lunes, 4 de noviembre de 2024

La DANA y los hipócritas

 

La DANA y los hipócritas

JULIO BASURCO DÍAZ 

Rober Solsona / Europa Press / ContactoPhoto

Las peores secuelas de este tipo de catástrofes nunca tienen lugar en aquellas zonas perfectamente urbanizadas, sino en los núcleos poblacionales más deprimidos. Las inclemencias climatológicas también distinguen entre clases

Desconozco si hubo negligencia a la hora de establecer las alarmas pertinentes para evitar los devastadores efectos que la DANA ha generado e ignoro por completo hasta qué punto han sido desmenuzados los servicios de ayuda y emergencias en la Comunidad Valenciana. No sé si hubo autoridades que, a sabiendas del riesgo que ello implicaba, optaron por mirar hacia otro lado en base a intereses políticos o empresariales. Me falta mucha información al respecto como para emitir sentencia alguna.

Ahora bien, hay algo que sí es fácil saber: las peores secuelas de este tipo de catástrofes nunca tienen lugar en aquellas zonas perfectamente urbanizadas y habitadas por sectores de gran capacidad adquisitiva, sino en los núcleos poblacionales más deprimidos. Las inclemencias climatológicas también distinguen entre clases. Ceuta, el territorio desde y sobre el que puedo hablar, sirve de perfecto ejemplo a la hora de ilustrar esta indiscutible realidad. Y el hipócrita cinismo de quienes, compungidos, exhiben su pesar a la vez que implementan una política pública que, en lugar de reducir la brecha social, amplía la distancia entre la confortabilidad de los ganadores y la ansiedad de los que, sabedores de que están destinados a perder, se van cada noche a dormir invadidos por la incertidumbre, realmente preocupados y preocupadas ante la posibilidad de que, literalmente, se les caiga el techo encima. Presentemos algunos datos.

2016. Es el año en el que Ceuta, gobernada ininterrumpidamente por el Partido Popular desde 2001, hizo entrega de la última promoción de vivienda pública. Según el Plan General de Ordenación Urbana promovido y defendido por el propio Gobierno, la ciudad, de diecinueve kilómetros cuadrados y menos de ochenta y cinco mil habitantes, adolece de un déficit de ocho mil viviendas. En consecuencia, el porcentaje de infravivienda se sitúa en más del doble de la media nacional.

Decenas de miles de personas viven hacinadas en barriadas levantadas, prácticamente en su totalidad, fuera de ordenaciónes decir, construidas por los propios vecinos al margen, lógicamente, de normativas urbanísticas o de cualquier tipo de mecanismo de seguridad que ofrezca unas mínimas garantías a la hora de afrontar situaciones sobrevenidas. La gente, ya se sabe, tiene la manía de querer vivir bajo un techo y, cuando la administración no cumple con la obligación constitucional de facilitarlo, opta por soluciones alternativas. ¿Qué actitud ha adoptado el Gobierno del PP ante este panorama que, perfectamente, podríamos calificar como emergencia habitacional? La más absoluta y alevosa nada. En Ceuta, donde el cuarenta por ciento de la población no puede acceder al mercado privado debido a que vive bajo los umbrales de la pobreza, la política de vivienda es ninguna. El Partido Popular ha decidido dar la espalda a esta imperiosa necesidad. Ha decidido condenar a una porción nada desdeñable de su pueblo al hacinamiento, el chabolismo y, sobre todo, la inseguridad.

No cuesta figurarse lo que algo similar a lo acontecido en Valencia conllevaría en el caso de producirse en la Ciudad Autónoma. De hecho, basta con asistir a lo que sucede cada vez que se dan lluvias intensas y los hijos y las hijas de la periferia, tanto geográfica como social, amanecen achicando el agua que les cubre los tobillos mientras el centro, tanto geográfico como social, no registra el más mínimo desperfecto. En Ceuta, una DANA (o equiparable) arrasaría con distritos enteros. Y con la gente que vive (o, mejor dicho, subsiste) en ellos.

¿Por qué el Gobierno de la ciudad no trata de poner remedio a tan deplorable situación? La respuesta es tan triste como devastadora. Si las inclemencias climáticas, como señalábamos al comienzo, distinguen entre clases, dichas clases se han construido teniendo muy en cuenta el componente étnico. La inmensa mayoría de trabajadores y trabajadoras que reside en infraviviendas es población española de origen arabo-bereber, una parte de la sociedad ceutí (en concreto, la mitad) que para el campo conservador nunca ha sido más que mano de obra barata, desechable y de fácil sustitución. Un gueto más o menos habitable, así las cosas, se antoja suficiente para la tarea asignada en el diseño social.

El caso ceutí, como vemos, alberga elementos particulares y específicos, pero todos ellos se encuentran insertos en una lógica general caracterizada por el fariseísmo más ofensivo: el de aquellos que públicamente lamentan las consecuencias de unas causas a las que pudieron, y nunca quisieron, poner solución. Hay lágrimas que sólo provocan indignación.

 

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