EL DOCTOR VOLODIMIR
Y MÍSTER ZELENSKY, LA CARA OCULTA DEL
PRESIDENTE UCRANIANO
por Guy Mettan
El diputado suizo y ex jefe de redacción del diario La Tribune
de Genève, Guy Mettan, retrata al saltimbanqui que hoy hace el papel de presidente en Ucrania. Y nos cuenta cómo este payaso se convirtió en aliado de los banderistas y está instaurando una dictadura
a la medida de esos admiradores de los nazis.
RED VOLTAIRE | 24
DE JUNIO DE 2022
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«Héroe de la libertad», «Hero of Our Time», «Der Unbeugsame», «The Unlikely Ukrainian Hero Who Defied Putin and United the World», «Zelensky, l’Ukraine dans le sang» [en español, “Zelenski, Ucrania en la sangre”]. Fascinados por la «sorprendente resiliencia» del comediante milagrosamente convertido en «líder de guerra» y en «salvador de la democracia», los medios y los dirigentes de Occidente ya no saben a qué superlativo recurrir para cantar loas al presidente ucraniano.
Desde hace 3 meses, el jefe del Estado
ucraniano aparece diariamente en las primeras planas de periódicos
y revistas, al principio de los noticieros de televisión, inaugura
por videoconferencia el Festival de Cannes, arenga a los parlamentos,
felicita o amonesta a jefes de Estado y/o de gobierno diez veces más
poderosos que él con un éxito y un sentido táctico que ningún actor de
cine o dirigente político había mostrado nunca antes que él.
¿Cómo no quedar subyugado por el
encanto de este Mr. Bean ucraniano que, después de haber conquistado al
público con muecas y extravagancias –como pasearse desnudo por una tienda o
imitar a un pianista haciendo música con su sexo– ha sabido cambiar en una
noche sus payasadas y sus juegos de palabras escabrosos por una camiseta
verde, barba de una semana y palabras graves para alentar a sus tropas
ante la embestida del infame oso ruso?
Desde el 24 de febrero, Volodimir
Zelenski ha demostrado ser, incuestionablemente, un artista de la política
internacional, dotado de un talento excepcional. Quienes habían seguido
su carrera de cómico no se sorprendieron porque ya conocían su
innato sentido de la improvisación, sus dotes miméticas y su audacia a la hora
de representar un papel. La manera como hizo su campaña electoral,
derrotando en pocas semanas –entre el 31 de diciembre de 2018 y el 21 de
abril de 2019– a adversarios tan difíciles como el ex presidente
Porochenko, movilizando su equipo de producción y sus generosos donantes
oligarcas, ya era prueba de la magnitud de su talento. Pero todavía
le quedaba un as en la manga y está utilizándolo.
TALENTO PARA EL DOBLE
JUEGO
Sin embargo, como a menudo sucede,
la fachada raramente se parece a lo que hay detrás
de ella. La luz de los reflectores suele esconder más de lo que
muestra. Y, cuando se comprueba que la realidad es
menos positiva, se ve que tanto sus realizaciones como jefe
de Estado como su actuación en el papel de defensor de la democracia
dejan mucho que desear.
Ese talento para el doble juego,
Zelenski viene a demostrarlo desde el momento mismo de su elección. Basta
recordar que resultó electo con un impactante 73,2% de los votos, habiendo
prometido que acabaría con la corrupción, que conduciría a Ucrania por el
camino del progreso y de la civilización y, sobre todo, que restauraría
la paz con los rusoparlantes del Donbass.
Pero, en cuanto fue electo, Zelenski
traicionó todas sus promesas tan descaradamente que su índice de popularidad
era un magro 23% en enero de 2022, quedando incluso lejos de sus dos
principales adversarios.
Ya en mayo de 2019, para contentar a los
oligarcas que lo financiaron, el recién electo Zelenski emprendió un gran
programa de privatización de la tierra que abarcó 40 millones de hectáreas
de excelentes tierras agrícolas, afirmando que la moratoria sobre la venta de
tierras haría perder miles de millones al PIB de Ucrania.
En la estela de los programas
de «descomunización» y «desrusificación» iniciados después del golpe
de Estado proestadounidense de febrero de 2014, Zelenski emprendió
una vasta operación de privatización de los bienes del Estado, de
austeridad presupuestaria, de abrogación de leyes sobre el trabajo y de
desmantelamiento de los sindicatos, lo cual molestó a la mayoría de los ucranianos,
que no habían comprendido lo que el candidato Zelenski
consideraba «progreso», «occidentalización» y «normalización» de la economía
ucraniana.
