viernes, 7 de febrero de 2020

SINGLADURA DE ISLAS. CARTOGRAFÍA DE ISLAS AL SUR


SINGLADURA DE ISLAS.  CARTOGRAFÍA
 DE ISLAS AL SUR
POR ANTONIO ARROYO SILVA

Islas al sur, algunos poetas de Canarias y Argentina, como su nombre indica, es un conjunto de islas que, más que a la condición geográfica, apuntan a una insularidad psicosociológica tanto de los poetas canarios como de los argentinos. Estos últimos, a excepción de César Cantoni, Gustavo Caso Rosendi, que viven en La Plata, y Lidia Vinciguerra que radica en Buenos Aires, proceden de Santa Fe (sobre todo de Rosario), Córdoba y Salta (solo Teuco Castilla). En cuanto a Canarias, evidentemente, todos los poetas participantes somos insulares geográfica y culturalmente hablando, incluido el caso del poeta  fallecido recientemente José Carlos Cataño que vivió en Barcelona gran parte de su vida. También está el caso de Maribel Lacave residente en Chiloé, Chile, desde hace dos décadas.

Decía el filólogo y estudioso catalán de la literatura española Ángel Balbuena Prat que la literatura canaria se caracterizaba por su aislamiento respecto al centro metropolitano de Madrid. Después, los poetas canarios de las vanguardias de los años 30, sobre todo Pedro García Cabrera, perfilaron este concepto de forma gráfica y hablaron de a-isla-miento, que, más allá, de la condición insular del poeta canario aspiraba a la universalidad sin negar las raíces insulares.
Actualmente, con la llamada globalización, se tiende a la uniformidad (que no a la universalidad); es decir, a seguir los cánones de los centros de poder económico y cultural, sea Madrid, sea Buenos Aires. Lo demás, salvo excepciones, queda borrado o aislado. No importa el valor literario innovador que se pueda producir en las provincias o comunidades lejanas. Tampoco los autores de estas pueden acceder fácilmente a las editoriales de amplia difusión. A dichos poetas le quedan como alternativas bien presentándose a premios internacionales de poesía donde se publican las obras premiadas, bien participando en antologías internacionales, como esta que nos ocupa.
He de decir que mi intención no es hacer un análisis de los factores externos a estas poéticas de autores canarios y argentinos y, mucho menos, aglutinarlos en movimientos, grupos, generaciones, sino, sencillamente matizar su diversidad expresiva que, eso sí, confluyen en ciertas tendencias que van de lo más cotidiano a lo más transcendental en cuanto al tratamiento de los temas. No se trata, pues, de una antología, sino de una muestra de autores, muchos de ellos aislados por los factores arriba expresados.

UN DÍA HABRÁ UNA ISLA
Para que ustedes entiendan la razón de elegir este verso del poeta gomero Pedro García Cabrera como título del primer capítulo de Islas al Sur es importante que lean el poema completo a continuación:
Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado.
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisen sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo,
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esa isla
que no sea silencio amordazado.

Pedro García Cabrera

Aquí y en su ensayo El hombre en función del paisaje[i], sobre todo, está presente el pensamiento poético de Pedro García Cabrera que esbocé al principio de estas líneas. Poema y  ensayo se enfrentan con la idea del localismo y el llamado isloteñismo. «Que me entierren en ella (la isla), [pero] donde mi libertad dé sus rumores a todos…». Aquí el mar ya no limita, sino, al contrario, todo lo expande hacia el exterior y todo lo succiona hacia adentro, pues Canarias siempre ha sido un cruce de caminos donde  confluyen Europa, África y América. Ese y no otro fue el criterio que nos condujo hacia la selección. Esta visión, heredada de las vanguardias, caracteriza a todos los poetas aquí presentes. También el diálogo de la literatura insular con la universal (sin negar la española), concretamente, con la poesía hispanoamericana, en especial la chilena de Huidobro y Enrique Lihn, la argentina de Borges y Juarroz, la cubana de  Lezama Lima y Eliseo Diego, la peruana de Watanabe y Eielson y la argentina de Borges, Gelman y Juarroz.
