USTED, BUSTOS
ANÍBAL MALVAR
Amanezco esta
mañana enterándome por la prensa de que soy gilipollas. Tal epifanía
intelectual no me llega tras caerme de ningún caballo, cual Quique San
Francisco o Paulo, ni de ser abducido por mente alienígena superior. Es de
agradecer que el tránsito de estado y condición me alcance tras el simple gesto
de correr una aleve página de El Mundo, y no con esos aparatosos rituales
bíblicos o ufológicos que tanto pueden provocarte un traumatismo
craneoencefálico como una iridiscencia cutánea de origen marciano, y es que no
tiene uno ya el coño para iridiscencias.
Usted, desatinado
lector, goza también, como yo, de la sabatina oportunidad de saberse gilipollas
por el módico precio de 1,7€, que es lo que cuesta en kiosko ese manual de
instrucciones para sentirse gilipollas anteriormente citado. Y disculpe que hoy
le trate de usted. No es por capricho. Es porque Jorge Bustos, jefe de opinión
de El Mundo, nos ha bautizado de usted y de gilipollas hoy en su columna a los
que seguimos el confinamiento, para que al menos seamos gilipollas con derecho
a tratamiento.
Este insigne
periodista, famoso entre otras lindezas por asegurar que prefiere ser gobernado
por un ladrón que por un comunista, ha escrito hoy una columna que quiere ser el
nadir de una vieja canción de Joan Manuel Serrat. A usted.
A usted que corre
tras el éxito,
ejecutivo de
película,
hombre agresivo y
enérgico
con ambiciones
políticas.
A usted que es un
hombre práctico
y reside en un piso
céntrico,
regando flores de
plástico
y pendiente del
teléfono.
A usted que sabe de
números
y consta en más de
una nómina,
que ya es todo un
energúmeno
con una posición
sólida.
¿No le gustaría no
ir mañana a trabajar y no pedirle a nadie excusas,
para jugar al juego
que mejor juega y que más le gusta...?
Jorge Bustos, que
responde perfectamente al fenotipo de esta canción de Serrat, nos deleita hoy
con una columna titulada Usted. Sí, usted que nos define a los gilipollas que
seguimos el confinamiento covidiano como si nos hubiera parido, más que si nos
hubiera puesto a parir. ¿Quiénes somos para el jefe de opinión de El Mundo los
españoles que seguimos las pautas de prevención aconsejadas por la Organización
Mundial de la Salud? Pues gilipollas. Hay que saltarse el confinamiento en loor
de la libertad, nos dice el jefe de opinión del segundo periódico, en ventas, y
casi el primero en mendacidad, de España.
Bustos lo explica
clarinete, lo de que todos, menos él, somos gilipollas: "Usted. Sí, usted.
No mire a los lados. Le indigna ese español de pandereta que no se somete tan
gustosamente como usted al monitor de Marlaska. Usted obedece porque es un modelo
de sumisión. Se ha adaptado como plastilina al molde de la nueva normalidad que
dictan los que mandan. Calla que le revienta que el vecino disfrute de mayor
libertad que usted. La libertad es un riesgo. Usted ha visto películas de
espías y de nazis y se ha preguntado cómo fue posible. Fue posible por gente
como usted, que son la bendita mayoría, áurea mediocridad. Tipos que, a la
temperatura exacta de miedo, hierven como servidores voluntarios del
despotismo". Esto escribe el usted Bustos en esta dulce mañana de mayo,
cuando hace la calor.
Como la fascistería
ambiente no se cansa de decir que siempre se acuerdan de franquismo los rojos
gilipollas que trajeron la jornada laboral de ocho horas, el fin de la
esclavitud o la histérica pretensión actual de alcanzar la igualdad de las
mujeres, apuntar que Jorge Bustos, también, usa nuestros mismos referentes.
Aunque actualizados para los que, desde hoy, y gracias a Bustos, nos sabemos
gilipollas: "Alguien definió los últimos años del franquismo como una
dictadura paliada por el incumplimiento. Qué tiempos. Confieso mi melancolía
por aquel tópico romántico que nos quería atrasados pero ingobernables".
Que en el
franquismo éramos ingobernables no sé si es verdad, pues a todos los
ingobernados del franquismo o les cortaron la lengua o los exiliaron o los
fusilaron. Pero, como soy gilipollas, tampoco lo voy a decir muy alto, no vaya
a ser que rompa con mi vociferio la viril sinfonía de las cacerolas en los
balcones o de estas caceroladas mediáticas que tan finamente nos regala Jorge
Bustos. Pero, aun siendo gilipollas, en el fondo de mi mente, como en la de
Jorge Bustos, sigue sonando Serrat.
Antes que les den
el pésame
a sus deudos, entre
lágrimas,
por su irreparable
pérdida
y lo archiven bajo
una lápida.
Por cierto, usted,
Bustos: ¿se salta el confinamiento en aras de la libertad? Espero que sí y que
su padre y su madre, cuando usted les tosa, se lo agradezcan. Al fin y al cabo,
usted es el jefe de opinión de El Mundo, y su tos vale más que mil palabras.
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