En un país que en 2020
registraba un ingreso por habitante de 3.726 dólares frente a los 10.126
dólares del adversario ruso –y teniendo en cuenta que en 1991 el
ingreso medio en Ucrania era superior al de Rusia– la comparación
no es precisamente favorable. Es por ende comprensible que
los ucranianos no aplaudieran esa enésima reforma neoliberal.
En cuanta a la «marcha hacia la
civilización», esta tomó la forma de otro decreto que –el 19 de mayo
de 2021– garantiza el predominio de la lengua ucraniana y prohíbe el
idioma ruso en todas las esferas de la vida pública, administraciones,
escuelas y comercios, para gran satisfacción de los nacionalistas y
estupefacción de los rusoparlantes del sudeste del país.
UN PATROCINADOR EN FUGA
En el frente de la corrupción, el
balance no es mejor. En 2015, el diario británico The Guardian estimaba
que Ucrania era el país más corrupto de toda Europa. En 2021, Transparency
International, una ONG occidental con sede en Berlín, clasificaba a
Ucrania en el lugar 122 del ranking mundial de la corrupción –la odiada Rusia
estaba en el lugar 136. Nada brillante para un país que dice ser un
ejemplo de virtud frente a los bárbaros rusos. En Ucrania, la corrupción
está en todas partes, en los ministerios, las administraciones, las
empresas públicas, el parlamento, la policía y hasta en la Alta Corte
de Justicia Anticorrupción, ¡según el Kyiv Post!
Los diarios observan que en Ucrania no es raro ver a los jueces
en Porsche.
El principal patrocinador de Zelenski,
el oligarca Ihor Kolomoiski, residente en Ginebra donde posee lujosas oficinas
con vista al lago, está lejos de ser el menos importante de
los personajes que se benefician con la corrupción reinante
en Ucrania. El 5 de marzo de 2021, [el secretario de Estado
estadounidense] Antony Blinken –quien seguramente no podía hacer otra
cosa– anunció que el Departamento de Estado de Estados Unidos
había bloqueado los fondos de Kolomoiski y le prohibía pisar suelo
estadounidense debido a «una implicación en un significativo acto de
corrupción». Lo cierto es que se acusaba a Kolomoiski de haber malversado
5.500 millones de dólares del banco público Privatbank. Pero casualmente
el buen Ihor es el principal accionista de la empresa petrolera Burisma…
que daba empleo a Hunter Biden, hijo del hoy presidente de Estados Unidos
Joe Biden. Hunter Biden cobraba en Burisma la “módica” suma de
50 000 dólares mensuales y hoy está sometido a investigación por el fiscal
del Estado estadounidense de Delaware. Sabia precaución: la medida del
Departamento de Estado impide que Kolomoiski, hoy convertido en persona
no grata en Israel y al parecer refugiado en Georgia,
pueda entrar en Estados Unidos para comparecer como testigo ante la
justicia.
Este mismo Kolomoiski, individuo
decididamente inevitable en esta Ucrania que marcha hacia «el progreso»,
es quien financió toda la carrera de Zelenski como actor y además está
implicado en el escándalo de los Pandora Papers, revelado en
la prensa en 2021. En los Pandora Papers nos enteramos
de que desde 2012 la televisora ucraniana 1+1, propiedad del
sulfuroso oligarca Kolomoiski, entregó a su vedette Zelenski no menos de
40 millones de dólares y de que –poco antes de ser electo presidente y
con ayuda de sus más cercanos colaboradores, los dos hermanos Shefir, uno de
los cuales es el autor de los guiones de Zelenski mientras que el otro es
el jefe de la inteligencia ucraniana (SBU), y del productor y propietario
de Kvartal 95, la empresa de producción de esos personajes–
Zelenski transfirió prudentemente sumas considerables a varias cuentas offshore abiertas
a nombre de su esposa mientras adquiría 3 apartamentos
no declarados en Londres que le costaron 7,5 millones de
dólares.
Este gusto del «servidor del pueblo»
-así se llama la serie de televisión que lo dio a conocer y su
partido político– por el confort no proletario se ve confirmado por
una foto que apareció brevemente en las redes sociales, antes de ser
rápidamente eliminada por los fact-checkers anticomplotistas.
