domingo, 17 de noviembre de 2013

EN EL ESPACIO HAY LUGAR PARA LOS MEXICANOS


Cindy es azafata de Us Airways y tiene la piel como la tierra del desierto de Arizona y el pelo teñido como el sol barato de agosto y me acaba de ofrecer más café con sus uñas con tiritas y su carmín rojo. Me llamó Sweetymascando chicle con una tristeza infinita de burócrata del machismo y yo le sonreí con desmesura porque era a Ella, precisamente a Ella a quien había venido a buscar a EEUU y la había encontrado ya antes de llegar.



Escribo con la luz reflectante del techo, debemos estar sobrevolando ya la costa americana. Llevamos unas seis horas de vuelo y si existe alguna frontera invisible en este viaje debemos estar pasándola ahora mismo: una frontera de sopor y aburrimiento. He visto tres pelis malísimas, todas dobladas, todas una mierda. He leído cuatro periódicos (uno de ellos deportivo) y una revista de Historia sin escrúpulos metodológicos. He escuchando media docena de conciertos de Keith Jarrett. No he logrado dormirme ni un microsegundo. Ya no se ni donde meter este cuerpo mío.
Me gustaría volar, pero de verdad.
Jet lag en un motel de carretera en Charlotte, North Carolina.
La tele norteamericana: casi cien canales simultáneos de publicidad con películas, publicidad con realitys, publicidad con música, publicidad con deportes, todo siempre publicidad, contenidos que son en sí mismos publicidad. Prédica posmoderna fertilizando fieles, la tele de EEUU, la falange de Roma, la cruz de la Inquisición... Vidas enteras me pasaba yo comiendo chocolatinas, cambiando canales, completamente hipnotizado.



Los estadounidenses que dicen hablar español lo hacen con una tozudez admirable pero grotesca, como un cojo que se empeñara en correr.



 Sobrevolamos una jungla de polución y asfalto durante más de veinte minutos, llegamos al DF. Tráfico, vendedores, cables de alumbrado y electricidad, carteles pintados en fachadas, vegetación brotando de los cercados y personas, infinitas personas. Personas y más personas anegando las esquinas más recónditas del DF.



El metro del DF ESTÁ LLENO SIEMPRE. Unas veces llenísimo y otras solo lleno. En un único trayecto he visto (y oído) vender lamparitas, lencerías, gafas, bolígrafos, comida, pelotas anti-estrés y los 120 éxitos mundiales de la salsa, todo siempre por diez pesos. Eran hombres bajitos y morenos alabando con gritos las propiedades infalibles de sus productos.
Aquí todo el mundo es bajito y moreno. Soy el más blanco y el más alto del DF.
Hoy comí en un puesto de comida corrida realvisceralista. Dos mujeres gordas servían de calderos a una docena de tipos codo a codo (entre los que estaba yo). Comí cosas extrañas y picantes que no supe ni pronunciar ni de qué estaban hechas. Le dije a una de las señoras que me pusiera lo que quisiese, porque no sabía qué era nada de lo estaba en el menú (una hoja escrita a mano, manchada de grasa, sujeta a la barra con cinta adhesiva). Se lo dije tal cual y ella me hizo caso y me fue poniendo platos y diciéndome, Órale. Me puso cinco platos en total y yo me los comí sin rechistar. Y de postre me dio un chupete con forma de pollo al horno y sabor picante.
Creo que ese chupete inexplicable con forma de pollo al horno y sabor picante es, por ahora, la mejor metáfora de lo que he visto aquí: algo completamente inexplicable.



Carteles de gente desaparecida en las paredes de cabinas, de negocios, de estaciones, de bares y muros apartados. Retratos de gente que mira de frente al futuro de la nada. Sus nombres, sus números, sus señas físicas y sus datos de contacto. Algo religioso hay en esos carteles omnipresentes como velitas recordatorias. Algo triste e imposible, como la religión.



Titulares de periódicos (1): LE METIERON CUCHILLO (foto del acuchillado agonizante en una acera).
Titulares de periódicos (2): BALEARON A DON JUAN (breve resumen de los antecedentes, triángulo amoroso saldado con un muerto en lecho compartido, foto del cadáver).
Titulares de periódicos (3): CHÓFER ASESINO (foto del muerto en el interior de la guagua, primer plano del rostro).



