HABLEMOS DE CHINA, AHORA QUE PODEMOS
POR AUGUSTO ZAMORA
Visto lo que se ha visto –y sigue viendo- con Rusia por ‘lo’ de Ucrania, puede uno imaginarse qué pasará cuando estalle ‘lo’ de EEUU con China. Así que toca aprovechar que aún se puede hablar de China y del tema sin que surjan guillotinas y alambradas. Ya saben que, en esta feliz, docta y esbelta Europa del gallinero, se defiende la libertad de expresión censurándola y los derechos humanos cerrando los ojos ante crímenes como los de Israel en Palestina y los de Arabia Saudita –la garganta profunda del mercado de armas- en Yemen. Considerando que la UE ha declarado a China “rival sistémico” y que está a un paso de incorporarse a las mesnadas de EEUU en Asia-Pacífico, debemos aprovechar el espacio existente para contar cosas que deben contarse.
Aunque no es tema
que se mencione en los relatos periodísticos, por razones que usted, dilecto y
sagaz lector podrá imaginar, lleva EEUU décadas manteniendo ‘cercada’
marítimamente a China, si bien, hasta hace poco tiempo, dentro de unos
parámetros, digamos, aceptables, por eso de hacer de la ofensa una virtud. No
obstante, a partir de 2017 y, especialmente, de 2018, luego de oficializarse la
doctrina militar aprobada ese año, EEUU pasó a calificar a China como su mayor
amenaza mundial y a considerarla el único país capaz de desafiar el poder
estadounidense en todos los ámbitos. En suma, la única potencia que amenazaba
su hegemonía en el océano Pacífico, que es, para EEUU, el área más vital y
estratégica del mundo (tomen notan, atlantitos). De la nueva estrategia de
‘contención’ de China nacieron distintas iniciativas, de las comerciales a las
más abiertamente militares, sin otro objetivo que crear dos anillos de fuego
que dejaran a China recluida en su territorio continental. China, de lo más
‘feliz’ con eso.
En épocas
pretéritas y recientes, China observaba esas maniobras desde la prudencia y
reaccionaba con iniciativas de orden económico y comercial, sin recurrir a
alardes de fuerza o a plantear retos con espadas desenvainadas. Su prioridad
eran continuar con su espectacular crecimiento económico y con la expansión de
su comercio. No obstante, la nueva doctrina militar y política de EEUU le
dejaba a China pocos espacios, de forma que, o callaba y tragaba los anillos de
fuego, como una república bananera más, o bien reaccionaba con energía y
plantaba cara a EEUU. Decidió, como es entendible, la segunda opción y aprobó
un programa militar sin precedentes, con resultados notorios.
Como en estos temas
en mejor dar los datos y documentos oficiales, para que se sepa que no andamos
en plan tertulianos de lengua larga y conocimientos cortos, procedemos a ello.
Puede que el documento más relevante sea el titulado Advantage at Sea, de
diciembre de 2020 (véase en [https://media.defense.gov/2020/Dec/16/2002553074/-1/-1/0/TRISERVICESTRATEGY.PDF]),
firmado, todos a una, por el general David Berger, comandante del Cuerpo de
Marines, el almirante Michael M. Gilday, jefe de Operaciones Navales, y el
almirante Karl L. Schultz, comandante de la Guardia Costera, es decir, los más
altos jefes de la Fuerza Naval estadounidense. Si ya no les creen a ellos,
entonces vean telenovelas. En el documento en cuestión se lee lo siguiente:
“Estados Unidos es
una nación marítima. Nuestra seguridad y prosperidad dependen de los mares.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha construido,
dirigido y promovido un sistema internacional basado en reglas a través de
compromisos compartidos con nuestros aliados y socios. Las fuerzas desplegadas
de la Armada, el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera de EEUU, conocidas
colectivamente como el Servicio Naval, han garantizado la seguridad de este
sistema. El acceso libre y abierto a los océanos del mundo ha fomentado una
extraordinaria era de riqueza y paz para muchas naciones. Ese sistema ahora
está en riesgo.”
