EL TRIÁNGULO AMOROSO MÁS CÉLEBRE
DEL REINO DE GRANADA
ANA SHARIFE
Un conflictivo
triángulo amoroso mantendría en vela al Reino de Granada a principios del siglo
XII. Poetas y biógrafos del momento le dedicarían ríos de tinta. Un trágico
romance en el que se ve envuelta una de las figuras más destacadas del mundo
literario de su tiempo, la poetisa Hafsa bint al-Hajj (Granada, 1135 -
Marrakech, 1191), al enamorarse de dos hombres a la vez, un poeta y un
príncipe, en un período de agitación política intensa que marcará la caída de
la dinastía almorávide y el inicio del califato almohade.
Aquella corte acoge
y favorece a toda una pléyade de sabios, entre los que destacaría el médico,
filósofo y matemático granadino Ibn Tufail, mentor del cordobés Averroes, quien
defendería la filosofía como forma suprema de la verdad, por encima de la palabra
de dios. O el judío sefardí Mainónides, nacido en Cordoba, cuya riquísima
formación intelectual (teológica y filosófica) unida a una profunda
espiritualidad dio origen a la figura de un médico altamente humanitario.
La poetisa Hafsa
ocuparía un lugar destacado desarrollando una intensa actividad educativa y
literaria. Se relaciona con los intelectuales más importantes de su tiempo y
adquiere una reputación que llega a traspasar los límites de Granada. No sólo
fue una de las figuras más fascinantes de la literatura andalusí, sino uno de
los espíritus más libres también.
En este ambiente
refinado, donde las mujeres andalusíes dan señales de una libertad y cultura
insólitas en plena Edad Media, pues gozaban de bastantes más privilegios que
sus homólogas en Oriente o en los reinos cristianos, destaca la calidad
literaria de la obra de Hafsa, también por su mordacidad y desafío a ministros
y poetas.
Por entonces, todas
las disciplinas científicas y literarias se impartían en madrasas, donde el
intercambio de estudiantes con el otro lado del Mediterráneo era fundamental.
Así fue descubierta Hafsa, a los 20 años, por un grupo de poetas y nobles
granadinos que la enviarían a Rabat, a la corte del califa Abd al-Mumin, gran
conocedor de las doctrinas teológico-filosóficas del momento, quien admirado
por su talento y cultura le pondría el sobrenombre de al-Rakuniyya (derivado de
Rakuna, un tipo de salón literario).
Es en ese contexto
cuando Hafsa conoce al poeta granadino Abu Yafar, con el cual establece una relación
afectiva y pública que daría lugar a un intenso intercambio de poemas amorosos
de desenfreno, celos y frenesí que se han conservado hasta nuestros días.
“¿Voy yo a ti o tú
vienes a mí?
Mi corazón acepta
lo que digas.
A salvo te hallarás
de la sed y del sol
cuando ocurra tu
encuentro conmigo,
pues mi boca es
dulce fuente cristalina,
las ramas de mi
pelo, sombra umbrosa,
Respóndeme
enseguida…”
Mientras el resto
de Europa permanece en la edad oscura del conocimiento, Al-Ándalus florecía,
alcanzaba momentos de máximo esplendor y tolerancia, y servía de puente entre
Oriente y Europa para la difusión de las obras de los filósofos, médicos y
científicos clásicos. Traducidas al árabe y al hebreo, y después al latín o al
romance, y enriquecidas con contribuciones originales de sus sabios judíos y
musulmanes, estas obras comenzarían a vivificar la vida intelectual de
Occidente, que hasta entonces sólo había conocido retazos de ella o nada,
transmitiendo a la Europa medieval la olvidada sabiduría del mundo antiguo, y
posibilitando así la llegada del Renacimiento. El prelado y erudito John de
Salisbury (1115-1180) se lamentaría del desprecio predominante que existía en
el mundo hacia las matemáticas, la geometría y la lógica, “excepto en la tierra
de los moros de España”, decía. “Luz de Occidente”.
El historiador
judío Heinrich Graetz escribiría en Historia de los judíos: "En esos
tiempos, los califas de España eran en efecto soberanos libres de prejuicios,
que protegían a todos los hombres de talento sin preguntar sobre su religión…
Siguiendo el ejemplo de los árabes, los judíos se apasionaron por la poesía y
las ciencias. Para ellos también, España se convierte en un jardín delicioso
donde florecían una bella y feliz poesía, el país del estudio y las investigaciones”.
Hafsa desafía al
príncipe almohade
El romance entre
Hafsa y Yafar se convierte en un constante me quiere/no me quiere, rupturas
imprevistas, las noches oscuras sin luna por dentro de la ventana. La historia
daría un giro inesperado cuando en el año 1156 conoce al príncipe y gobernador
de Granada Abu Saíd Utman, quien cae perdidamente enamorado de ella. No se sabe
si la joven cede ante los sentimientos del hijo del Califa, pero sí que deja
morir su amor por el poeta, cansada de sus constantes veleidades. Su obra
produciría entonces sus versos más trascendentales, donde los encuentros en
secreto, los temores y las dudas fueron los principales temas de su poesía.
El poeta, que había
sido amigo y secretario del príncipe, toma a este como objeto de sus poemas
satíricos, y termina formando parte en una rebelión política que se
desencadenaría contra él, dando lugar a su encarcelamiento y, finalmente, a su
condena a muerte. Hafsa, desafiando las amenazas del príncipe y aun temiendo
ser encarcelada viste el hábito de viuda por él, y llora amargamente la prisión
y asesinato de su amante, reflejándolo en unos versos punzantes. Su inspiración
llega a un culmen en aquellos versos en los que expresa su dolor.
“Por vestirme de
luto me amenazan
por un amado que me
han muerto con la espada.
¡Qué Dios tenga
clemencia con quien sea
liberal con sus
lágrimas,
o con quien llore
por aquél que mataron sus rivales,
y que las nubes de
la tarde,
con generosidad
como la suya,
rieguen las tierras
donde quiera que se vaya!”
Sumida en su
tristeza se retira de la Corte, abandonando la poesía y consagrándose en
exclusiva a la enseñanza. Hasta que en el año 1184 acepta la invitación del
califa Abu Yusuf Yaqub al-Mansur, quien le propone dirigir la educación de los
príncipes y princesas almohades en Marrakech, donde permanece hasta el año de
su muerte, en 1191.
Ejemplo de mujer
libre y culta, el político Ibn al-Khatib (de la posterior dinastía nazarí del
Reino de Granada), diría de ella: “La granadina ha sido única en su tiempo por
su belleza, su elegancia y su cultura literaria y mordacidad”.
La historia de
Al-Ándalus ha dejado constancia de alrededor de un millar de biografías sobre
mujeres sabias, entre médicos, filósofas y escritoras, cuya obra marcada por la
libertad de expresión y la emancipación, demuestra la resuelta posición de
estas mujeres, superior al estándar que imperaba en el resto del mundo. También
hubo cantoras humildes, voces anónimas que en coplillas populares o jarchas y
canciones romance invocan al amado, expresan sus deseos, muestran el dolor por
su ausencia, e incluso mujeres que pese a ser cautivas (yâriya) podían acceder
a las veladas literarias, pues habían sido educadas en las artes y letras. El
origen de la poesía provenzal trovadoresca que veríamos después.
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