EL PP Y UN SEÑOR DE MURCIA
DAVID TORRES
Otra cosa no, pero
el PP siempre ha observado un gusto exquisito por las formas, los linajes y las
denominaciones de origen. De ahí, tal vez, la preponderancia del acento
gallego, que va de Manuel Fraga a Mariano, con un salto mendeliano en el chicle
tejano de Aznar, que todavía sigue trabajando en ello. La cuestión fundamental
que resuena al entrar en muchos pueblos de la España profunda (“¿Y tú de quién
eres?”) es la misma que anima a las grandes formaciones políticas del país,
cuando al enseñar el carné preguntan si uno es de Cospedal o de Soraya, de
Susana o de Pedro.
Desde que venciera
en las elecciones internas por la presidencia del PP, Pablo Casado no ha dejado
de intentar sumar acuerdos desde todos los ángulos y facciones del partido, en
la creencia de que si el minimalismo dice que menos es más, la lógica asegura
que más es menos. Quiso incorporar a su némesis, Soraya Sáenz de Santamaría, a
su proyecto político, y aunque le salió rana, ahora le ha ofrecido a Mariano un
despacho en Génova con personal incorporado, aire acondicionado y suscripción
completa al Marca. En un César triunfante siempre queda mucho mejor tender la
mano al rival que pisarle la cabeza.
Este inesperado
giro hacia la magnanimidad ha llevado a Casado a la creación de una nueva fundación
del PP, llamada Concordia y Libertad, cuyo leit-motiv será reivindicar la
Transición, algo ciertamente nunca visto en la política española de las últimas
décadas. De hecho, Casado lleva muchos años apostando por la concordia y la
restauración de heridas, desde aquellos tiempos en que se reía de los infelices
que seguían buscando al abuelo de no sé quién, fusilado y enterrado en las
cunetas. Para presidir la fundación, nadie mejor que el vástago directo de uno
de los artífices de la Transición, Adolfo Suárez Illana, un hombre de lo más
conciliador: no hay más que recordar sus palabras sobre los manifestantes
contra la guerra de Irak, que según él, “andaban recorriendo las calles con
pancartas, tirando huevos, tirando piedras y abriendo la cabeza de alguno de
nuestros militantes”.
La meteórica
carrera de Suárez Illana, tras el rastro de la estela paterna, se cortó
abruptamente al conocerse su responso en mitad del funeral por una víctima de
ETA: “Lo primero que hay que trasladar es nuestra condolencia y nuestro pésame
a la familia del guardia civil asesinado, que ya no podrá disfrutar de las
cebollas rellenas de su querida Sama de Langreo”. Suárez Illana se preocupó de
averiguar cuál era la perla gastronómica de la región, porque para él las
etiquetas y los orígenes son lo primero y casi lo único. Felicitó a Ana Botella
tras su nombramiento como alcaldesa de Madrid por ser alguien “con nombre y
linaje”, y en su campaña por Castilla-La Mancha no dejaba de anunciar: “Yo me
casé con una castellano-manchega del ámbito rural”.
No es cuestión
baladí ésta de la denominación de origen, hasta el punto de que este sábado,
cuando le preguntaron en la Sexta Noche por su posicionamiento respecto a
ciertas corrientes ideológicas del partido, Teodoro García, secretario general,
respondió: “Yo soy de Murcia, no de extrema derecha”. Recordaba poderosamente
la declaración geográfica de Rafael Hernando al preguntarle por la financiación
irregular del PP madrileño: “Yo soy afiliado por Almería, gracias”. Como se ve,
la concordia no tiene secretos para ellos. La cebolla rellena, tampoco.
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