Aquella foto mostraba a Zelenski disfrutando en un palace tropical a
varias decenas de miles de dólares la noche, cuando supuestamente estaba
pasando sus vacaciones de invierno en una modesta estación de ski de los
Cárpatos.
Ese arte de la optimización fiscal y los
asiduos encuentros con oligarcas no precisamente recomendables no parecen
ser muestra de un compromiso incondicional del presidente Zelenski
en contra de la corrupción. Como tampoco lo es el hecho de
haber tratado de liquidar al presidente del Tribunal Constitucional Oleksandr
Tupytskyi, quien evidentemente se había convertido en un estorbo
para él, y haber nombrado primer ministro, luego del escándalo que
forzó la salida de su predecesor Oleksyi Hontcharuk, de un tal Denys
Chmynal, un desconocido cuyo mérito era dirigir una de las fábricas del hombre
más rico del país, Rinat Ajmetov, dueño del famoso complejo siderúrgico Azovstal
–último refugio de los heroicos combatientes de la libertad del regimiento
Azov.
No está de más recordar que los
elementos del regimiento Azov suelen llevar en el pecho, la espalda, el cuello
y los brazos tatuajes como el Wolfsangel, emblema de la división SS
Das Reich, frases de Hitler y cruces gamadas, como pudo comprobarse
en los innumerables videos de esos elementos grabados cuando se rindieron
en Azovstal.
REHÉN DEL REGIMIENTO
AZOV
El acercamiento del amable Volodimir a
los representantes más virulentos de la extrema derecha nacionalista ucraniana
no es la menor de las peculiaridades del Dr. Zelenski. La prensa
occidental negó con vehemencia esa complicidad afirmando que las sospechas en
ese sentido eran simplemente escandalosas debido a los orígenes judíos del
presidente ucraniano, súbitamente sacados a relucir. ¿Cómo podría un
presidente judío simpatizar con neonazis, presentados por demás como una
ínfima minoría de marginados en Ucrania? Esa prensa no puede
aceptar algo que demuestre que la operación militar de Putin es realmente una
«desnazificación».
Pero los hechos, como siempre, son
testarudos y están lejos de ser banales.
Es cierto que, a título personal, Zelenski
nunca ha sido cercano a la ideología neonazi ni a la extrema derecha
nacionalista ucraniana. Sus orígenes judíos –aunque remotos y
nunca mencionados antes de febrero de 2022– excluyen,
claro está, que él mismo sea un antisemita. Pero su acercamiento a
esos elementos no es una cuestión de afinidad sino algo vinculado a la
más simple «razón de Estado» y el resultado de una sutil mezcla de
pragmatismo y de instinto básico de supervivencia política e incluso física.
Hay que remontarse hasta octubre
de 2019 para comprender la naturaleza de las relaciones entre Zelenski y
la extrema derecha. Y hay que entender que esas formaciones de extrema
derecha –aunque sólo son un 2% del electorado– representan cerca de un millón
de individuos muy motivados y bien organizados repartidos en numerosas
agrupaciones y movimientos, como el regimiento Azov, cofundado y financiado
desde 2014 por el inevitable… Kolomoiski. Pero el regimiento Azov es sólo
la más conocida de esas entidades, también están las agrupaciones Aidar,
Dnipro, Safari, Svoboda, Pravy Sektor, C14 y Cuerpo Nacional.
El grupo C14 –cuyo nombre es una
referencia a la cantidad de palabras de la frase del neonazi estadounidense
David Lane («We must secure the existence of our people and a future for white
children») [en español, “Tenemos que securizar la existencia de nuestro pueblo
y un futuro para los niños blancos”]– es de los menos conocidos en el
extranjero, pero está entre los más temidos en Ucrania debido a su
violencia racista. Todos esos grupos están en mayor o menor escala
incorporados al ejército y a la Guardia Nacional ucraniana,
por iniciativa de su promotor, el ex ministro del Interior Arsen
Avakov, que controló totalmente el aparato de seguridad ucraniano entre 2014
y 2021. Esos son los que Zelenski denomina como «veteranos»
desde el otoño de 2019.
Sólo meses después de su elección, el
flamante presidente Zelenski viaja al Donbass para tratar de concretar su
promesa electoral de poner en aplicación los acuerdos de Minsk, firmados
por su predecesor. Las fuerzas de extrema derecha, que bombardean las
ciudades de Donetsk y Lugansk desde 2014 –causando al menos
10 000 muertes–, lo reciben con la mayor frialdad porque
desconfían de ese presidente “pacifista”. Esos elementos hacen campaña
contra la paz bajo el eslogan «No a la capitulación». En un video de
aquella visita se ve a un Zelenski totalmente pálido implorarles: «Soy
el presidente de este país. Tengo 41 años. No soy un perdedor.
