jueves, 10 de enero de 2019

EL MEJOR DE LOS REGALOS PARA LA ISLA DE EL HIERRO


EL MEJOR DE LOS REGALOS PARA 
LA ISLA DE EL HIERRO
Rafael ZAMORA MÉNDEZ.-*-
PARTE SEGUNDA
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En la PARTE PRIMERA, habíamos dejado a nuestros apurados pastores, disfrutando del  rico queso elaborado por las perseverantes manos de Doña MATILDE…
-.- ¡Mal, pero que muy mal vamos, si continúa aspergeando así!
-.- ¡Preferible un diluvio antes que volver a tener que pasar por las tristes amarguras de otros años que, hasta para saciar nuestra apremiante sed, tuvimos que escarbar como locos en el resistente barro montañoso!
-.-Además, ¡ caray!, que tampoco podemos dejar abarrajarse al ganado, para que siempre continúe con la milagrosa rutina de tener que aferrrarse vivo sin abrevar, porque es bestialmente inhumano!
-.- Digan lo que digan, hay que comprender el que en absoluto estaremos concordes del todo con nuestra señalada suerte.¡Unas veces, porque tenemos copiosa consumición y, otras, porque no avistamos ni una sola gota de agua. ¡Lo cierto es, que todavía andamos en pañales, ignorando la mejor guisa y manera de salir airosos en los hirientes atolladeros de estas tan repetidas sequías!
-.- Si al menos, tuviésemos una docena de Árboles Santos¡ Queda tan lejos nuestro Garoé¡El día menos pensado, se seca como un puñado de atiborrados higos!
-.- Cruza bien los dedos, para que las pocas charcas existentes que aún poseemos, sean capaces de poder empantanar este hermoso caudal que está cayendo y que, para nosotros, tiene tanto, o más valor  que el agua consagrada con exorcismos, por las deificadas manos del reverendo padre cura.
-.- Y… que tú lo afirmes¡Hasta el mismo curato, anda arengando para que imploremos con tozuda insistencia, a fin de que nunca nos falte tan requerido elemento!
-.- Lo malo de nuestra pobre isla, lo terriblemente angustioso y desolador, es que sea tan escabrosa, tan  volcánica y reseca, tan hostil y dura, que nadie, absolutamente nadie, se sienta con los suficientes ánimos como para meterle mano y dejar en ella alguno de esos rebosantes pozos que tanto y tanto ambicionamos.
-.- ¡No crean, no crean,más adelante, quizá, cuando pasemos a mejor vida, algunos agalludos paisanos, lo intentarán .¡Tienen que conseguir algo porque, a mí, nadie me quita de la mollera que, en las secretas bajuras de El Hierro, tiene que haber mucho brabaje, ubérrimo y  copioso líquido!
-.- En las profundidades sí que no lo sabemos, pero… ¡el que hoy  está afuera precipitándose, mete un acurrucado rebato que te borbollea el vientre!¡Vaya aguacero, compadres!
Efectivamente:Seguía lloviendo a chuzos; cada vez, más y más.
Entre repetidos tragos de aquel fogoso licor, pedazos de ahumado queso y desprendido jolgorio, aquel imprevisto y forzado tenderete, se fue prolongando hasta muy altas horas de la preocupante tarde.
Algunos dormían ya a pierna suelta, inconscientes, totalmente ajenos a todo y dispuestos a seguir de igual manera hasta el propio crepúsculo.
De pronto, cuando menos lo esperaban, el estridente sonido de un agudo cuerno y, como en demanda de auxilio, se dejó oír repetidas veces por la desolada inmensidad de la anegada llanura sin fin.
-.-¡PADRE DIOS¡¿Qué cosa sucederá para que nos llamen así, de esta forma?
-.- ¡NO HAY más remedio que salir de la gazapera, si es que queremos averiguarlo!
Y, poniendo rápida acción a esas palabras, todos los pastores desalojaron con precipitación, el abrigado andurrial para enterarse de lo que ocurría.
Completamente calados, concurrieron hasta el rebasado cerro en el que, un fornido zagal, soplaba con inauditas fuerzas aquel primitivo instrumento que tan súbitamente les había hecho reaccionar.
-.- ¡ARREJUNDAN¡ APRISA¡NO SE DETENGAN¡Un velero se encuentra en las aguas, necesitado de ayuda! La tormenta...casi, les hace naufragar! Hay heridos!Son pasajeros que iban para Cuba y han tenido que dejar muchas cosas en tierra, porque llevaban copiosa carga y, por poco, no perecen.¡AVISEN a cuantos encuentren por el camino¡VELOCIDAD!
Con la natural tribulación del relato, todos se dirigieron raudos hacia el lugar del percance, ansiosos de prestar la más benigna asistencia, llenos de impaciente curiosidad, máxime, teniendo en cuenta el que no era nada corriente el  poder participar de lleno y con relativa frecuencia, en los atropellados trasfondos de equivalente espectáculo.
En medio de las rocas pudieron vislumbrar numerosos trozos de tarugos, bidones, recipientes, cajones y una multitud de cachivaches, así como un excesivo incremento de variados aparejos que revoloteaban por las encorajinadas olas, cabriolando sin parar y con preocupantes ánimos de engolfarse eternamente por el retirado límite del bruno horizonte. 
El bajel se encontraba como encartonado, fijo a la barra natural de un improvisado terminal, con el palo mayor hecho añicos y… chirriando como un loca fiera herida que hubiese recibido en su holgado espinazo, de popa a proa, las nefastas descargas de algunos perjudiciales rayos. 

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CONTINUARÁ COMO PARTE FINAL
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