SUMAR AL DESNUDO
La
ausencia de aliados convencidos de unirse al proyecto y la salida de Podemos al
grupo mixto explican la candidatura en solitario del partido de Yolanda Díaz en
Galicia
XOSÉ
MANUEL PEREIRO
Marta Lois y Yolanda
Díaz en la presentación de Sumar Galicia, junto al exconcejal socialista Juan
Díaz Villoslada y el portavoz Paulo Carlos. / X @sumargalicia
En los estertores de 2023 se rompió una tradición democrática en España: la de que las elecciones autonómicas gallegas y vascas se celebrasen en la misma fecha. Pasaba incluso en aquellos casos en los que no se cumplían los cuatro años habituales de legislatura y, cuando hubo que aplazar a causa de la pandemia las simultáneas convocadas en 2020, se aplazaron para el mismo día. No era un uso muy antiguo, se remontaba apenas al 1 de marzo de 2009, pero es que las tradiciones españolas relacionadas con la democracia, al contrario que otras como el despeñamiento de cabras, la adoración pública de figuras de madera con ropajes más o menos bíblicos y el acoso público con tortura a cuadrúpedos o vecinos, son por fuerza recientes.
El hábito se rompió
por la parte gallega del binomio. El pasado 21 de diciembre, el casi recién
estrenado presidente Alfonso Rueda convocó elecciones para el 18 de febrero. A
resultas del inesperado chasco del 23J, las cabezas pensantes del PP de Galicia
(al menos las que no siguieron a Alberto Núñez Feijóo a su conquista de las
Españas) tuvieron que escoger entre apresurar los tiempos, para aprovechar los
rescoldos de la indignación por la amnistía y el resto de felonías
socialcomunistas, o mantener la calma y el ritmo y esperar que se asentase la
figura de Rueda, el presidente a quien Feijóo designó como sucesor. Todo
apuntaba, como realmente pasó, a que optarían por pisar el acelerador, pese a
que Rueda, por mucho que lleve en el gobierno desde 2009, y casi siempre como
vicepresidente, no era apenas conocido.
De hecho, el
neopresidente llevaba ya algún tiempo subido en un autobús –“Galicia Rueda”–
que circulaba por Galicia invitando a cañas –0,0– y subiendo a famosos. También
se había convertido en omnipresente en los medios públicos, desde protagonizar
talk shows y magazines hasta en acontecimientos deportivos, y desde luego en
los informativos. Si en los noticieros de la URSS aparecía Stalin paseando por
el campo y arreglándole el tractor a un abrumado campesino random, en la TVG y
en los medios concertados Rueda clausura una promoción de la Academia Galega de
Seguridade Pública y le cede la palabra y el micro a un policía local recién
egresado para que pida matrimonio a su novia.
Pese a la creencia
generalizada de que el PP tiene las elecciones autonómicas ganadas desde que
las convoca, esta vez hay una sensación de que sí hay partido
Semejante
despliegue de actividad y sonrisas se debe a que, pese a la creencia
generalizada, fuera y también dentro de Galicia, de que el PP tiene las
elecciones autonómicas ganadas desde el momento en que las convoca (no, desde
luego; ni las generales ni mucho menos las locales), esta vez hay una sensación
–y quizá encuestas, aunque no me las han enseñado– de que sí hay partido. La
refuerzan las declaraciones de Feijóo que, en una enmienda a la totalidad al
Estatuto de Autonomía, a la función real de las elecciones y a su propio
pasado, ha asegurado que los comicios del 18 de febrero servirán para que los
gallegos expresen su opinión sobre el sanchismo. Siempre habían servido para
elegir el Parlamento, y de ahí, al presidente de la Xunta, como le pasó a él de
2009 a 2020, pero ya se sabe que el líder del PP tiene teorías propias sobre
cómo se eligen presidentes.
Podría haber
partido porque el BNG tiene una líder consolidada, Ana Pontón, que ha
conseguido hacer demarrar a los nacionalistas de la condición de extraparlamentarios
que le auguraban en la convocatoria de 2016 a encabezar cómodamente la
oposición, con los socialistas a una distancia como nunca estuvieron. Ha
conseguido tener un target atrapalotodo y transversal y dominar, o no
exteriorizar, los demonios internos que vienen de serie en las izquierdas.
También los socialistas, pese a su papel, por el momento secundario, tienen un
candidato claro, José Ramón Besteiro, y con buen cartel, superviviente de un
episodio de lawfare. Desde que perdieron la presidencia del Gobierno de
coalición con los nacionalistas, en 2009, la elección del candidato del PSdeG
parecía que se hacía mediante el juego de la silla. El que se quedaba de pie
era el que se tenía que presentar. De todas formas, al PSdeG siempre le ha ido
bien o mal dependiendo de cómo le iba al PSOE a nivel estatal.