Vengo ante ustedes a decirles que retiren las armas.». Ese video aparece
en las redes sociales y Zelenski se convierte inmediatamente en blanco de
una campaña de odio. Así terminan las iniciativas de paz de Zelenski
y sus intentos de poner en aplicación los acuerdos de Minsk.
Poco después de aquel incidente,
se logra una pequeña retirada de las fuerzas extremistas. Pero más tarde
estas reinician los bombardeos.
CRUZADA NACIONALISTA
El problema no es sólo que Zelenski haya
cedido al chantaje de esos elementos, sino que además se unió
a ellos en la cruzada nacionalista que habían iniciado. Después de la
misión fracasada que acabo de describir, en noviembre de 2019 Zelenski
recibió a varios cabecillas de la extrema derecha, como Yehven Taras –el jefe
del C14–, mientras que su primer ministro se exhibía junto a Andryi
Medvedko, un neonazi sospechoso de asesinato. También apoya al futbolista
Zolzulya en contra de los aficionados españoles que acusan a este de
ser un nazi por su proclamado respaldo a Stepan Bandera, el líder
nacionalista que colaboró con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra
Mundial (y con la CIA después de la guerra) y que participó en el
genocidio contra los judíos.
La colaboración con los radicales
nacionalistas está bien consolidada. En noviembre del año pasado (2021),
Zelenski nombró al ultranacionalista de Pravy Sektor (Sector Derecho) Dimitro
Yarosh como consejero especial del jefe del ejército ucraniano y, desde
febrero de 2022, como jefe del Ejército de Voluntarios que hace reinar el
terror en la retaguardia. Simultáneamente, Zelenski nombra a Oleksander
Poklad, más conocido como «El estrangulador» debido a su afición por la
tortura, en el cargo de jefe del contraespionaje del SBU. En diciembre,
2 meses antes de la guerra, otro jefe de Pravy Sektor, el comandante
Dimitro Kotsuybaylo, es recompensado con el título de «Héroe de Ucrania». Y
una semana después, Zelenski sustituye al gobernador de la región de Odesa
poniendo en su lugar a Maksym Marchenko, comandante del regimiento
ultranacionalista Aidar, junto al cual desfiló el “filósofo” francés
Bernard-Henri Levy.
¿Voluntad de apaciguar a la extrema
derecha otorgándole cargos? ¿Coincidencia en una especie de patriotismo ultra?
¿Simple convergencia de intereses entre una derecha neoliberal atlantista y
prooccidental y una extrema derecha nacionalista que sueña con arrasar Rusia y
«liderear las razas blancas del mundo en una cruzada final contra los Untermenschen guiados
por los semitas», como dijo el ex diputado Andryi Biletsky, jefe del
Cuerpo Nacional?
No se sabe… y
ningún periodista se ha atrevido a preguntárselo a Zelenski.
De lo que sí no hay duda es del
rumbo cada vez más autoritario, incluso criminal, del régimen ucraniano.
Tanto que sus adoradores tendrían que pensarlo dos veces antes de proponer
a su ídolo para el premio Nobel de la Paz ya que, mientras que los
medios se empeñan en mirar para otro lado, los responsables locales y
nacionales que quieren evitar una escalada del conflicto son acusados de ser
agentes de Rusia o de complicidad con el enemigo y están sufriendo una
verdadera campaña de intimidación, secuestros y ejecuciones.
«¡Un traidor menos en Ucrania! ¡Apareció
muerto y fue juzgado por el tribunal del pueblo!» De esta manera, el consejero
del ministro del Interior, Anton Gerashenko, anunció en su cuenta de Telegram
la muerte de Volodimir Strok, alcalde y ex diputado de la pequeña ciudad
de Kremnina. Acusado de haber colaborado con los rusos, Strok fue
secuestrado, torturado y finalmente asesinado. El 7 de marzo, fue
asesinado el alcalde de Gostomel por haber querido negociar un corredor
humanitario con los militares rusos. El 24 de marzo, el alcalde de
Kupyansk pidió a Zelenski que liberara a su hija, secuestrada por los
esbirros del SBU. Al mismo tiempo, uno de los negociadores ucranianos
apareció muerto después de haber sido acusado de traición por los medios
nacionalistas. Hasta el día de hoy, no menos de 11 alcaldes están
reportados como desaparecidos, incluso en regiones donde no han llegado
los rusos.