El ejército del proletariado en acto situacionista: unos treinta trabajadores con casco y mono azul durmiendo la siesta en la mediana de la avenida Reforma, una de las arterias principales de la ciudad.


Antes de subir al “camión” de línea regular que va a Teotihuacán hay que pasar un control de radar, cacheos y colas. Sobre las cristaleras del vehículo han pegado un cartel con asaltantes habituales, sus rostros, por si alguien los distingue entre la multitud. Son rostros duros, impecablemente sufridos, curtidos. Ya en marcha, dentro del camión, nos han filmado un primer plano a todos los viajeros con una cámara casera (sin pedirnos permiso). Alguien ha dicho que era “para nuestra propia seguridad”. Me he guardado un billete de veinte pesos en el calcetín, por si acaso me robaran todo lo demás.
Voy así, con todo perdido de antemano.


Perros mejicanos, vidas miserables de penuria bajo el sol y la lluvia, famélicos abandonados a su suerte, desamparo con pústulas y hambre, muchísima hambre y sed atávicas la de esos perros mejicanos que parecen guardar la verdad más bochornosa en sus miradas esquivas. Ah los perros mejicanos, deambulando por las playas y las carreteras y las aceras de las ciudades y los desiertos y las selvas de Méjico, millones son esos perros desperdigados como radiografías trágicas del alma de este pedazo de tierra…



Para ser comunista, la casa de Trotsky en la colonia Coyoacán no estaba nada mal. Más de cien metros cuadrados con un jardín precioso, un despacho amplio y luminoso, una lápida inmensa, con el martillo y la hoz.
Cerca del bosque de Chapultepec se venden al grito paquetes de papas fritas con condimentos y nombres exóticos, Elotes, Esquites, Dorilokos, Tostilokos. Abren el paquete (de Doritos, por ejemplo) y le echan condimentos (limón, tabasco, salsas de varios tipos, manises, pepinillo, mantequilla, lechuga, sal, queso y mil cosas más), vendiendo el resultado como una creación propia, que de hecho lo es, desde luego, y con nombre propio, Dorilokos, pero muy basada en el original. Un original muy desvirtuado, muy ultrajado, como escribir un libro encima de otro, en los márgenes, o bautizarse con otro nombre cuando ya se es adulto. Me he quedado un buen rato mirando cómo los hacen. El concepto es interesante pero la verdad es que no me atrevo a probarlos, mi estómago tiembla solo de escuchar esos nombres misteriosos, Elotes, Esquites, Dorilokos, Tostilokos… Por lo demás, hoy escuché a alguien dar una definición simple pero exacta de lo que es la comida mexicana: le echan de todo a todo.

Mazunte es una pequeña calle de tierra con cabañas y humildes chamizos de madera entre la espesura de la vegetación tropical. La playa es pequeña, con olas y mareas fuertes. La arena blanca llega hasta San Agustinillo, otro pueblo costero, a diez minutos caminando. Las lluvias comenzaron hace una semana y con ellas se ha inaugurado la temporada baja del turismo. Se han ido los humanos, los tres comercios del pueblo han cerrado y las cabañas las regalan de precio.
Es la hora de la naturaleza.
Una colonia de hormigas se ha metido en mi férula de descarga (en el interior, en la funda).
Ayer vi una ciudad de perenquenes en el techo de un restaurante
Anoche se metió un pájaro en la cabaña. No lo vi directamente, era noche cerrada, pero hizo un sonido estridente para amedrentarme, ¡Tsst tsst! Desperté asustado y me enrollé en el saco. Vi su silueta posada en el ventilador. Dios sabe cuánto tiempo llevaba ahí. Absurdamente pensé que la mosquitera me salvaría (¿me salvaría de qué?, ¿cómo?, ¿una mosquitera?). El pájaro volvió a emitir su sonido amenazante, ¡Tsst tsst!, como para que no lo olvidara, y se fue al instante. Lo oí aletear y perderse en la oscuridad

