LA
MITAD DEL CIELO
«La
capacidad de entender a las mujeres y situarlas en su contexto histórico es una
cualidad ausente incluso entre los historiadores clásicos y contemporáneos de
mayor renombre. Espero haber contribuido en cierta medida a traer de vuelta a
la vida a estos personajes femeninos[…]. Podemos dar rienda suelta a nuestra
frustración, en nombre de todas las mujeres de la Antigüedad cuyas vidas se
fueron a la tumba con ellas y de aquellas otras cuyo legado fue distorsionado
hasta ser irreconocible[…] en cada aspecto del mundo antiguo se constata la
presencia femenina. Las mujeres son las autoras de nuestra historia»
Una cosa es sacar a relucir anécdotas, casos singulares o excepciones que, por otra parte no confirman regla alguna aun sin haber leído a Karl Popper, y otra bien distinta hurgar en la historia en busca de la otra cara de la historia consagrada por el uso y el abuso, en la que a las mujeres se las ignora, o se las retrata como esposas de,…como lindos floreros. El camino por el que opta Daisy Dunn es precisamente sacar a la luz lo ocultado, en «La venganza de Pandora. Una historia del mundo antiguo a través de las mujeres», editado por Crítica.
La
autora, galardonada escritora y clasicista, abre la caja de lo ignorado, de lo
silenciado (de lo que no se habla no existe)y nos traslada al mundo antiguo en
el que, con documentación y rigor, desvela los aspectos desconocidos en
relación las mujeres. No es que saque a relucir casos y hábitos que funcionaban
en aquellos tiempos sino que adopta la mirada desde el lado femenino,
resaltando el destacado papel jugado por algunas en el campo del arte, de la
política, y…hasta en el de la guerra. Es obvio que en la historia no se puede
ignorar la presencia de emperadores, reyes o señores de la guerra, lo que no
quita para que a éstos no se les deba otorgar el monopolio del desarrollo
histórico, borrando el papel jugado por las mujeres que, obviamente, también
participaron en los hechos y en algunas ocasiones jugaron un protagonismo de
importancia, que es en donde centra su mirada la historiadora.
Y así van
desfilando por las páginas Cleopatra, Agripina, Safo, Artemisa, Cinisca,
Fulvia…y muchas más, bastantes de nombres menos conocidos; y lo que es más
importante, las costumbres de algunas sociedades a la hora de considerar a las
mujeres como tan capaces como los hombres a la hora de participar en los
asuntos cívicos y políticos. A lo largo del recorrido vamos viendo como las
mujeres frente a las negativas valoraciones que de ellas se hacían, pintándolas
como inútiles que solamente sabían jamarse el pan que traían sus esposos,
cuidar a los críos, siendo consideradas por Hesíodo como un bello mal, kalon
kakon, jugaban un papel relevante; en la mitología griega fue a
Pandora –de todo dotada y de todo donante- a quien le cupo el privilegio
de ser la primera mujer, creada por Zeus, y a ella se le otorgaron todo tipo de
cualidades, entre ellas la de ser astuta (siendo su dominio la metis) ,
cínica y traicionera, siendo ella con su famosa caja (o tal vez mejor,
jarra)quien causó todos los males habidos y por haber; algo similar a la Eva
bíblica que arrastró a la perdición a su ingenuo compañero y con él a toda la
humanidad, habiendo sido creada, por cierto, de una costilla masculina. Pandora
sembró la discordia, allá en donde reinaba la armonía en una sociedad compuesta
meramente por varones. La mujeres convertidas en chivo expiatorio de las
desgracias, siendo su única virtud la de tejer (véase el caso de Penélope), si
bien además de hacerlo con telas e hilos, tejían engaños, mostrándose lascivas,
por lo que había que mantenerles a raya (siglos después, decía el primo y yerno
del profeta, Alí, que cuando Alá creo la sexualidad, entregó nueve a las
mujeres y una a los hombres, ergo…). Como ya queda dicho, Dayisy Dunn avanza
por la otra cara de la moneda: el destacado papel de las mujeres.
