LOS DISCURSOS DE FELIPE VI ME
REVUELVEN LAS ENTRAÑAS
LUIS GONZALO SEGURA
Personalmente, los
discursos de Felipe VI me revuelven las entrañas, no tanto porque oscilen por
lo general entre la hipocresía y el cinismo, sino porque se sustentan en una
ardorosa ilegitimidad e ilegalidad.
Felipe VI es jefe
del Estado español gracias a una sublevación militar ultraderechista apoyada
por fascistas italianos y nazis alemanes que causó más de un millón de muertos,
nos convirtió en el segundo país del mundo con más desaparecidos después de
llenar cunetas, descampados y cementerios de fosas comunes y cadáveres.
Personas que perecieron única y exclusivamente por ser comunistas, anarquistas,
sindicalistas, progresistas, ateos, catalanes, vascos, gallegos… o cualquier otra
clase de disidencia. Pero Felipe VI no solo ostenta hoy la jefatura de la
Gloriosa España gracias a aquella infame, cruel y sangrienta guerra que terminó
con la democracia hace ya más de ochenta años, sino que también lo es gracias a
la complicidad de su padre y su abuelo –este último hasta se ofreció a combatir
con los fascistas– con las torturas, los asesinatos, las violaciones y los
crímenes más atroces.
Las mujeres
violadas, torturadas y ultrajadas lo fueron delante de sus regias presencias y
contaron con su prudente y aquiescente silencio. Y las ciudades bombardeadas,
los niños asesinados, los bebés robados y los penosos exilios no fueron
episodios que se produjeran contra la voluntad monárquica. Ni tan siquiera el
garrote vil, las caídas por las ventanas y las torturas en los sótanos de los
cuerpos policiales han contado con reproche regio alguno. Diría que todo lo
contrario.
Porque si los
primeros cuarenta terribles años tras la caída de la democracia no parece que
permitan de glorificación alguna, los siguientes cuarenta años tampoco es que
den para grandes regocijos. Un rey, Juan Carlos I, que en base a su
inviolabilidad jurídica organizó un régimen autoritario y mafioso de apariencia
democrática que todavía hoy sigue vigente y que ha permitido a los franquistas
que hicieron o sostuvieron su poder y su riqueza durante las décadas de la
pobreza, la explotación y los campos de concentración seguir en sus
privilegiadas posiciones. Un rey que, además, ha cometido múltiples delitos y
fechorías, sin contar un sospechoso enriquecimiento que hoy pocos pueden dudar
que procede de un origen delictivo y que ha transformado el Estado español en
un antro de corrupción que no encuentra comparación en ningún país avanzado del
mundo.
En definitiva, Felipe
VI es jefe del Estado español gracias a un sanguinario y genocida dictador que
derrocó a un régimen democrático y a un delincuente múltiple coronado como rey
que organizó un régimen autoritario y mafioso de apariencia democrática que se
sustenta en una falsa alternancia de rojos y azules que, en esencia, son
partidos controlados por las mencionadas élites que hicieron o sostuvieron su
poder y su riqueza durante el franquismo y que, a su vez, se apoyan en medios
de comunicación también rojos y azules que, igualmente, están subordinados a
los mismos patrones y patronos.
En estas
condiciones, solo existe un discurso aceptable y loable de Felipe VI: su
abdicación acompañada de los derechos dinásticos de su familia y la apertura de
un proceso constituyente; una comisión de la verdad facultada para juzgar y
condenar a las élites que se enriquecieron o colaboraron con el régimen
franquista, condenarlas, expropiar sus riquezas y reparar a las víctimas que
queden con vida y a sus familias; y la puesta a disposición de la mencionada
comisión de todos los bienes y riquezas de la Familia Real, así como toda la
documentación existente para enjuiciar los múltiples delitos de Juan Carlos I y
aquellos que pudiera haber cometido Felipe VI y cualquier otro miembro de la Familia
Real y su círculo más cercano.
Todo lo demás,
revuelve las tripas por constituir un ejercicio de hipocresía y cinismo. Felipe
VI no está con nosotros, no está con los progresistas, el progreso, la justicia
social, la liberación de la mujer o la mejora medioambiental. Felipe VI
simpatiza con Vox y con la ultraderecha, es el rey de las élites franquistas
que hoy todavía nos gobiernan y explotan con impunidad. Felipe VI no se jugaría
el pellejo por evitar nuevos campos de concentración y nuevas purgas, torturas
o desapariciones si llegara el caso y ello fuera aceptado internacionalmente.
Felipe VI no está en nuestra trinchera, no es el rey de los ciudadanos, los
denunciantes o los demócratas, es el rey de los poderosos, los corruptos y los
ultraderechistas. Felipe VI es el enemigo de todo aquel que tenga unos mínimos
valores democráticos, sociales y humanos, es el mayor obstáculo para la
edificación de una o varias repúblicas y para la convivencia pacífica de los
pueblos de España. Felipe VI no es un ariete para usar contra la extrema
derecha: Felipe VI es la misma extrema derecha.
Blanquearle,
blanquear sus palabras, ensalzarlas o usarlas políticamente no es aceptable. Es
propio del PSOE, la mayor estafa de las últimas cuatro décadas y el pilar más importante
del régimen autoritario de apariencia democrática nos oprime, pero no es propio
de nosotros: es una línea roja que jamás se debe ni debemos traspasar, ya no
porque revuelva las tripas, que también, sino porque supone un insulto a las
millones de víctimas del franquismo y del régimen monárquico posterior.
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