De día veo asombrosos animales por todas partes, mutaciones de insectos con tamaños, formas y colores inverosímiles, cuervos azules, gatos en la orilla del mar, gallos vagabundos errando confundidos, completamente ajenos a la suerte que les espera. Moscas del tamaño de saltamontes y saltamontes del tamaño de ratones y ratones del tamaño de gallinas y así hasta el infinito en un círculo inapresable para mis ojos extranjeros.
De noche la selva despierta y se escucha el rumor de los bichos como la atmósfera de un bar concurrido, animales hablando, follando, comiendo, trabajando o lo que quiera que hagan en sus vidas los bichos esos cuya forma y tamaño es mejor ni imaginar para poder dormir.
El argentino que alquila las cabañas es un rosarino clavado al Tata Martino. Parece un profesor de instituto o un músico de jazz sin éxito. Me ha explicado que los animales salen todos con la llegada de las lluvias. Me ha contado que su vecino tiene un gato montés que se dedica a mostrarle las presas de sus cazas, ratones, víboras, alacranes y demás. Le espera todas las mañanas en la puerta de su casa, le enseña las presas con su boca ensangrentada, muy orgulloso, y luego se marcha, dejando la presa ahí, en el suelo, en la entrada de su casa. El Tata se lo toma con calma, le parece divertido. Interpreta esas presas como obsequios del gato. Por otro lado, me ha dicho que si me pica un escorpión no hay problema, no es mortal, Algunos hasta dicen que es como un viaje de hongos.

In Tata we trust.



A la diarrea habrá que sumarle indefectiblemente las picaduras de mosquitos como malestares crónicos en este viaje. Recordatorio para próximas siestas: dormir con mosquitera.



Arroz con papas, zanahoria y chayote leyendo a Villoro en El Agujón. Se oye rugir el Pacífico detrás de las palmeras. Baño glorioso bajo la lluvia.



Titulares de periódicos (5): CERCENARON SU OREJA DE UNA MORDIDA (primer plano de la oreja descuartizada y subtítulo “por burlarse de la derrota de Los Pumas”).
Titulares de periódicos (6): ASESINAN A CAMPESINO A MACHETAZOS, UNO EN LA CARA, OTRO EN EL COSTADO DERECHO Y UNO MÁS EN LA SIEN.



Orfidalazo para catorce horas de guagua.



El escenario cambia completamente en Chiapas. Aparecen guiris por todas partes, hace frío, el cielo está encapotado por un anillo de nubes grises. Llueve desde el mediodía hasta la noche de forma continua y desesperada, inundando las callejuelas y sus adoquines. San Cristóbal de Las Casas es una explanada de construcción colonial que me recuerda mucho a La Laguna, Tenerife. Es la capital de todos los pueblos aledaños indígenas, que al parecer son muchos y variados. En los mercados se escuchan lenguas de raíces inimaginables.

Hoy un borracho en la calle me ha hecho el gesto de ejecutarme con una pistola imaginaria en la cabeza (sin razón alguna, que yo sepa).



Anotaciones para un callejero mejicano: Calle del secuestro, Pasaje del atraco a mano armada, Rotonda del cuchillo, Callejón del meñique, Avenida del secuestro express…



Según la medicina tradicional chiapateca el especialista huesero, que así le llaman al encargado de fracturas y roturas de huesos, entre otras cosas (el traumatólogo, vamos), cura con (y copio del original, Museo de la Medicina Maya, colonia Morelos, S. C. de Las Casas): “apósitos, maderas, hierbas y SILBIDOS”. ¡Fracturas abiertas, con silbidos!