PARTIDOS DE OPOSICIÓN
PROHIBIDOS
Pero la represión no se detiene ahí.
También está golpeando a los medios críticos –todos han sido cerrados– y los
partidos de oposición –todos han sido disueltos.
En febrero de 2021, Zelenski cerró
3 televisoras de oposición (NewsOne, Zik y Ucrania 112)
etiquetadas como prorrusas y supuestamente pertenecientes al oligarca Viktor
Medvedchuk. Pero el Departamento de Estado saludó esa violación de
la libertad de prensa declarando que Estados Unidos apoya los
esfuerzos ucranianos por contrarrestar la influencia maligna de Rusia…
En enero de 2022, un mes antes de
la guerra, le llegó el turno al canal Nash, que fue cerrado.
Y desde el inicio de la guerra, el
régimen de Kiev ha emprendido una cacería de periodistas, blogueros y
comentaristas de izquierda. A principios de abril, 2 televisoras
de derecha –Channel 5 y Pryamiy– también fueron afectadas.
Un decreto presidencial obliga ahora todos los medios audiovisuales a
transmitir una sola opinión, por supuesto progubernamental…
Recientemente, la cacería de brujas
alcanzó al bloguero crítico más popular de Ucrania, Anatoliy Shariy,
considerado el Navalni ucraniano, quien fue arrestado por las autoridades
españolas el 4 de marzo a pedido de la policía política ucraniana.
Son ataques contra la prensa cuando menos equivalentes a los del
autócrata Putin, pero de los que nunca hemos oído hablar en
los medios occidentales.
La purga ha sido todavía más severa para
los partidos políticos y ha diezmado a los principales opositores de Zelenski.
En la primavera de 2021, fue saqueado el domicilio de Medvedchuk, el
más importante de esos opositores y señalado como cercano a Putin, y
el propio Medvedchuk fue puesto bajo prisión domiciliaria. El 12 de
abril, ese diputado oligarca fue internado a la fuerza en un lugar que
se mantiene en secreto, se podía ver que le habían administrado
drogas y fue privado de visitas, antes de ser exhibido en televisión y ser
objeto de una proposición ucraniana de intercambio por los elementos atrapados
en Azovstal, lo cual es una violación flagrante de las convenciones de
Ginebra. Amenazados, los abogados de Medvedchuk tuvieron que renunciar a
defenderlo y ahora su defensa está en manos de un letrado cercano a
los servicios de Kiev.
En diciembre pasado, el
ex presidente Petro Porochenko –quien estaba subiendo en los sondeos de
opinión– también fue acusado de traición. El 20 de diciembre, a las
15 horas y 7 minutos, podía leerse en el sitio web oficial del
SBU que Porochenko era sospechoso de haber cometido crímenes de traición y
apoyo a actividades terroristas. A pesar de ser un reconocido antirruso,
el ex presidente Porochenko se veía acusado de «haber hecho a
Ucrania energéticamente dependiente de Rusia y de los líderes de las seudo
repúblicas bajo control ruso».
El 3 de marzo pasado les tocó a los
activistas de la Izquierda Lizvizia ser objeto de una intervención del SBU y
decenas de ellos quedaron detenidos.
Actualmente, 11 partidos ucranianos de
izquierda ya han sido prohibidos por decreto: el Partido por
la Vida, Oposición de Izquierda, el Partido Socialista Progresista de
Ucrania, el Partido Socialista de Ucrania, la Unión de Fuerzas de Izquierda,
el partido Socialistas, el Partido Sharyi, la formación Los Nuestros, el
Bloque de Oposición y el Bloque Volodimir Saldo.
Otros activistas, blogueros y defensores
de los derechos humanos están siendo arrestados y torturados en Ucrania.
Entre ellos están el periodista Yan Taksyur, la activista Elena Brezhnaya,
el luchador de MMA Maxim Ryndovskiy y la abogada Elena Viacheslavova, cuyo
padre murió incinerado en el pogromo del 2 de mayo de 2014, perpetrado en
la Casa de los Sindicatos de Odesa.