Traducido a román
paladino, con el cual se suele fablar a los vecinos, quiere dejar sentado que
la paz, prosperidad y seguridad de EEUU depende de su dominio del mar y que ese
dominio no es tema que pueda negociarse con nadie. Que EEUU debe seguir
dominando los mares y océanos del mundo, única forma de garantizar sus
intereses.
Importa también el
informe salido a la luz pública en octubre de 2021, con el título China Naval
Modernization: Implications for U.S. Navy Capabilities – Background and Issues
for Congress (puede leerse en [https://sgp.fas.org/crs/row/RL33153.pdf]),
elaborado por la Oficina de Inteligencia Naval (ONI, en sus siglas en inglés),
donde se expresa –y no pasen por alto ninguna línea, por favor- lo siguiente:
“En una era de
renovada competencia entre las grandes potencias, el esfuerzo de modernización
militar de China, incluido su esfuerzo de modernización naval, se ha convertido
en el foco principal de la planificación y del presupuesto de defensa de
Estados Unidos. La Armada china, que China ha estado modernizando
constantemente durante más de 25 años […] se ha convertido en una fuerza
militar formidable dentro de la región próxima al mar de la China, y está llevando
a cabo un número creciente de operaciones en aguas más distantes, incluyendo
aguas abiertas del Pacífico Occidental, el océano Índico y aguas de Europa.
“Se considera que
la Armada de China representa un gran desafío para la capacidad de la Marina de
EEUU de mantener el control, en tiempo de guerra, de las áreas oceánicas de
aguas azules en el Pacífico Occidental, en el primer desafío de este tipo que
ha enfrentado la Marina de EEUU desde el final de la Guerra Fría. La Armada
china constituye un elemento clave de un desafío chino al estatus de larga data
de Estados Unidos como la principal potencia militar en el Pacífico Occidental.
Algunos observadores estadounidenses expresan preocupación o alarma con
respecto al ritmo del esfuerzo de construcción naval de China y las tendencias
resultantes con respecto a los tamaños y capacidades relativos de la Armada
china y la Marina de EEUU.”
Aclaramos ciertos
conceptos, para que nuestros fieles y doctos lectores no pierdan la pista ni la
señal. En léxico marinero anglosajón, la expresión ‘aguas azules’ hace
referencia a la capacidad de una fuerza naval de realizar operaciones de
combate mar afuera (esto se analiza más ampliamente en nuestro último libro).
Actualmente, sólo EEUU, China, Rusia y –de lejos, Gran Bretaña-, tienen
capacidad de operar en ‘aguas azules’. Esto sirve para medir qué potencias
representar un reto y peligro para otras.
“Control en tiempos
de guerra de las áreas oceánicas”. EEUU indica que la –posible y probable-
guerra con China será naval y dirimiría el control del Pacífico Occidental. Eso
explica el vasto plan de desarrollo naval chino, así como que el presupuesto
militar de EEUU, en el capítulo desarrollo e inversiones, esté destinado
masivamente a reforzar cuanto sea posible su poder naval (lo que está teniendo
sus repercusiones en Ucrania, pues EEUU se está quedando sin municiones y,
cuando preguntaron qué pasaba, los ‘amunicionadores’ respondieron que habían
dejado de fabricar bombas y proyectiles terrestres porque el presupuesto estaba
dedicado a construir artefactos navales).
Sigamos. Para
situar este el tema en su justa perspectiva, debemos recurrir otro documento
clave de la estrategia marítima de EEUU. En el Advantage at Sea, de diciembre
de 2020, las fuerzas navales estadounidenses establecieron este objetivo:
“Los mares
disputados requieren un énfasis renovado en el control del mar. Negar a
nuestros adversarios el uso de los mares frustra sus objetivos bélicos directos
y desbarata sus esfuerzos por amenazar a nuestros aliados y a la patria
estadounidense desde el dominio marítimo. Debemos aumentar nuestro énfasis en
el control de los mares en los conflictos para proporcionar a las fuerzas
conjuntas y aliadas la libertad de maniobra para atacar a las fuerzas
adversarias e imponer costes a nivel mundial.”
