jueves, 21 de noviembre de 2024

LOS MONSTRUOS AVANZANDO SOBRE LAS RUINAS DEL NEOLIBERALISMO

 

LOS MONSTRUOS AVANZANDO SOBRE LAS 

RUINAS DEL NEOLIBERALISMO

ELVIN CALCAÑO 

El líder de Vox, Santiago Abascal, junto al presidente de Argentina, Javier Milei — Luis Soto / Zuma Press / ContactoPhoto

Nuestras sociedades carecen de los anticuerpos ideológicos y epistémicos requeridos para hacer frente a toda la demagogia reccionaria y neoliberalizante que hoy domina los espacios de conversación digitales… Y ante ello, pues la gente está encontrando credibilidad en los Trump, Bolsonaro, Vox y Milei

Estamos en uno de esos interregnos en los que, como nos dice Gramsci, surgen los monstruos. Por ello es que hoy día, en muchos escenarios electorales, suele ganar lo peor en la forma de populismos reaccionarios. Los cuales han convertido la mentira, el irracionalismo y la deshumanización del otro distinto en lo normal. En ese contexto, va tomando fuerza una lógica antipolítica socialmente suicida donde las clases medias y populares piden abiertamente reducir el Estado al mínimo en nombre de la “eficiencia” y la “libertad”. Y, por ejemplo, estudiantes pobres votan por figuras de ultraderecha que abiertamente les dicen que van a recortar el presupuesto de las universidades públicas (donde estudian porque no pueden pagar la privada). Ante ello, cabe preguntarse, ¿qué es lo que nos trajo a este interregno?

Cuando Hayek, en medio de un consenso ideológico de centroizquierda en los países avanzados, era apoyado por la CIA para que se difundiera ampliamente su manifiesto difamatorio contra la acción colectiva (“Camino de servidumbre”) el gran capital ya anunciaba el mundo que quería diseñar hacia el futuro. Como parte de aquel clima de época es que, con solo dos años de diferencia, tiempo después ganaron el nobel de economía de economía el propio Hayek (1974) y Milton Friedman (1976). Los dueños del mundo habían llegado a la conclusión de que debían darle un giro al consenso ideológico dominante. Y a partir de entonces se hicieron gramscianas las élites del poder real, así como sus gestores y capataces políticos de las derechas liberal-conservadoras.

Los grandes consensos, como había explicado Gramsci, se construyen por medio de estrategias políticas donde un grupo o clase social logra que sus intereses y concepciones de mundo sean asumidas por las mayorías como algo bueno

Los grandes consensos, como había explicado Gramsci, se construyen por medio de estrategias políticas donde un grupo o clase social logra que sus intereses y concepciones de mundo sean asumidas por las mayorías como algo bueno. Ahí tiene lugar la dirección moral de la sociedad. Y, con ello, se va constituyendo una superficie subjetiva que comienza a ser receptiva a un tipo particular de valores, propuestas y proyectos estatales en desmedro de otros. Así, se configura ese todo orgánico que en la forma de una nueva hegemonía articula la dominación cultural (en la sociedad civil) con la dirección política (en el Estado). Para derrumbar el otrora consenso de centroizquierda, que cristalizaba institucionalmente en el estado de bienestar de signo socialdemócrata, es que se le dio primacía a la teoría económica neoliberal de los autores antes señalados. Los que, junto a otros pensadores en los campos de la filosofía (Nozick) y de la literatura (Aynd Rand), conformaron todo un cuerpo argumental que pasó de los think tanks de derecha y universidades financiadas por multimillonarios, a las televisoras y el hablar cotidiano.

Reagan y Thatcher lograron que las conciencias de muchos trabajadores giraran a la derecha. Porque fueron gramscianos. Esto es, pusieron el foco en lograr consentimiento ideológico

Como bien documentan Lakoff y otros autores, esa concepción neoliberal y rabiosamente anti todo lo que remitiera a acción colectiva y justicia social llegó por primera vez a lo más alto del poder con Ronald Reagan en Estados Unidos. Cuando en su primer gobierno (1981-1985) muchos cargos claves fueron ocupados por fanáticos o formuladores de esas teorías neoliberales. Pero más allá de las desregulazaciones al capital financiero y recortes impositivos a las rentas altas, la clave de aquella contrarrevolución neoliberal reaganiana estuvo en lo cultural. Reagan y Thatcher lograron que las conciencias de muchos trabajadores giraran a la derecha. Porque fueron gramscianos. Esto es, pusieron el foco en lograr consentimiento ideológico. Entendieron que la economía no es una ciencia objetiva, sino una disciplina que puede explicarse de muchas maneras. Entre ellas algunas que sirvan para naturalizar como lo mejor y normal intereses y proyectos al servicio del capital concentrado. Así las cosas, es que se propició una particular forma de discutir los problemas colectivos en la que el economicismo neoliberal se convirtió en la principal matriz de veridicción: en lo único que dice verdad sin necesidad de explicarse.  

Nuestras sociedades, así las cosas, carecen de los anticuerpos ideológicos y epistémicos requeridos para hacer frente a toda la demagogia reaccionaria y neoliberalizante que hoy domina los espacios de conversación digitales

De ese modo, el debate realmente político fue siendo sustituido por ese economicismo neoliberal. De ahí que hoy día, para que cualquier propuesta política pueda ser “creíble” o “sensata”, deba explicarse en los términos de este. De lo contrario se considera “populismo” o “comunismo”. Nuestras sociedades, así las cosas, carecen de los anticuerpos ideológicos y epistémicos requeridos para hacer frente a toda la demagogia reaccionaria y neoliberalizante que hoy domina los espacios de conversación digitales. De modo que no es casualidad que, como explica Wendy Brown, casi haya desaparecido ese lenguaje específicamente político necesario para procesar la complejidad social. Por ello es que el ciudadano actual no dispone de referentes históricos ni instrumentos cognitivos para dar nombre a las causas de sus dificultades. Y ante ello, pues la gente está encontrando credibilidad en los Trump, Bolsonaro, Vox y Milei. Quienes ofrecen soluciones fáciles (arreglarían todo muy rápido ya que es cuestión de sacar los “comunistas” de las instituciones), enemigos claramente identificables (todo lo distinto) y mucho neoliberalismo económico (fundamentalismo de mercado según el cual lo público es el problema).

Por ello decimos que, de las ruinas del neoliberalismo, es que avanzan estos monstruos. Entendiendo por dichas ruinas a las actuales sociedades donde la acción colectiva ha sido reducida al mínimo vía su deslegitimación. Y en las que se ha constituido en lo normal e inevitable una economía precarizante y sin garantías para las mayorías y de enriquecimiento sin límites para minorías vinculadas a circuitos financieros y tecnológicos. Con el agravante de unas redes sociales que han configurado todo un nuevo paradigma de comunicación en el que la verdad importa poco y la confirmación ideológica es la norma en medio de usuarios divididos en nichos según el contenido que consumen. En ese contexto, finalmente nos preguntamos ¿qué hacer? Mi respuesta es que seguir luchando e intentando avanzar en defensa de ese mínimo de dignidad y democracia que de momento es lo posible. Aunque tengamos que hacerlo sobre unas ruinas que cada vez apestan más a odio, irracionalismo y multimillonarios delirantes que ahora compran redes sociales y directamente elecciones.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario