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martes, 4 de septiembre de 2018

EL PP Y UN SEÑOR DE MURCIA


EL PP Y UN SEÑOR DE MURCIA
DAVID TORRES
Otra cosa no, pero el PP siempre ha observado un gusto exquisito por las formas, los linajes y las denominaciones de origen. De ahí, tal vez, la preponderancia del acento gallego, que va de Manuel Fraga a Mariano, con un salto mendeliano en el chicle tejano de Aznar, que todavía sigue trabajando en ello. La cuestión fundamental que resuena al entrar en muchos pueblos de la España profunda (“¿Y tú de quién eres?”) es la misma que anima a las grandes formaciones políticas del país, cuando al enseñar el carné preguntan si uno es de Cospedal o de Soraya, de Susana o de Pedro.

Desde que venciera en las elecciones internas por la presidencia del PP, Pablo Casado no ha dejado de intentar sumar acuerdos desde todos los ángulos y facciones del partido, en la creencia de que si el minimalismo dice que menos es más, la lógica asegura que más es menos. Quiso incorporar a su némesis, Soraya Sáenz de Santamaría, a su proyecto político, y aunque le salió rana, ahora le ha ofrecido a Mariano un despacho en Génova con personal incorporado, aire acondicionado y suscripción completa al Marca. En un César triunfante siempre queda mucho mejor tender la mano al rival que pisarle la cabeza.


Este inesperado giro hacia la magnanimidad ha llevado a Casado a la creación de una nueva fundación del PP, llamada Concordia y Libertad, cuyo leit-motiv será reivindicar la Transición, algo ciertamente nunca visto en la política española de las últimas décadas. De hecho, Casado lleva muchos años apostando por la concordia y la restauración de heridas, desde aquellos tiempos en que se reía de los infelices que seguían buscando al abuelo de no sé quién, fusilado y enterrado en las cunetas. Para presidir la fundación, nadie mejor que el vástago directo de uno de los artífices de la Transición, Adolfo Suárez Illana, un hombre de lo más conciliador: no hay más que recordar sus palabras sobre los manifestantes contra la guerra de Irak, que según él, “andaban recorriendo las calles con pancartas, tirando huevos, tirando piedras y abriendo la cabeza de alguno de nuestros militantes”.

La meteórica carrera de Suárez Illana, tras el rastro de la estela paterna, se cortó abruptamente al conocerse su responso en mitad del funeral por una víctima de ETA: “Lo primero que hay que trasladar es nuestra condolencia y nuestro pésame a la familia del guardia civil asesinado, que ya no podrá disfrutar de las cebollas rellenas de su querida Sama de Langreo”. Suárez Illana se preocupó de averiguar cuál era la perla gastronómica de la región, porque para él las etiquetas y los orígenes son lo primero y casi lo único. Felicitó a Ana Botella tras su nombramiento como alcaldesa de Madrid por ser alguien “con nombre y linaje”, y en su campaña por Castilla-La Mancha no dejaba de anunciar: “Yo me casé con una castellano-manchega del ámbito rural”.

No es cuestión baladí ésta de la denominación de origen, hasta el punto de que este sábado, cuando le preguntaron en la Sexta Noche por su posicionamiento respecto a ciertas corrientes ideológicas del partido, Teodoro García, secretario general, respondió: “Yo soy de Murcia, no de extrema derecha”. Recordaba poderosamente la declaración geográfica de Rafael Hernando al preguntarle por la financiación irregular del PP madrileño: “Yo soy afiliado por Almería, gracias”. Como se ve, la concordia no tiene secretos para ellos. La cebolla rellena, tampoco.
 


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