Apoyándose
en textos antiguos, en restos arqueológicos y en estatuas, e inscripciones
halladas en construcciones, cementerios y demás, vamos aprehendiendo la
destacada presencia femenina en tareas artísticas, en actividades productivas,
escribiendo, y ocupando cargos en terrenos como la política, la ingeniería,
etc., y así somos conducidos a lo siglos anteriores a la Era Común y a los
tiempos bisagra interseculares y posteriores para conocer a artistas (Timarete,
Irene, Calipso, Aristarete, Iaia y Olimpia, deportistas (Cinisca de Esparta, la
primera mujer en obtener una victoria en los Juegos Olímpicos a los cincuenta
años de edad), y las palabras de Plinio (s. I) el Viejo y anteriormente de
Pericles (s. V a. de EC) dando testimonio de los pasos femeninos en distintas
ocupaciones, si bien el gobernante griego, de los tiempos ilustrados,
proponía que las mujeres a poder ser pasasen inadvertidas; dejándose ver
también el ambiente hostil hacia ellas, y hacia aquellas que no cumplían con
los roles que se les asignaban, que debían dar muestra de honradez, plasmada en
valores como la modestia, la pudicitia, castitas y la pietas,
latinas. Así los nombres de reyes, guerreros, gobernantes siempre son
masculinos, quedando los nombres femeninos, en su mayoría, en la sombra cuando
no nombradas como adorno o mantenidas en el silencio más absoluto. De este modo
se habla de Marco Antonio y de su amante Cleopatra, pero nada se dice de quien
fuese su influyente esposa, Fulvia. Algunas leyendas asoman acerca de la
autoría de la Odisea y la Ilíada, propuesta siglos después que
atribuían dicha autoría a Phantasia; la guerra de Troya como punto clave a la
hora de volver a tiempos menos liberales con respecto a las mujeres, con vueltas
de la mirada a siglos anteriores y a otras zonas geográficas en donde se
conocen templos erigidos en honor a Inanna, en Uruk-Mesoipotamia, lugar en el
que tal diosa era venerada desde aproximadamente el 3000 antes de nuestra era.
Y las historias se acumulan, y somo llevados a la isla de Lesbos, conocida por
la presencia de mujeres poetas, en la segunda mitad del siglo VII antes de
nuestra era, y el nombre de Safo que quedó para la historia y que dio nombre,
al igual que el nombre de la isla, a un tipo de relaciones afectivas entre
mujeres…Historias de amazonas y reinas, y vemos cómo la tribu masageta
que se movía por las orillas orientales del mar Caspio, era belicosa, y donde
la autoridad gobernante femenina no era nada inusual; el ejemplo destacado respondía
al nombre de Tomiris, de la que dio cuenta Ciro de Persia (que nunca hubiese
pasado a la historia como el fundador de Persia a no ser por su matrimonio con
Amitis, la hija de Astiages), en el siglo VI a. de EC. Y se desvelan los mitos
sobre las denominadas amazonas, con el descubrimiento de restos arqueológicos
por tierras ucranianas que mostraban algunos cadáveres de mujeres con muestras
de heridas provocadas por golpes y acompañadas en su tumba de espadas y
abalorios; Artemisa de Halicarnaso la única mujer que ostentó el mando de un
ejército durante las guerras médicas…la cultura etrusca es presentada en sus
costumbres, su manera de vestir y las formas de celebrar, junto a los
hombres…viéndose como en el terreno matrimonial el dominio era de las mujeres,
mostrándose como en vez de los patronímicos se usaban los matronímicos,
y la cultura Nóside, y las figuras femeninas destacadas en la “historia” de
Roma: Lavinia y Rea Silva…si bien parece un paralelismo con respecto a Rómulo y
Remo, creado en siglos posteriores. Olimpia de Epiro, Fulvia, Aspasia,
Cleopatra, Octavia, Agripina, Cornelia -madre de Cayo y Tiberio Graco- que
estableció un modelo que las progenitoras de los emperadores se esforzaron en
imitar y que ejerció una honda influencia política sobre sus hijos, Lucrecia, y
los tejemanejes en torno a las dinastías y los poderes hereditarios son
visitados con precisos detalles…
Y… el
propósito expuesto por la autora, superado con elevada nota: «El reto que
asumí era escribir una obra que fuese por derecho propio una historia novedosa
del mundo clásico y que al mismo tiempos pusiese de relieve la participación
femenina en su construcción…Este no es un libro sobre las mujeres, sino que es
una historia de la Antigüedad escrita desde las mujeres, en la medida en
que esto es posible. El objeto del texto es ponerlas en primer plano, no
distorsionar los acontecimientos y hacer como si no fueran los hombres los que,
por lo general, llevaban la voz cantante»
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