáles había realizado el propio estado. Además,
la prohibición conlleva el estigma y la victimización, lo que puede atraer a
más simpatizantes, un argumento que forma parte de la discusión.
Lo más preocupante
es que el racismo está cada vez más arraigado en el centro de la sociedad. Los
resultados del estudio anual realizado por la Fundación Friedrich Ebert,
cercana al partido socialdemócrata SPD, titulado «Estudio del Centro» (Mitte-Studien),
publicado el pasado 21 de septiembre, son una señal de alerta: el odio hacia
los extranjeros ha aumentado del 4% al 16%, y un 30% más se acerca a esas
posiciones. Las tendencias de extrema derecha no son sostenidas por el 1.7%,
sino por el 8%, mientras que el 20% se encuentra en una «zona gris». Un 6%
estaría a favor de una dictadura, no solo el 2%, y un 23% más está indeciso
sobre este tema. Esto significa que uno de cada cuatro ciudadanos duda
abiertamente de la democracia.
Además de las
posiciones ideológicas, también existen indicadores de violencia. La Oficina
para la Defensa de la Constitución, encargada de contabilizar los delitos en
este ámbito, informó en junio que los ataques de derecha habían aumentado en
unos 400 casos en comparación con 2021, llegando a cerca de 30,000 en 2022. El
Ministerio del Interior considera a la extrema derecha como «la mayor amenaza
para nuestra democracia».
Björn Höcke, la figura central de la extrema derecha alemana
El fortalecimiento
de la Alternativa para Alemania (AfD) ha estado acompañado por el fin de la
lucha interna en el partido entre la facción más moderada y la más radical,
liderada por Björn Höcke, el jefe del partido en el estado de Turingia. Durante
el último congreso del partido celebrado en Magdeburgo, Höcke consolidó su
poder absoluto. El presidente de la Unión de Perseguidos del Régimen Nazi /
Federación de Antifascistas (VVN-BdA), Thomas Willms, abordó el fin de semana
pasado en Potsdam los posibles paralelismos entre el partido del dictador Adolf
Hitler, el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), y la
Alternativa para Alemania (AfD) en su discurso. Según Willms, el partido de
derecha actual, que ha llegado al parlamento, también está en gran medida bajo
la influencia de Höcke.
Los objetivos
finales de Höcke, explicaba Willms, incluyen «salvar al pueblo alemán» y
excluir o «segregar» a las partes de la sociedad que considera problemáticas.
Además, el líder del partido busca la supremacía de Alemania dentro de la Unión
Europea. Willms señala que los representantes de AfD utilizan constantemente el
término «globalistas», refiriéndose a fracciones capitalistas con orientación
internacional y a sus representantes dentro de la clase dominante. Willms
advierte que a menudo detrás de estos términos se esconde lo que no se dice
públicamente: el término «globalistas» se utiliza a veces para promover la idea
antisemita de una conspiración judía mundial. Willms recomienda la lectura del
libro de Höcke, «Nunca dos veces el mismo río», como una fuente que ilustra que
los objetivos del partido no se pueden lograr de manera pacífica. También
destaca que el partido está tratando de ganar terreno en el movimiento
pacifista.
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