domingo, 22 de septiembre de 2024

GOLPISTAS ESPERPÉNTICOS

 

GOLPISTAS ESPERPÉNTICOS

ANÍBAL MALVAR 

 

Eduardo Parra / Europa Press

¿Cómo vamos los periodistas a combatir los bulos si estos salen de los políticos a los que estamos obligados a dar voz?

Esteban González -Pons, que dicen que es el listo del PP, acaba de llamar golpista a Pedro Sánchez. Poco menos que asegura que el candidato opositor venezolano fue secuestrado por el Gobierno español en su embajada en Caracas y obligado a punta de Chivas Regal a firmar un documento dando por vencedor de las elecciones a Nicolás Maduro. Falta Begoña Gómez en lencería Intimissimi soplando el cañón humeante de una Magnum.

Está cogiendo afición nuestra derecha moderada a verter acusaciones que en Twitter serían delito (si estuvieran dirigidas a fachas: con PS y la izquierda en general hay veda abierta).

Hace no mucho, Alberto Núñez Feijóo sugirió que las mediaciones de José Luis Rodríguez Zapatero en el país (aún) bolivariano respondían a oscuros intereses del expresidente. O sea, que ZP se lo llevaba crudo de Maduro por lo extranjis. No aportó ninguna prueba, por supuesto.

¿Cómo vamos los periodistas a combatir los bulos si estos salen de los políticos a los que estamos obligados a dar voz? 

Ahora que está de moda el debate: ¿Cómo vamos los periodistas a combatir los bulos si estos salen de los políticos a los que estamos obligados a dar voz? Están cambiando nuestra profesión: antes buscábamos la verdad, ahora solo nos queda tiempo y energía para desmentir falacias.

Y resulta inútil. No se puede demostrar que ZP no ha cobrado de Venezuela por sus mediaciones a no ser que rastreemos todas las cuentas de todos los paraísos fiscales del mundo. Tampoco se puede exonerar a Pedro Sánchez de haber participado en un golpe de Estado imaginario en Venezuela. El polen de la mendacidad es tan poderoso como el antiguo cotilleo: basta con sembrar una semilla de sospecha. La maldad humana hará el resto.

El esperpento del PP llegó a tales límites que la propia víctima del golpe, Edmundo González, tuvo que hacer público un comunicado desmintiendo las fantasías golpistas de Pons: “No he sido coaccionado por el Gobierno de España ni por el embajador español en Venezuela. Las gestiones diplomáticas realizadas tuvieron como único propósito facilitar mi salida del país, sin ejercer ningún tipo de presión sobre mí”. Al PP solo le falta decir que don Edmundo escribió esta confesión porque la ministra de Sanidad le echó burundanga en el Chivas.

Pasando de Broncanos y de Motos, uno es más adicto a poner en la tele las sesiones del Congreso, y asusta ver cómo el PP va asumiendo la antipolítica como estrategia única de oposición. El dinamitar las instituciones desde dentro ya no es cosa solo de la ultraderecha fascista que infesta Europa. La antigua democracia cristiana ha perdido los pudores y quiere sangre y ruido. Si uno se pone a indagar en las propuestas alternativas que ofrece el PP a los problemas de España, solo encuentra la ocurrencia feijoana de mandar a la Armada a detener cayucos en el Mediterráneo (ocurrencia que, por cierto, ya había tenido Santiago Abascal un año antes). Realmente, no existe en España oposición. Existe ruido. Y sin oposición la democracia no funciona, se gripa. Los fachas de toda la vida lo saben y lo fomentan. Si la democracia no es nuestra, no queremos democracia.

De nada va a servir regenerar los medios de comunicación si no se detiene la degeneración política de un sector cada vez más amplio de los hemiciclos

De nada va a servir regenerar los medios de comunicación si no se detiene la degeneración política de un sector cada vez más amplio de los hemiciclos. Solo los electores son capaces de frenar la iniquidad, pero últimamente no parecen muy dispuestos. También se han contagiado de ruido. Por eso un muy discutible CIS acaba de señalar la inmigración como el primer problema de los españoles. Y es que quizá también el CIS sea ruido. Arroja sorprendentes datos. Como que los votantes de EH-Bildu vean la inmigración como su principal problema. Hace años que no piso Euskadi, pero me suena marciano. Me suena a más ruido. Y yo me voy con mis silencios a otra parte.

 

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