Al PSdeG siempre le
ha ido bien o mal dependiendo de cómo le iba al PSOE a nivel estatal
En Galicia, el
proceso de nacimiento, auge y caída de la apropiadamente llamada izquierda
rupturista empezó y acabó antes y de manera más radical. Del éxito del proyecto
prePodemos (Alternativa Galega de Esquerdas, AGE) y el liderazgo en la
oposición, a la desaparición en el parlamento autonómico y en la mayoría de las
instituciones, en buena parte a causa de las desavenencias y/o a la competencia
entre ofertas del mismo o de parecido signo. El 23J, el proyecto de Yolanda
Díaz, pese a bajar en apoyo electoral, logró mantener los dos puestos en el
Congreso que tenía por A Coruña y Pontevedra. Las elecciones gallegas serían
una buena oportunidad para relanzar el partido en Galicia y consolidarlo a
nivel estatal. (El 18F también se la juega Feijóo como líder del PP, de la
misma forma que él, al ganar en 2009, consiguió salvar la cabeza de un
cuestionadísimo Mariano Rajoy y reservarla para que rigiese el país dos años
después).
Entre las demás
opciones, la noticia de la apuesta de Sumar sólo pareció ser bien recibida en
el PP (“Melchor, Gaspar y Baltasar, ese sí que era un tripartito”, reza uno de
los lemas de precampaña de los conservadores). En el BNG se limitaron a
reconocer que todo el mundo tiene derecho a presentarse a unas elecciones, y el
PSdeG les hizo oficiosamente una oferta-trampa de que no se presentasen en Lugo
y Ourense, las circunscripciones sobrerrepresentadas donde Sumar no tiene
ninguna posibilidad.
La búsqueda de
candidata/o resultó infructuosa, hasta tener que recurrir, al filo de la
convocatoria, a la portavoz en el Congreso, Marta Lois, que se había
autodescartado
Según algunos
politólogos y demóscopos (entre ellos los propios de Sumar), hay unos sectores
urbanos que tradicionalmente se abstienen en las elecciones autonómicas, por no
sentirse concernidos por el nacionalismo y tampoco demasiado estimulados a
participar por parte de los socialistas. Ese sería el target de Sumar, y la
contribución del proyecto de Yolanda Díaz a desalojar al PP de la Xunta. Según
otros analistas, la división de ofertas va a beneficiar al partido mayoritario,
gracias al consabido efecto combinado del sistema D’Hondt y la menor
representatividad de las zonas urbanas.
Esa era la teoría.
En la práctica, pasaron dos cosas. Una, que no logró convencer a viejos o
nuevos aliados, fuesen colectivos o notables, para que se sumasen. La búsqueda
de candidata/o a la presidencia resultó infructuosa, hasta tener que recurrir,
al filo de la convocatoria, a la portavoz en el Congreso, Marta Lois, que un
mes antes se había autodescartado. Tampoco quiso ser cabeza de cartel Martiño
Noriega, el exalcalde de Santiago y portavoz nacional de sus antiguos socios,
Anova, los nacionalistas de Beiras (el viejo líder ya había solicitado
veladamente el voto para el BNG en las pasadas generales). Anova cerró públicamente
la puerta al proyecto Sumar, por mucho que sus antiguos compañeros del Bloque
no se la hayan abierto a ellos. Paradójicamente, a Sumar sí se han unido
algunos relevantes militantes de Compromiso por Galicia, una organización
nacionalista de centroizquierda que en su día había sido rechazada por AGE, el
primer movimiento de Yolanda Díaz y Beiras (con Pablo Iglesias de asesor) por
considerarla derechista.
El segundo golpe
fue la decisión de Podemos de irse al grupo mixto en el Congreso. La organización
gallega de Sumar decidió interrumpir las negociaciones que tenía con las de
Podemos e IU. La primera réplica del terremoto la dio Pablo Iglesias, pidiendo
el voto para el BNG, mientras la dirección morada dejaba en manos de los
militantes gallegos la decisión. La segunda, más fuerte, fue el resultado de la
votación. Pese a que la organización en Galicia siempre fue mayoritariamente
“yolandista”, y a que 48 horas antes Marta Lois había asegurado públicamente
que irían unidos, el viernes día 29 la decisión (apoyada por el 62% de los más
de 2.000 votos emitidos) fue la de concurrir en solitario a las elecciones.
También designaron a la candidata, Isabel Faraldo. Faraldo había sido elegida
en las listas de Marea Atlántica al ayuntamiento de A Coruña en 2019, y al
tomar posesión reivindicó su militancia en Podemos y su paso al grupo municipal
de no adscritos. En Galicia todo pasó antes.
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