DUNIA SÁNCHEZ
Querida madre
¿Cuántos seremos? No lo sé. Está noche en la que te escribo es por qué no he
dormido. Me he quedado mirando las estrellas infinitas que brillan ante tanta
oscuridad. Camino y camino y esto parece no acabar. Cada día más y más. Existe
un cierto silencio roto por alguien que en su agonía desprende desgarradores
gritos ¿por qué madre? No, no quiero saber lo que le ocurre, la pena ya pesada
hace de mí una frágil paloma de la nada, una pesada verticalidad que a veces se
dobla pero vuelve a levantarse para continuar. Estoy aquí madre observando el
universo y mi mente corre deprisa, muy deprisa. Pensamientos tranquilos de vez
en cuando, pensamientos terribles es lo más.
Lo del agua ya se ha solucionado, ha llegado cierta ayuda de no sé
dónde, no conozco este mundo. Pero de seguro que volverá a fallar y si no
vendrán más desgracias por otras causas. Y me pregunto madre ¿más desgracias
que la de estar en medio del desconcierto, del dolor, del sin saber hacia dónde
vamos? Madre, no quiero caer, ya verás como llegaré, ya verás como pronto nos
veremos. Hoy, en esta noche, no quiero dormir, no quiero soñar, no quiero
respirar calmada. Me agito sin más, pero
cuando observo esas estrellas que a veces desaparecen fugaces me doy cuenta de
lo pequeño somos. Alguien me ha dicho que son las almas de los muertos ya que
ahora dan luz cuando la oscuridad nos abraza. Yo quiero creerlo así. Hasta luego madre, ya sabrás más de mi, de
todos. Yo sigo aquí, esperando el amanecer de este crudo invierno donde las
estrellas parecen que me habla
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