PABLO MOTOS CONTRA UN CIERVO
Pablo Motos en una imagen de archivo. Isabel Infantes
/ Europa Press
Creo
que El Hormiguero, el programa de entrevistas de Pablo Motos,
lleva un montón de años en antena, aunque no tantos como llevo yo sin verlo. No
es que yo vea mucha televisión -por no decir que no veo ninguna-, pero la grima
que me da ese vertedero catódico compite seriamente con el reguetón, el Valle
de los Caídos y la pizza con piña. A veces he tenido que escribir de Pablo
Motos, sí, pero ha sido en defensa propia, después de ver -en diferido y en las
redes sociales- un fragmento de esas repgnantes entrevistas en las que pregunta
a una mujer por su ropa interior o por cómo hace por mantener el culo en forma.
La verdad es que, conociendo a Motos, difícilmente puede preguntar otra cosa.
La pasada semana Pablo Motos volvió a ser noticia por sus peculiares métodos de trabajo, cuando David Broncano, el presentador de La Revuelta, confesó ante las cámaras que no podían ofrecer la entrevista al campeón de Moto GP, Jorge Martín, porque desde el programa de Antena 3 habían presionado para que Martín acudiera antes a El Hormiguero. En lugar de la entrevista prometida, el equipo de Broncano ofreció un documental sobre la berrea del ciervo, uno de esos documentales de naturaleza de los que Prado del Rey debe tener un almacén lleno a rebosar. Por lo que fuese, alguien eligió un vídeo de ciervos en lugar de uno de leones, osos o tiburones blancos. Todavía tuvo suerte Motos de no tener que competir contra un documental de zarigüeyas o babosas.
El
caso es que, finalmente, El Hormiguero se impuso aquella noche a La
Revuelta en los índices de audiencia, aunque sólo por un pelo. Da que
pensar que, entre un ciervo mugiendo y Pablo Motos, los telespectadores se lo
haya pensado bastante, sobre todo porque al lado de Motos estaba Hugh Grant,
uno de los invitados más interesantes que han pasado por allí últimamente.
Habría sido épico que el cruce de testuces hubiese tenido lugar, por ejemplo,
con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, la misma noche en
que reconoció que su último gesto romántico fue quitar la
ropa del tendedero de la cocina. Entre el ciervo berreando y
Almeida haciéndose el romántico, vete a saber lo que hubiese podido ocurrir.
Probablemente, cualquier cosa.
A
estas alturas nadie puede sorprenderse al descubrir las prácticas mafiosas de
Pablo Motos, más que nada porque, justo un año atrás, Facu Díaz reveló
que la productora de El Hormiguero había amenazado, censurado o
presionado a un tropel de cómicos que decidieron hacer chistes a su costa.
También hubo invitados que confesaron haber recibido llamadas de advertencia
tras denunciar el mal rato que pasaron en el programa. Sin embargo, lo que me
parece realmente significativo es que un montón de gente decidiera cambiar de
canal y contemplar la berrea del ciervo en lugar de contemplar a Pablo Motos.
Sospecho que, de haber emitido un programa de bricolaje, un especial de los
Teleñecos de hace cuatro décadas o una carta de ajuste, el resultado habría
sido muy parecido. La gente cambió de canal con tal de no ver a Pablo Motos.
Esto
me lleva a preguntarme si TVE no se habrá equivocado radicalmente en su intento
de arrebatar el liderazgo de Antena 3 a la hora de emisión de El Hormiguero.
Es verdad que Broncano suele invitar a artistas, actrices o deportistas mucho
más interesantes que Pablo Motos, también que hace preguntas bastante más
inteligentes, pero da la impresión de que podría entrevistar a un ciervo y
seguir quitándole espectadores. De hecho, podía subir las apuestas y
entrevistar a Jesús Urceloy, reciente Premio Internacional de Poesía
José Hierro, a Álvaro Muñoz Robledano, un poeta excelso que nunca ha
ganado ningún premio y se los merece todos, o, ya jugando al límite, a mí sobre
mi última novela. De momento, habrá que conformarse con el ciervo y la berrea.
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