Johnny Sánchez tiene las patillas rasuradas hasta las sienes. Viste guayabera blanca estilo zen, cerrada por arriba, y es chofer de mini guagua. Transporta guiris a todos los destinos del sur de México, especialmente Chiapas y Yucatán. Se pega diez horas seguidas en la carretera como quien se bebe un vaso de agua (y las carreteras mejicanas no son autopistas bien asfaltadas del norte de Europa sino caminos inhóspitos de dos sentidos repletos de baches para reducir la velocidad y curvas y animales y niños que se cruzan en el momento más inesperado bajo las brumas de la niebla que brota de la selva). El bueno de Johnny Sánchez conduce diez horas diarias como si nada, todos los días. Sale de su casa al amanecer y llega de madrugada y recibe la llamada de su patrón que le dice (mientras conduce, claro, Johnny habla por teléfono y conduce a la vez, no tiene problemas con eso) que al día siguiente le toca repetir: misma ruta, mismo escenario para Johnny Sánchez. Y dice que es feliz. Eso dice, eso me ha dicho. Que le gusta la carretera y le gusta su trabajo y las propinas, ha dicho, y se ha echado a reír. Aprovecha para dormir en las paradas breves, cabezaditas de diez minutos. Saluda a sus compañeros en la carretera con el claxon y elevando el pulgar. Se ríe mucho Johnny Sánchez, se ríe hasta cuando lo despertamos para que no se duerma mientras conduce y no nos matemos. El bueno de Johnny, gran chofer y mejor persona.
Greatests hits de Johnny Sánchez camino a Palenque: Barbie girlLa cucaracha versión instrumental, techno Ibiza,Los tigres del Norte, cantautores románticos.



En el pueblo de San Juan de Chamula se celebran unos ritos desconcertantes. La población, los chamulas, han mezclado en sus prácticas religiosas las liturgias católicas y precolombinas. En el interior de la iglesia tiran pinocha en el suelo y beben posha (un licor de alta graduación), matan gallinas, se hacen limpias energéticas con velas y huevos. Adoran a San Juan Bautista por encima de Jesucristo pero tienen su escultura mirando a la pared como si estuviera castigado. Usan espejos para reflejar pecados invisibles. No hay clero en esa iglesia. Sentados en una esquina, un grupo de borrachos increpan argumentos indescifrables a la pared. Son ésos los jefes de la orden, al parecer, los mandatarios, los más borrachos de todos. Y adoran a la Coca Cola, por raro que parezca. Hay una adoración sin límites en los pueblos indígenas a la Coca Cola. La usan también para sus rituales. Ceremonias con Coca Colas, gallinas sacrificadas y velitas e imágenes de San Juan Bautista. Verlo para creerlo (no dejaban sacar fotos).



Titulares de periódicos (7): TREMENDA PELEA DE PERROS PIT BULLS EN EL CENTRO HISTÓRICO DE SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS.
Titulares de periódicos (8): BALEAN A EMPLEADOS DEL AYUNTAMIENTO (foto de los funcionarios muertos).
Titulares de periódicos (9): ¡LESBIANA! (foto de una chica besándose con otra).
Y una docena de vecinos leyendo los titulares en el kiosko de la alameda, todos concentrados, con mucho interés.



Videos musicales de mariachis como raperos charros, con sombreros, acordeones, trompetas con sordina (una sección de vientos de orquesta completamente desmedida, apabullante), Hummers, tigres blancos, mujeres en bikini. Cultura del éxito adaptada, cable espiritual con la tele americana.
Colonia Soledad, Oaxaca.
Anoche olí unos jalapeños a diez centímetros de mi nariz y casi me arden las vías respiratorias.

Baños públicos a cuatro pesos que surgen en los sitios más recónditos de Oaxaca. Los premios de hoy son para: los baños del Mercado de Abastos (premio al horror y disgusto visceral) y los baños de un estudio fotográfico (premio al intrépido binomio empresarial).



Le he pagado dos noches más en el hostal al encargado, que estaba borracho como un vikingo. Contó el dinero tambaleándose y se jactó de poder trabajar borracho, de poder unir ambas actividades, la fiesta y el trabajo. Empiezo a acostumbrarme a confiar en borrachos.



Acabo de comprobar que los periódicos expuestos en los kioskos no se corresponden necesariamente con el día corriente sino que los hay (y muchos) del pasado, de días y semanas anteriores, con noticias antiguas, como si la memoria colectiva no se correspondiera ni de lejos con el orden cronológico de los hechos.
He comprado una revista absolutamente inconcebible: una foto de una tía en pelotas, imágenes de contactos, fotos “chistosas” sacadas de Internet, un listado de niños desaparecidos, dos artículos de investigación sobre ovnis en Jalisco y Chihuahua y dos docenas de casos de muertos en circunstancias inverosímiles con imágenes de página completa (escopetazos, amputaciones, cabezas decapitadas por narcos). Se llama Alarma, la revista, y tiene hasta página web. Su encabezado dice “únicamente la verdad”.



