COMO EN ALEMANIA, LA EXTREMA DERECHA CRECERÁ EN TODO EL MUNDO
MIENTRAS LA IZQUIERDA HAGA LO QUE HACE
POR JUAN TORRES LOPEZ
Decía
Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos de 1933 a 1945: «en
política, nada sucede por accidente. Si sucede, puede apostar a que fue
planeado de esa manera».
Con el
ascenso de la extrema derecha ocurre igual. No podría darse si no tuviese el
apoyo, como lo tiene, de los grandes capitales que la sostienen y financian.
La
significativa victoria que acaba de obtener en Turingia (Alemania) no es
casualidad, como tampoco es un accidente que, en conjunto, sea la segunda
fuerza del Parlamento Europeo y su influencia aumente en todo el planeta.
Como he explicado con detalle en mi último libro, Para que haya futuro (Deusto Ediciones), la razón de su ascenso tiene que ver con dos factores principales. En primer lugar, con el proceso de creciente desposesión que vienen sufriendo las clases trabajadoras, las llamadas «clases medias», los pequeños y medianos empresarios, los trabajadores autónomos y microempresarios, e incluso una buena parte de los profesionales y pequeños directivos, en favor de una parte muy reducida de la población que acumula cada día más riqueza y poder.
Durante
años, ese proceso se disimuló y legitimó convenciendo a quien se desposeía. Se
la hacía creer que, si vivía peor, con menos ingreso y más inseguridad, era por
su responsabilidad. Margaret Thatcher decía que «si hay familias pobres es
porque no administran bien sus recursos». Lo mismo que se decía que si alguien
estaba en paro no era por culpa de las políticas que se llevaban a cabo, sino
porque no tenía suficiente «empleabilidad». O que, si carecía de vivienda,
sería porque no habría ahorrado.
En los
últimos años, sin embargo, la desposesión se ha hecho indisimulable y esos
discursos ya no sirven. Ha sido preciso recurrir a otra estrategia más directa:
se reconoce la desposesión pero, a base de mentiras y demagogia, se hace creer
que quienes desposeen a la mayoría no son los grupos más poderosos que dictan
las políticas sino «los otros», los diferentes: los inmigrantes nos quitan el
empleo y la seguridad, los okupas las viviendas, los rojos la soberanía y los
valores tradicionales que nos protegen…
El
trabajo de la extrema derecha (Vox, en España) y de la derecha que se hace cada
vez más extrema (PP entre nosotros) es justamente ese: difundir tales bulos a
base de datos falsos y populismo simplista para que la gente cada día más
desposeída y descontenta, insegura, frustrada y temerosa, caiga en las manos de
quien se hace creer que va a protegerla, puesto que efectivamente denuncia
constantemente los problemas reales que le afectan.
Sin
embargo, todo esto es una parte del problema. Esa estrategia es viable y está
resultando exitosa porque las izquierdas han perdido el norte y carecen de
proyecto, cuando no han asumido directamente el neoliberal, como en buena parte
le ha sucedido a los partidos socialistas que hicieron la misma política
económica que la derecha y defienden sus mismas estrategias militaristas.
La
extrema derecha crece porque las izquierdas están cada día más alejadas de los
problemas que verdaderamente preocupan a la gente corriente y no han sabido
plantear ni resolver el problema de los bajos salarios, de la vivienda, de la
seguridad, de la pobreza y la precariedad extremas, de la inmigración
descontrolada y de la falta de integración que lleva consigo, de la pérdida de
soberanía y del amparo que representa la identidad colectiva. Y porque se han
dejado llevar por identarismos particularistas y nacionalismos siempre
excluyentes y desintegradores.
La
carencia generalizada y progresiva produce miedo que se agudiza con la
polarización y el clima de conflicto que la extrema derecha cultiva para
aprovecharse de ello. Y la izquierda, como mucho, se dedican a denunciarlo y
difundirlo, pero no a resolver sus causas.
Para evitar que la extrema derecha siga creciendo, la izquierda no puede
seguir haciendo lo que hace. Como he propuesto en Para que haya
futuro, quien de verdad quiera enfrentarse al crecimiento de
la extrema derecha y a la destrucción de la democracia que eso lleva consigo
debe actuar de otro modo. Es imprescindible actuar con luces largas, diseñar un
proyecto de amplísimas mayorías y contribuir a conformar un sujeto social
congraciado con la dimensión moral, solidaria, amorosa y pacífica del ser
humano, la única que puede cambiar el mundo a mejor, como demuestran los
cambios positivos que se han dado a lo largo de nuestra historia y que, a pesar
de todo, se siguen registrando hoy día, aunque sea silenciosamente, en muchos
sitios de nuestro alrededor.
Sé que me
repito al escribir de nuevo lo mismo sobre lo que nos está pasando, ahora a
propósito de lo que acaba de suceder en Alemania. Pero creo que hay que hacerlo
hasta la saciedad, pues me parece que quienes tendrían que entenderlo no están
entendiendo nada.
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