Volviendo otra vez
al román paladino, EEUU considera como objetivo central de su estrategia
anti-china impedir que la fuerza naval de China pueda acceder a los mares de
‘aguas azules’, que deben permanecer –léase al costo que sea- bajo control de
la Marina de Guerra de EEUU. El “control de los mares en conflicto” sería la
espina dorsal de la estrategia de guerra estadounidense. Aquí tenemos definido
el teatro de operaciones de guerra, que serían los mares de la China y los
espacios marítimos entre el primer anillo de fuego (que va de Corea del Sur a
Singapur) y el segundo anillo, entre las islas Hawái y Australia, con Guam y la
isla Drake como epicentros. “Negar a nuestros adversarios el uso de los mares”
debe traducirse como hundir la flota adversaria y replegarla a la costa.
Está la situación
tan clara que, a finales y mayo y principios de junio pasados, el ministro de
Exteriores chino, Wang Yi, realizó una gira por los Estados archipelágicos de
los poéticos Mares del Sur (Islas Salomón, Kiribati, Samoa, Fiyi, Tonga,
Vanuatu, Papúa Nueva Guinea, Micronesia y Timor Oriental), países de escaso
valor económico y comercial por su pequeñez, pero –ahora, merced a su señoría,
EEUU- con un inmenso valor estratégico y geopolítico. China busca, simplemente,
aliados que, de formas varias, le permitan disponer de infraestructuras más
allá de los anillos de fuego –el talón de agua que construye EEUU- para, en
caso dado, poder atacar por la retaguardia. EEUU y su fiel y segura servidora
Australia, pusieron el grito en el cielo y más allá, y, desde entonces, están
enviando delegaciones a todos y cada uno de estos países, para alejarlos de la
“amenaza china”. Entenderán, avispados lectores, cómo la estrategia hegemonista
de EEUU convertirá esta vasta región, hasta hoy irrelevante, en campo de
batalla entre esas dos grandes potencias. Es el Frente Pacífico. El Atlántico
es Ucrania. En tal coyuntura y teniendo EEUU los planes que tiene, es natural
el interés de China por fortalecer su Marina, que ya dispone, desde este mes,
de su tercer portaaviones, el Fujian, a la espera del cuarto y del quinto,
previstos para antes de 2030.
El pasado 15 de
junio, los presidentes de Rusia y China conversaron por teléfono, para repasar
la situación internacional y dar un nuevo espaldarazo a sus relaciones
bilaterales. Entre otras cuestiones, acordaron ampliar la cooperación
energética, financiera, comercial e industrial, recordando que, en 2021, sus
intercambios alcanzaron la cifra récord de 200.000 millones de dólares. La
conversación se ha producido después del más duro, prolongado y abierto
enfrentamiento entre EEUU y China en la región de Asia-Pacífico, rebautizada
por EEUU como Indo-Pacífico, como expresión de su nueva estrategia anti-china,
que ha obligado a Beijing a olvidar su tradicional prudencia para, como se dice
popularmente, enseñar los dientes con todo el filo de los colmillos. No piensen
que Putin y Xi no habían conversado antes. Posiblemente lo hagan cada dos por
tres. Lo destacable es el momento escogido para dar a conocer públicamente que
han conversado. Han querido enviar un mensaje para quien quiera recibirlo:
Rusia y China siguen siendo socios estratégicos y siguen juntos para enfrentar
a EEUU y la OTAN.
Queda apuntar que
EEUU, como no siente que con sus propios recursos pueda con China –menos aún si
China y Rusia van de la mano- quiere que el gallinero europeo se una a su
Frente Pacífico. Es decir, que vayan al otro lado del mundo a morir para mayor
gloria de Washington. Este plan está tan madurado, que a la reunión de la OTAN
en Madrid asistirá el ministro de Defensa de Japón, lo que no había ocurrido
nunca.
La reunión
madrileña de la OTAN será una auténtica misa negra con aquelarre final para
crear un frente anti-chino y anti-ruso, preparatorio del primer conflicto
auténticamente global de la historia humana. Pero, d’ont worry, be happy. ¿Para
qué ocupar el tiempo en esas minucias si lo que importa es fichar a ‘cracks’
futbolistas? ¿Para qué, si toca discutir del sexo de los ángeles, que es lo que
hacen las almas puras? Cuando la retreta llame a la recluta para los Mares del
Sur no se sorprendan, angelitos.
*Autor de “De
Ucrania al Mar de la China”, Akal, mayo de 2022.
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