Domingo Acosta Felipe. su poesía se caracteriza por un expresionismo muy particular, no el negativismo catastrofista de los poetas alemanes, como Trakl, Heym, etc. No se trata de un mundo deformado y reducido a  añicos por una pérdida de valores humanos producto de una serie de catástrofes, sino de salvar los añicos por medio de los sentidos, añicos de realidad que el paso del tiempo fue dejando atrás. Con esto su poesía gana un valor añadido de reivindicación, sin caer en la propaganda política. Casi casi como Gelman. Reivindicación, visión poliédrica y dolor por la humanidad: «Duele en el alma y en las huellas /donde el futuro no es pasado / y te avergüenza. / Pero he de sangrar en las mandíbulas del tiempo /las mujeres violadas, / el caníbal que rompe la inocencia».
Antonio Arroyo Silva, Dice el crítico Daniel Bernal Suárez: «Más allá de la natural evolución que puede apreciarse en su obra, Antonio Arroyo Silva es portador de una visión poética primordial, poeta de lo sensitivo: no hay realidad mental en su lenguaje que no esté en íntima relación con el mundo visible. De ahí la relevancia en su poesía de los aspectos musicales y rítmicos (considérese el juego musical que instaura el mismo título del poemario Sísifo Sol y que nos remite a su anterior volumen: Symphonia), trasuntos del lenguaje que escucha del mundo y, también, la manifestación del entrecruzamiento entre lo visual y lo imaginario. Estamos hablando de lo sensorial como materia prima: por ello los conceptos de escucha y contemplación le son afines».  Dice el crítico Jorge Rodríguez Padrón que en su poesía está presente el envés de la realidad y que siempre aspira a ir hacia lo indecible. De ahí su fragmentarismo. Además, su obra se caracteriza por el dominio de diferentes registros poéticos que van desde el verso clásico a la prosa poética. Poeta que se reconoce en su diálogo, desde su conciencia de insularidad, con la poesía misma, es decir, con la vida y la memoria: «Ocurre lo vestido. La desnudez no alcanza /a subirse a la luz, pero es la luz y no hallarla / señal es de lo eterno».
Roberto Cabrera García Hacia arriba desde abajo, el final de la costa es el mar, la costa es el final de la ola. El mar que se deshace en cálculos de océano, cálculos biliares. Excelente imagen que supera, según mi punto de vista, todas las prosopopeyas que en más de dos mil años se le han atribuido al mar. Un mar visto aquí desde lo externo y desde el límite que simboliza esa línea costera: ni mar ni tierra. Posición fronteriza del poeta que no sólo apunta al desarrollo de su cosmovisión, sino al mismo lenguaje. Como isleño que es. Ese movimiento de las olas es la imagen que escribe el movimiento de su pulsión poética. Por aquí camina el pensamiento de Lezama Lima, el de Derek Walcott, Aristóteles y Nietzsche. O mejor, la consecuencia de estos pensamientos por lo que supone la visión insular concreta de Roberto Cabrera. Visión urbana de ciudad costera, como diría Emeterio Gutiérrez Albelo de los poetas de la isla de Tenerife.
Iván Cabrera Cartaya, nos presenta una pequeña selección de su obra poética desde sus inicios hasta el momento de este volumen. Su poesía es una búsqueda constante de un decir y de una fundación de los objetos y la memoria de estos en el poema, no como una forma posromántica de evocación, sino con una suerte de deconstrucción que trae las cosas y los sucesos ante la imaginación del lector; es decir, un efecto que el crítico Jorge Rodríguez Padrón llama comunión. De ahí su incursión en muchos registros poéticos y narrativos. Sigue las huellas de poetas europeos como Rilke, españoles como Cernuda y Eugenio Padorno e hispanoamericanos como Bolaños y Nicanor Parra. Una poesía felizmente heterogénea. Un ejemplo: «CADA CUERPO SERÁ IGUAL QUE UN PAÍS DISTINTO, / abierto para el extranjero /e iluminado, cada vez, /con una claridad incierta. /Recorrerlos será, de nuevo, / una lección, un ejercicio / para llegar a la ignorancia».
Juan Calero Rodríguez, su poesía está inundada por el mar de la tragedia cubana ante el exilio. De ahí ese sentimiento de desarraigo y, en su caso, la visión deformada de la realidad que se manifiestan unas veces con pinceladas de crudo naturalismo y otras con imágenes oníricas que parecen no tener conexión, como muestra de ese vacío existencial. Todo ello, claro está, con el riesgo de caer al abismo de lo ya expresado hasta la saciedad por tantos poetas que han sufrido las consecuencias del destierro, a lo cual Calero responde con esa visión poliédrica y extrañada. Un ejemplo: «NOSTALGIAS//Hoy he vuelto a lo que fue mi casa / pero no pude entrar. /Está llena de recuerdos. / A las puertas está mi país, / mi ciudad, mi pueblo, mi vida, mi mundo / sin poderlos habitar. / Ya no me pertenecen».
José Carlos Cataño. Dice el poeta y crítico canario Daniel Bernal en su ensayo «José Carlos Cataño o la unidad de una respiración cambiante» que la poética de nuestro autor emerge de una pulsión que trasciende el puro juego formal o la pose, señalizando un sendero creativo de asunción de cuantos padecimientos el sujeto haya experimentado. No se trata, pues, de una poética de lo celeste y del ornato, sino de una aceptación de la misma escritura como hecho vital, y de ahí esa enérgica plasmación de dinamismo. Un encuentro profundo que es, en cierta medida, un sacrificio: si no de inmolación, sí de hallazgo a través del pulso de la vida misma y sus dolores. Apreciación que al que escribe le parece muy acertada dada su experiencia personal con la lectura del poeta recientemente fallecido, cuyos poemas quedarán aquí para siempre plasmados. José Carlos Cataño, nuestro Cónsul del Mar del Norte (así se titula uno de sus más célebres poemarios): «[…]Y entro en casas abandonadas, que en todos los casos fueron de cónsules ahora muertos. No comprendo por qué, borracho de habanero, encuentro por los suelos viejas ediciones de bolsillo en alemán, y blusas multicolores, y cajas de embalaje que nunca se utilizaron. Por qué el dinero no llegó a tiempo. O se hundió el barco que venía por mí. O me dejé morir al sol, como los lagartos sobre las lindes de piedra, en una tarde insulsa y sin embargo completa […]».
Acerina Cruz, con una poesía desnuda de recursos expresivos característicos de la poesía al uso, con un léxico sencillo y bien seleccionado, nuestra Ariadna va tejiendo poco a poco la red de su obra que, hasta ahora, desde la óptica de mujer y poeta, sin negar todos aquellos temas de su condición femenina, aborda el turismo como eje central para su escritura y, con ello, el extrañamiento; es decir, la paulatina pérdida de identidad de un entorno insular. Situaciones límites que nuestra poeta salva utilizando su fina ironía que, a su vez, actúa como un medio de alejamiento crítico que hace tan eficaz su poesía, por encima de los cánones. En este sentido, Acerina Cruz está entroncada con la poesía de Tomás Morales y Alonso Quesada, sobre todo el segundo, el autor de Smoking Room. Sirva de ejemplo el poema «DPTO. DE ESTADÍSTICA» (sic): «Se sabe si una ciudad es turística / no por el número de camas que tiene, / ni por las mesas ni los transfers... /es por número de fantasmas / que se desvisten en las lavanderías».
Cecilia Domínguez Luis, es una escritora muy prolífica que se ha expresado en casi todos los géneros: poesía, ensayo, narrativa…Por su obra poética desfilan todos los registros expresivos y temáticos: desde la poesía más clásica, hasta el poema en prosa, desde lo onírico hasta lo más claro y destellante. No obstante, posee una voz única que se reconoce entre la multitud. Cecilia cree que la poesía en sí no tiene género, pero el hecho de que la escriba una mujer puede aportar nuevos datos y, por tanto, una innovación necesaria y enriquecedora para el devenir de la poesía futura. Su voz es capaz de producir desdoblamientos con el hombre, para mostrar en primera persona su maldad: un loco en Cuaderno del orate, un hombre cínico en La piedra y el obús… Es, además, una intelectual humanista en todos los aspectos que implica ese sintagma; es decir, en la palabra y en la acción. Aquí un ejemplo de su poesía: «LA NOCHE / apareció esta vez / callada. / Sin angustia / ni espera. / Solo la noche: / desnuda, /redonda y pura, / como el primer grifo / la vida.
La poesía de Aquiles García Brito se caracteriza por la presencia de un léxico que apunta a la precisión. Palabra escueta y segura que hace de la elipsis su acicate para que los instantes y los distintos planos temáticos se encuentren. El hipérbaton junto a los encabalgamientos cumple la misma función, con el valor añadido del plegamiento de la imagen en una suerte de yuxtaposición. Y todo esto para la búsqueda de nuevos sentidos, diferentes a la realidad circundante, sea del panorama poético o simplemente social. O quizás la realidad misma ahora renovada con el filtro de la poesía de Aquiles. Nada es por azar o capricho. Un ejemplo: «EN DOMINGO Y A LAS ONCE// En domingo y a las once oscuras / boya un mar en la tregua, / lejano, y tenues, / unos candiles próximos. / Sin entender si es hora o es alegría, / me acuerdo de ese mes, / anotado al reverso […]».
Lucía Rosa González asegura que «la fuerza del viento, las cabras atrapadas en el risco, los golpes violentos del mar contra los acantilados de El Mudo» le agrietan el sueño: «En este estado forzoso de vigilia entendí el carácter provocador de las palabras para procesar la realidad que la imaginación interpreta. Vivir bajo las faldas de la Cumbre Vieja me ha permitido poblar de arquitectura los sueños, menos mal que soñar no es malo; he intentado borrar los monstruos que de chica me asaltaban (y aún me perturban) por las veredas de los barrancos; o al revés, crear imágenes inquietantes o no tras aquellas ventanas cerradas con barrotes por las que inevitablemente pasaba al ir a la escuela; es decir, disfrazar el miedo», afirma. En estas declaraciones a la revista Dragaria Lucía Rosa se declara poeta insular que parte de la naturaleza de su entorno inmediato para escribir sus poemas. No obstante, su poesía no es meramente evocativa y mucho menos se queda en el recorte folklórico, sino que los elementos se transforman en símbolos a través de la palabra buscando, quizás, como decía Rilke, la única patria verdadera que es la de la infancia. He aquí un fragmento: «PRESAGIOS // Sobre los días laborables de mi huerta / no hay palabras recientes; /sobre las provisionales ternuras / de un gusano / me hablan estas hojas amarillas, / los pájaros de un rato cualquiera […]».
Isa Guerra. Jorge Rodríguez Padrón en el prólogo de su libro El discurso del cinismo, donde hace una declaración de principios respecto a la escritura y, concretamente, la escritura poética, ve-piensa  este espacio como el único y último reducto de la verdad, y ésta  hay que ir a buscarla allí donde reine la ética. Un lugar habitable—dice—sólo si se mantiene una reflexión crítica. No el interés, sino el deseo: su motor. La acción despojada, libre. Acción que se propone despejar las máscaras. La poesía ha de poder manifestarse y comprometerse sin que la contaminen ambos propósitos. Siempre que se mantenga independiente de ese hecho externo con el que se compromete, es decir, siempre que el poeta permanezca en su habitación del decir, y su voz no se reproduzca hasta la saciedad. Y, de otra manera, cuando el hecho externo, o digamos histórico, no llene de consignas y límites esa poesía. En estos límites anda la poesía de Isa Guerra, con el riesgo de quedarse en algún momento a un lado o al otro.
Antonio Jiménez Paz dice que se plantea la construcción del poemas más que como un diálogo entre el yo del sujeto lírico y el yo del lector (el otro polo generador de la creación poética), como un juego de máscaras. Para ello va de una poesía que acoge el prosaísmo norteamericano a una síntesis polisémica; pero es como si siempre estuviera construyendo el mismo poema. Un ejemplo: «AMOR MÍO, / canta ahora. / Hay un pájaro / examinador / en la ventana».
Maribel Lacave, con el título de uno de sus últimos poemarios (Mestizada) define su obra poética y su propia biografía. Con ella está hablando de su doble condición de mestizaje, pues ahí confluye adhesión al pueblo saharaui, su condición atlántica insular y, como no, su nueva condición de insular chilota, pues hace muchos años que vive en una isla de  Chiloé. Isleña que emigra para vivir en otra isla situada entre un archipiélago que contiene miles, cerca del Polo Sur. Su poesía, que irrumpe de ese doble mestizaje silenciado, también asume su condición de mujer. Todos estas características le dan un toque muy personal a la poesía de Maribel que brota gritando solidaridad y se asienta en las raíces más profundas del espíritu humano. Veamos un ejemplo: «SEÑAS DE IDENTIDAD // Mi voz es la de Eva pecadora, / la misma que alentó mi flecha de amazona / y lloró soledades del castillo cautiva. / La selva oyó el sonar de mis tambores / y los cielos, mis gritos en la hoguera. / Luché contra el francés en Aragón / y contra España en Venezuela. / Soy Penélope fiel y Mariana Pineda. / Fui judía en un campo de dolor y de muerte […]».
Olga Luis Rivero. Dicen que la esencia de la creación poética, más que en los preceptos preestablecidos, está en ese balbuceo primigenio de cuando las palabras empezaban a ser pronunciadas desde la cuna, en ese momento de la primera infancia en que los sentidos no estaban parcializados o que, muchas veces, se centraban en el tacto o el gusto.
Entonces, el balbuceo para nombrar, acompañado de la primera caricia materna. Para nombrar esas manos que mecen y producen el placer de lo innombrable cuando todo era inmenso, extraño y asombroso. De ahí que la primera chispa, que el primer Bing Bang de la creación poética, sea la memoria de este asombro, este roce.
Elsa López  El tema central de la poesía de Elsa es el amor. No el amor a secas, un amor que regresa con el verso impregnado del olor, el sabor, el tintineo y el crepitar de los objetos y lugares que rodearon el acto mismo del amor. También el temor a la pérdida del ser amado y aún más. El temor a lo desconocido tras ese momento, el miedo al fin o a un comienzo sin saber hasta dónde y sin tener la llave de esa puerta que se abre a la luz. Dicho con otras palabras: la destrucción o el amor, pero vistos desde la piel de una mujer que siente y sabe verter o inaugurar ese sentimiento sobre la piel del poema. Elsa López es, sobre todo, la reivindicación de la palabra, la mirada poética que parte de lo más íntimo para describir la realidad más cercana y universal. Elsa López es melancolía, nostalgia, barcos, océanos, esperanza y libertad. Elsa López es, simplemente, poesía.
De la poesía de Luis Ángel Marín Ibáñez dice el poeta Juan Carlos Mestre: «hay una transparencia auroral que nos devuelve al origen de las cosas, al  lugar indescifrable donde el eco inverso de lo pronunciado retorna a la voz sin boca de la poesía. Lo análogo, la semejanza entre las visiones del fuego y la ceniza, lo hecho para la pasión de consumirse, la intensa duración de la brevedad y la perduración de la memoria. No la música de las esferas ante la usura del tiempo, sino la armonía del instante vocal ante la circularidad del lenguaje. Así el abecedario del amor como herencia de algo sagrado, de una desconocida presencia que habita la gramática del poeta, del iluminado por el relámpago, del acogido  al sufragio de todas las estrellas. Un hombre solo oyendo a otro hombre solo, una rosa de piedra retalleciendo en la fiesta de los muertos».
Olga Rivero Jordán El estilo de Olga Rivero Jordán es único e irreemplazable, producto de un mestizaje expresivo y una memoria poética que recorre desde el primer balbuceo hasta la mayor profundización en el espíritu humano. Su verso seguro va más allá de los límites académicos de escuelas, generaciones, movimientos y prosodias. Su ritmo a veces desenfrenado, pero otras encontrando una armonía extraña que hermana los sentidos, así como el propio cuerpo con los objetos rutinarios. No renuncia Olga a las asonancias, yo diría que más bien son resonancias. Tampoco al silencio ni a la música, sobre todo al jazz. Jorge Rodríguez Padrón compara la poesía y la obra de Olga con la poeta uruguaya Marosa Di Giorgio, aun sabiendo que no se conocieron ni se leyeron mutuamente. Nuestro crítico habla de almas gemelas.

HACIA LAS BLANCAS LLANURAS DEL SUEÑO
Una cuestión fácilmente apreciable en los poetas argentinos es la memoria literaria, no solo referente a autores de su país (Borges, Orozco, Pizarnik, Juarroz), sino a la literatura universal (Lorca, Juan de Yepes, Rimbaud…). Para el que escribe y también para Héctor Berenguer la poesía no tiene carta de extranjería, los poetas todos pertenecemos a una patria común que es la lengua española en toda su amplia gama de diversidad que es precisamente el factor enriquecedor del lenguaje poético.
El título que abre el capítulo de los poetas argentinos, «Hacia las blancas ínsulas del sueño», pertenece al poema «Los ángeles del mar» del poeta español Antonio Porpetta, verso que al compilador le pareció una secuencia lógica de «Un día habrá una isla», del poeta canario Pedro García Cabrera, que introduce el capítulo referente a Canarias. Esa promesa de la isla Barataria. Imaginemos que La Mancha es el mar y, después, La Pampa o esas inmensas extensiones de tierra del tamaño de continentes. Asimismo
[…] Cumplida su misión, vuelan los ángeles
hacia las blancas ínsulas del sueño,
y los ahogados quedan
                                     solitarios y espléndidos
en sus dorados túmulos de arena,
serenos como dioses,
                                   dignos en su derrota,
esperando que nazca la mañana,
que les cubra la luz,
que jamás les alcance
                                    el frío del olvido.

Antonio Porpetta, «Los ángeles del mar».
En esa espera, pues, surgen las voces inconfundibles de 17 poetas argentinos, 9 mujeres, 8 hombres, unas más claras, otras más coloquiales; pero todas saben que en la derrota, como en los ángeles de Porpetta, estriba el triunfo de su dignidad y que su fracaso es hallar la última palabra, pues esto significaría el fin de la poesía y su trasunta, la vida misma.
Con esa familiaridad del paisano, vamos a detenernos someramente, pues, en cada uno de los poetas, siempre partiendo de ese sentido constructivo que a Héctor y a mí nos hermanó en la tarea de darle un hilo de coherencia y cohesión al libro. A ustedes, lectores les toca sacar sus propias conclusiones.
Raúl Emilio Acosta, con una poesía que en cuanto al tono encuadraría entre  el existencialismo y el vitalismo, cuando dice «Pálida y breve la vida no perdona/ y se lleva/ en un viaje/ lo vivido y lo imaginado», con una suerte de Carpe Diem, pero sin intención moralizante. El tema predilecto es el amor, desde una perspectiva de lo cotidiano. El poeta emprende un diálogo con un tú femenino y aquí entra el coloquialismo argentino tan característico, pero expresado con total naturalidad. El poema «Ponéle» ya nos dice desde el título.
Una poesía de amplias miras la de Neus Aguado. Su tema central es el amor; pero desde una óptica de mujer consciente de su potencial frente al hombre y el sistema patriarcal. Pero este análisis no solo hace referencia al hombre, sino al ser humano en general: «…Sainte-Beuve tenía razón: jamás maduramos, / nos pudrimos por partes». Un estilo teñido con eficaces referentes literarios, pero sin caer en el culturalismo banal ni salirse del mundo adverso que le rodea.
Héctor Berenguer es un poeta argentino de Rosario. Poesía como interrogación, pero también como pérdida de identidad o, más bien, como lucha constante contra ese yo cuyo fin es desaparecer del poema y de la creación. Poesía escrita que vive en los otros y transciende el papel para asumir la memoria que va más allá de todo planteamiento antropocéntrico. Poesía siempre inconclusa, como el mar de Valery, siempre renovándose. Hay mucho dolor por la muerte, pero el planteamiento de la misma roza con la filosofía oriental o, más bien, con la percepción de poetas como Octavio Paz y Borges: la brillantez del día de uno y la noche del otro. Su poesía parte de una hondura vital que entronca con un diálogo con lo universal que busca el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza que lo circunda. De ahí el acercamiento a la cultura del Tao que propone el lugar del hombre como un elemento más de la creación. Esta intención del poeta también se nutre de aquellas filosofías, como la de Nietzsche, que van más allá de la palabra poética entendida esta como nominadora de una realidad acartonada por cierto sistema. El poema ha de ser para Berenguer un instrumento de creación y de reflexión y, por ende, un ejercicio de memoria personal y colectiva. La poesía de Héctor, de adscripción heterogénea es también heredera del poder germinativo de la poesía de Olga Orozco y del objetivismo gestado en la Beat Generation de la poesía norteamericana.
Dice César Cantoni que para él la poesía es mucho más que un género literario; es un acto de vida, algo imponderable que le sucede cuando escribe, una experiencia que trasciende la mera retórica de la escritura. Por otra parte, como Borges solía decir al respecto, añade que su función como poeta se limita a escribir lo que «alguien» le dicta. Sin embargo, nuestro poeta no busca la elevación hacia ningún Parnaso, sino esa iluminación en lo cotidiano de la memoria: «Ayer vino mi madre muerta a visitarme. /Vino vestida de entrecasa, con su gastado delantal a cuadros, /que colgaba de un gancho en la cocina».
Gustavo Caso Rosendi. Su obra poética se caracteriza en que a partir de un hecho doloroso como la Guerra de Las Malvinas lo transformara con el paso de los años, a través del recuerdo y la memoria en un hecho estético, como dice Martín Raninqueo «para decirnos que, tal vez, se escriba porque se ha perdido una experiencia inefable, y al escribirla se realiza una experiencia del lenguaje». Con unas reflexiones de corte existencialista el poeta nos conduce a un temor que linda con la poesía de Borges. Temor fundado en el poema, «A que en la oscuridad / no hubiera nadie».  Lean un ejemplo:«CUANDO CAYÓ EL SOLDADO VOJKOVIC /dejó de vivir el papá de Vojkovic /y la mamá de Vojkovic y la hermana / También la novia que tejía / y destejía desolaciones de lana /y los hijos que nunca / llegaron a tener / Los tíos los abuelos los primos / los primos segundos / y el cuñado y los sobrinos / a los que Vojkovic regalaba chocolates / y algunos vecinos y unos pocos /amigos de Vojkovic y Colita el perro / y un compañero de la primaria / que Vojkovic tenía medio olvidado / y hasta el almacenero / a quien Vojkovic / le compraba la yerba / cuando estaba de guardia […]»
Dice el mismo Teuco Castilla que es más fácil sacarle un huevo a un águila que sacarle Salta a él, pues ese es el lugar donde descubrió por primera vez el universo. Poeta andariego, ha recorrido los cinco continentes con su voz, tal como don Quijote con su adarga, en ristre. Voz arrolladora que, según la crítica argentina, ojalá pudiera trasladarse al papel de la escritura. El que escribe piensa que hasta cierto punto lo ha conseguido, pues su poesía llega tanto a los pueblecitos más recónditos como a las academias más selectas. Escuchemos-leamos un fragmento de un poemas dedicado al poeta fallecido Joaquín Giannuzzi y a Libertad Demitrópulos: «[…] Lleva una luz que la luz no toca / No se detiene/ porque todo lo atraviesa. //Lo dan al río. Se lleva/ el agua sus cenizas».  Buscando afinidades en Canarias, nuestro Luis Feria diría: «Destino de la luz nunca te acabes».
Néstor Luis Fenoglio.  Su poesía se inclina hacia una memoria de la infancia, según dice Rilke, la verdadera patria de la poesía. Ahí aparece la madre Madre oscura/que vagas con un zapato solo/por todas las habitaciones, /dueña del rouge en la cara, /apaga ya las señales /que te persiguen»). También ese fantasma del niño que fue junto con toda la geografía circundante, no precisamente en sentido evocador, sino punto de una reflexión que se proyecta hacia el presente de la escritura poética.
Celia Fontán es una poeta que busca su centro de forma manifiesta. De ahí su referencia a lugares y objetos: Bucarest, automóviles, etcétera. La alusión a la frontera en el poema homónimo no sólo hace alusión al lugar geográfico o imaginativo entre el sueño y la vigilia, sino al mismo lenguaje que utiliza Celia, lenguaje femenino fronterizo entre el interior de la intimidad femenina y un lenguaje impositivo del patriarcado. Aquí un fragmento del poema «Elizabeth Siddal»: la rozará infanta en ese Averno /o santa, en otro círculo y a salvo, / cruce la linde de ese fuego y fugue/a un cielo suyo, a un arte sin su parte /de cuerpo naufragado, /de nenúfar.
En Susana Giraudo todo es susceptible de transformarse en poesía. En su obra influyen todo tipo de temas actuales, poéticos y extra poéticos. Incluso puede abarcar la voz de aquellos que no hablan.  Pertenece a una generación que, al cambiar de movimientos, piensa que el principal límite que habría que superar es el de los dogmas y determinadas costumbres que van quitando la espontaneidad y libertad de la expresión poética. De esta manera Susana gana en profundidad y precisión. Miren su poema «Hambre»: En sus manos / la sombra. / Un pájaro gris/ tizna / la densidad /del aire. // En los ojos/ un perfil de mujer / talla el fanal /que lo ilumina. //En la boca sabor a migajas / temblor y / hambre.
La poesía de Nora Hall es eminentemente intimista; sin embargo, desde esa óptica, aspira (y lo consigue) a un diálogo con lo universal. Si tuviera que hermanarla con alguna poeta canaria de Islas al Sur, esa candidata sería Acerina Cruz; pues ambas poetas, desde su visión íntima femenina tratan la temática del turismo. Por ejemplo, Nora en el poema «Tienda de souvenirs». Léase un fragmento: «mientras habla de estaciones sin nombre /con andenes interminables /escaleras exageradas /abrazos //Y la turista corre / sujetándose el sombrero enorme /para que el tiempo no se lo arrebate».