En el hostal me han informado que “corrieron” al encargado que cogió mi dinero ayer. La dueña lo echó porque al parecer no es tan normal lo que pasó, que un encargado trabaje borracho. La dueña se enteró y lo despidió. Probablemente se fuera con mi dinero. La dueña me lo confirma, efectivamente, se fue con mi dinero. En ningún lado consta que yo le diera ese dinero. Teóricamente no he pagado las dos noches. Me han pedido si podría testificarlo delante de él, en una especie de cara a cara, el ex borracho encargado y yo, para dilucidar si fue verdad o no que yo le di el dinero. Naturalmente me he negado. La dueña lo ha entendido, se lo ha pensado y al poco me ha dicho que no pasa nada, que lo olvide y que me quede en el hostal “como si hubiera pagado”. Le he insistido en que lo he hecho, que no era un supuesto, que había pagado, y ella ha contestado, Órale órale. Que no me preocupara, que era “todo normal”.


De nuevo en el DF las suspicacias paranoicas para coger taxis. Si el coche es nuevo, si tiene licencia, si la cara del tipo se corresponde con la foto. Paro uno al azar y compruebo que la cara del conductor no se corresponde ni de lejos con la foto de la licencia del taxi. Se excusa alegando que, El taxi es de mi primo, que está descansando. No sé por qué le creo y me subo. Comienza la lucha con el tráfico despiadado del DF. Se pelea cada centímetro de la calzada. Suenan claxones incesantes, apenas avanzamos, los atascos por las manifestaciones en el Zócalo tienen desesperado a mi taxista sin identificar, se da una palmada en la frente en señal de frustración, como un dibujo animado. Estamos en plena Insurgentes, en medio del atasco, y de pronto grita, ¡Híjole se me rompió el cloche!, y no entiendo nada, ¿será la palanca de cambios?, pero no, por el movimiento ansioso de su pierna adivino que se trata del embrague. Tanto da, una cosa que otra. Me hace pagarle la carrera hasta entonces y me invita a apearme. Le dejo arrastrando su coche en la calle, no quiere ayuda. Se mezclan las proclamas de los manifestantes con los gritos de los vendedores ambulantes.
Me quedo con la duda de saber si me hubiera llevado a mi destino.

 El Mercado de Sonora es un mercado como otro cualquiera (de los mercados mejicanos, que ya es decir bastante) salvo que, a parte de lo común, venden animales (gallos, cabras, perros, loros, conejos, iguanas, cangrejos, sapos, escorpiones y tortugas de Florida –en el mismo terrario, escorpiones y tortugas-, entre otros) y una sección esotérica espeluznante (alpiste de la abundancia, iconos de la Santa Muerte, extractos de garrapata, vudús para separar parejas, hierbas “cancerinas”, murciélagos disecados y dios sabe cuántas cosas más).



Titulares de periódicos (y ya perdí la cuenta): EMBOLSADO (foto de un cadáver con una bolsa de basura en la cabeza).



Relación de alhajas adquiridas en librerías de viejo de la Colonia Roma, luego de una tarde de pesquisas:
El laberinto de la soledad, Octavio Paz. Fondo de Cultura Económica de México, Edit. 2000, tercera reimpresión.
Pedro Páramo, Juan Rulfo. Fondo de Cultura Económica de México, colección popular del año 1971, decimoprimera reimpresión.
Historia de la conquista de Nueva España, Bernal Díaz del Castillo. Editorial Porrúa, 1983, primera edición de la colección “Sepan cuantos”.



Y por fin, leyendo un periódico, cómo no, encuentro el título que buscaba para estas anotaciones de viaje:
“EN EL ESPACIO HAY LUGAR PARA LOS MEXICANOS”

(José Hernández, astronauta mexicano que viajó en el Discovery).








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