EPI Y BLAS Y AZNAR
DAVID TORRES
Ayer descubrimos
dos cosas que ya sabíamos desde hace décadas, a saber, que Epi y Blas son
pareja y que Aznar es Aznar, lo cual no son dos afirmaciones tan alejadas como
cabría suponer. Epi y Blas salen del armario al tiempo que Aznar sigue
encerrado en él, atrincherado en sus frases hechas sobre la ETA, el terrorismo,
la Transición, Irán, Venezuela y las armas de destrucción masiva. Así, Jose
Mari iba desgranando sus grandes éxitos zarzueleros entre grandes aplausos de
su público y con el mismo ritmo con el que Conde Draco iba contando en voz alta
para pasmo y deleite de la chiquillería. Al menos, los niños tienen la excusa
de ser niños.
Al fin y al cabo,
el espectáculo de ver a un señor ceniciento mintiendo a lo largo y lo ancho de
casi cinco horas de comparecencia no produce tanta lástima y tanto asco como la
vergüenza de haber tenido a este mismo señor ceniciento de presidente durante
tantos años. Cada embuste se amontonaba encima del anterior, sin que importaran
actas judiciales ni hechos probados. La chulería, la prepotencia, el cinismo,
el engreimiento, la arrogancia, la soberbia son entradas del diccionario que
podrían llevar de segunda acepción su apellido y su cara.
Dijo que no conocía
a Correa a pesar de que era el tipo que le montaba los actos, le pagaba las
fiestas y le organizó el bodorrio de la hija en El Escorial, un enlace donde
las invitaciones podía haberlas enviado la Interpol, para ir ahorrando tiempo.
Aseguró que la caja B del PP no existió jamás y retó a Simancas a que le
demostrara su existencia, aunque su existencia quedó más que probada en una
sentencia judicial que afirma exactamente lo contrario. Desmintió que la Gürtel
hubiera tenido algo que ver en la boda de su hija, cuando el sumario sacó a la
luz que al menos se destinaron 32.452 euros para costear el banquete. La
comparecencia se iba acercando, poco a poco, a un especial de Barrio Sésamo y,
a cada minuto que pasaba, mientras se quitaba y se ponía las gafas, parecía que
iba a aparecer detrás de él un titiritero.
Sin embargo, nadie
mueve los hilos de Aznar, excepto él mismo. Poseído y teledirigido por su
propio bigote, lo que resta de este señor ceniciento es la triste retahíla de
su pasado: un reguero de corrupción, de miseria, de mierda y de sangre. No va a
pedir perdón por nada. Aun está orgulloso de haber contribuido a la matanza de
cientos de miles de iraquíes gracias a aquella foto de Las Azores, a sus
inenarrables monólogos con acento tejano y a haberse sentado al lado de Bush
con los pies encima de la mesa, en un campeonato improvisado a ver cuál de los
dos era más patán y más grosero. Las armas inteligentes que nos vende Pedro
Sánchez en realidad son las armas de destrucción masiva que todavía sigue buscando
Aznar: se esconden tan bien que todavía no las ha encontrado nadie. Epi y Blas
eran monógamos mientras que a Aznar le gustan más los tríos. Cómo no van a
querer en el PP a este Rambo de todo a cien que, como tantos otros pistoleros
de pacotilla, ni siquiera hizo la mili.
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