Florencia Lo Celso, su poesía en diálogo con la memoria poética de Roberto Juarroz, nos propone «mirar en ese punto que congrega y nos pregunta» y como una cortina, descorrer las formas «para aprehender el simulacro». En el otro extremo, diálogo con Neruda para encontrar su propia sed. Poesía que se plantea la arquitectura del verso, desde la simplicidad y a riesgo de caer en la nada, de ahí su apoyatura y a la vez enfrentamiento con los maestros. 
Guido Martínez Carbonell canta a Rosario, desde la intimidad, desde la memoria y desde ese momento de poetizar su entorno que es para nuestro poeta que una sucesión de instantes vitales. Su descripción lírica está muy próxima al haiku: «ME GUSTA LA CASA /cuando queda / sola, ese sol / desocupado /que entra /por la ventana».
La poesía de Graciela Maturo  va de lo más clásico de Garcilaso a lo más moderno de Olga Orozco. Entre lo más reflexivo y lo más coloquial, pero siempre fiel a ritmo y musicalidad del verso. Su poética parte de una experiencia vital que se reencuentra con otra experiencia de lectura. Poemas como «El mar mece sus tumbas» resumen esta breve reseña. Leamos un fragmento: «Nadie conoce el juego. / De mi mano / cae la pura arena, irrecobrable. /Miro la luz que crece en cada grano / sola, mientras espero / las dádivas del mar».
De Antonio Tello afirma el poeta y traductor Carlos Vitale que es un poeta que arriesga, que no se conforma. Como el Sísifo de Camus sube la montaña cargando la loza de su poesía y cae y vuelve a levantarse y otra vez a empezar el ciclo. La poesía como ciclo solar y vital a un tiempo. Una poesía que asume los riesgos y, por tanto, ambiciosa, aunque tan solo sea por llegar a la palabra poética. Ya lo anuncia en el primer poema seleccionado de la presenta antología. ADVERTENCIA// ¡Ay del pastor que alza su cayado y atribula al cordero inerme! /¡Ay del pastor que  fundamenta al rebaño armado!//¡Ay de la paloma que zurea en la sílaba del olivo!
En la poeta Ada Torres hay un desbordamiento del verso que caracterizan su respiración, es decir, su manera de decir de instantes sincopados que van más allá de esos momentos vividos y así profundiza en los amplios bosques de la expresión poética con la seguridad de que su poesía no va a llegar a certeza alguna, sino a desvelar las incertidumbres que posee el sujeto lírico femenino y, por tanto, el ser humano: «Esto no ha de seguir así     todas las cabezas lo saben   hallada la zona ingrávida habrá suelta   y cada cabeza llevará su cuerpo   a rastro de cometa   ondeando al fin como cabo desatado».
En Beatriz Vignoli, según sus propias palabras, existe una cierta desesperación existencial que la impulsa a buscar significantes y ordenarlos a partir de todo tipo de lecturas, no solo literarias. Vean en este fragmento del poema «Lo gris en el canto de las hojas»:  El problema es la grasa, la grasa de los muertos que queda en las cosas que tocaron:/ las asas de madera, lo gris en el canto de las hojas/ del libro de cabecera o la guía de transporte urbano.
Lidia Vinciguerra. Dice la filósofa española Beatriz Preciado que la Revolución Francesa y su Declaración de Derechos Humanos resumidos en Libertad, Igualdad y Fraternidad fue una revolución burguesa y solo para el hombre, pues este queda en el foro de la política y la mujer relegada en la casa, con lo que el contrato social es realmente un contrato sexual en el sentido de división de la sociedad por géneros. A mi entender este es el tema que trata Lidia, al menos en los poemas presentes en esta antología: el papel de la mujer  y, junto a lo dicho, el reconocimiento de su cuerpo femenino (cuerpo también del poema): Y sucede que es un tiempo /de señales. / Ella ni siquiera presiente /el salto materno. /El útero dividido. / El éxodo de un verano / que aflige en el vacío. / Y de otro / nombrado por la siembra. / Así el afuera. Desvelado y definitivo. //Así la casa / graba /sus tribulaciones / y huérfana de sanguíneas mitades / pulsa su indolencia.

Gáldar, Islas Canarias, diciembre de 2019


[i]   García Cabrera, Pedro, «El hombre en función del paisaje», La Tarde, Santa cruz de Tenerife, mayo de 1930.


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