Para completar la lista hay que mencionar
todavía a los hombres y mujeres que los nacionalistas han desnudado y
flagelado públicamente en las calles de Kiev, a los prisioneros
rusos golpeados, a los que los nacionalistas les daban un balazo en
una pierna antes de ejecutarlos, el soldado al que
le perforaron un ojo antes de matarlo. Habría que mencionar también a
los miembros de la Legión Georgiana que ejecutaron a prisioneros rusos en
una localidad cerca de Kiev, mientras que su jefe se jactaba de
que nunca hacía prisioneros.
En el canal de televisión Ucrania 24,
fue nada más y nada menos que el jefe médico del ejército ucraniano
quien dijo haber dado la orden «de castrar a todos los rusos porque son
subhumanos peores que las cucarachas».
Para terminar, Ucrania está recurriendo
masivamente a la tecnología de reconocimiento facial de la firma Clearview
para identificar a los muertos rusos y divulgar sus fotos en las redes sociales
rusas ridiculizándolos.
UN ACTOR DIGNO DEL
OSCAR
Pudiéramos seguir citando ejemplos, así
de numerosos son los testimonios y los videos sobre las atrocidades
perpetradas por las tropas del defensor de la democracia y de los derechos
humanos que dirige los destinos de Ucrania. Pero sería fastidioso y contraproducente
ante una opinión pública convencida de que esos comportamientos bárbaros son
sólo cosa de los rusos.
Por eso es que ninguna ONG da muestras
de alarma, el Consejo de Europa guarda silencio, la Corte Penal
Internacional (CPI) no investiga y las organizaciones de defensa de la
libertad de prensa se mantienen mudas. Parece que no oyeron
bien lo que les dijo el amable Volodimir durante una visita
a Bucha, a principios de abril: «Si encontramos una sólida
civilizada… ustedes conocen a nuestra gente, encontrarán una salida
no civilizada.»
El problema de Ucrania es que
su presidente, le guste o no, ha cedido su poder a los
extremistas en el plano interno y a los militares de la OTAN en el
plano externo para abandonarse él al placer de verse adulado por las
multitudes del mundo entero. ¿No fue él mismo quien declaró a un
periodista francés, el 5 de marzo, sólo 10 días después de la invasión
rusa?: «Hoy mi vida es bella. Creo que soy deseado. Yo siento que es ese
el sentido más importante de mi vida: ser deseado. Sentir que
uno no está trivialmente respirando, caminando y comiendo algo. ¡Uno está
vivo!»
Ya se ha dicho. Zelenski es un
gran actor. Como su predecesor en la interpretación del Dr. Jeckyll
y Mr. Hyde, en 1932 [1], Zelenski se merece el Oscar
al Mejor Papel Masculino de la década.
Pero cuando tenga que enfrentar la tarea
de reconstruir su país, devastado por una guerra que él pudo
haber evitado en 2019, el regreso a la realidad será seguramente
difícil.
Fuentes
«The Comedian-Turned-President is Seriously in Over His
Head», Olga Rudenko, The New York Times, 21 de febrero
de 2022 (Opinion Guest from Kyyiv Post).
«How Zelensky made Peace With Neo-Nazis»
[en español, “El presidente hace la paz con los neonazis”] y «Zelensky’s Hardline Internal Purge», Alex
Rubinstein y Max Blumenthal, Consortium News, 4 de marzo y abril
de 2022.
«Olga Baysha Interview about Ukraine’s President»,
Natylie Baldwin, The Grayzone, 28 de abril de 2022.
«President of Ukraine Zelensky has visited disengaging
area in Zolote today», @Liveupmap, 26 de octubre de 2019
(Visto en Twitter).
«Qu’est-ce que le régiment Azov?», Adrien
Nonjon, The Conversation, 24 de mayo de 2022.
«Public Designation of Oligarch and Former Ukrainian
Public Official Ihor Kolomoyskyy Due to Involvement in Significant Corruption»,
Press statement, Anthony J. Blinken, US Department
of State, 5 de marzo de 2021.
«Petro Poroshenko notified of suspicion of treason and
aiding terrorism», Security Service of Ukraine (SBU), 20 de
deciembre de 2021.
«Un maire ukrainien prorusse enlevé et abattu»
[en español, “Un alcalde ucraniano prorruso secuestrado y asesinado”],
Michel Pralong, Le Matin, 3 de marzo de 2022,
_________
[1] Se refiere al actor
estadounidense Fredric March (1897-1975). Nota de Red Voltaire.
Red Voltaire
Voltaire,
edición Internacional
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