LA RESISTENCIA DE HAYASHI FUMIKO
ILKA
OLIVA CORADO
“Si este libro
influye en algo para que los jóvenes de hoy, arrastrados hasta el fondo de la
pobreza, la intranquilidad y las carencias, sigan viviendo, no habrá nada que
me cause mayor alegría”.
Así cierra el
prefacio de su libro Diario de una vagabunda, Hayashi Fumiko, en 1939.
(Publicado inicialmente por entregas entre 1928 y 1930). Diario que escribió entre 1922 y 1927,
digamos que entre los 18 y los 23 años de edad, cuando la miseria y el dolor de
la exclusión social le arrancaban la piel a tirones, en su andar de obrera por
infinidad de trabajos de mala paga, y en su potestad de inquilina de paso por
la alcantarilla japonesa de 1920.
Hayashi, una niña
crecida como vendedora ambulante junto a sus padres, nunca tuvo el calor de un
nido, un pueblo al cual añorar, ni memorias de un jardín florecido en verano
que embelleciera los ventanales de una casa a la cual regresar en la evocación
del tiempo; para refugiar su alma de vagabunda.
Hayashi, en la
angustia y la desesperación de las circunstancias a las que se ve expuesta
diariamente, pues no tiene un lugar fijo dónde dormir, alquila una habitación
en cualquier posada o duerme en sus lugares de trabajo; lejos de donde
deambulan sus padres con su carreta ofreciendo su mercadería en los pueblos que
van apareciendo a su paso en su andar de itinerantes. Se entera de su ubicación
por las cartas que le escribe su madre y
que llegan a veces con alguna moneda que
sirve como aliento, mismas que ella contesta también y a las que de cuando en
cuando agrega alguna moneda; para medicina, para alquiler o para comida de sus
padres.
En esa etapa de su
vida, Hayashi se va formando como escritora y poeta; los amantes que pagan mal,
las traiciones comunes de los desamores, la explotación diaria de los
proletarios que habitan el lumpen, -como ella le llama a la alcantarilla- hacen
que la joven Hayashi comience a escribir en forma de diario, prácticamente
todos los días durante esos años. Y lo maravillosamente sorprendente es que
busca lecturas, se interna en almas de los libros que va comprando a como
puede, con lo poco que gana ella siempre guarda para un libro, para ir al cine
o para ir a ver una obra de teatro de las que eran creadas por los habitantes
del lumpen de los barrios populares del Japón de 1920.
Sueña con ser
escritora, a esa edad y en esa pobreza Hayashi se atreve a soñar, rompe con el
muro y sueña. Se salta el cerco y sueña. Se atreve a resistir escribiendo. Y en
ese maravilloso diario relata los pormenores de su día a día en su andar de
vagabunda; que son los dolores, las
angustias, la ira, la desesperación, el cuestionamiento, la depresión, el
hambre, el anhelo y la resistencia de
millones de personas alrededor del mundo, en una realidad atemporal. Porque el
frío quema igual en la pobreza, porque la miseria no tiene fronteras ni idioma.
Con un talento
único, en un lenguaje sencillo y honesto, al trote, la escritora-obrera, la
obrera-poeta, con su voz estruendosa que sigue haciendo eco en las alcantarillas
del mundo; lanza al viento en aquel
diario sus relatos feministas, porque no se puede negar de ninguna manera que
Diario de una vagabunda es una denuncia ávida, propia de una mujer que exige
los derechos de género para ella y para todas las mujeres desde la diferencia
de clases.
De Hayashi Fumiko,
no se puede volver igual, leerla es adentrarse en las venas y en la médula del
lumpen que habita en las sombras de la exclusión. Es sentir su corazón agitado
al leer las cartas de su madre, es correr junto a ella y abordar los trenes
para bajar en cualquier estación y tocar una puerta cualquiera a preguntar por
trabajo; es trapear un piso en una fonda, lavar su única mudada de ropa, es
sentir el frío de las noches durmiendo en el suelo.
Vivir junto a ella
el desencanto del desamor, el machismo, la emoción de un libro nuevo, el olor
del otoño y de los cerezos de primavera y, mojarse los zapatos en los charcos
de gua de las calles de los barrios populares.
Gritar a su lado ajenando sus ventas en su infancia y encontrar las
madrugadas con los ojos abiertos de las largas noches sin dormir. Es fecundarse
en poesía.
De Hayashi no se
vuelve sin haber visto en primera persona la realidad de la pobreza y la miseria, pero también la
inmensidad de la humanidad, el talento, la denuncia, la belleza y la
resistencia de una mujer que se atrevió a escribir su nombre en la historia del
tiempo, desde el corazón del lumpen.
No todo fue pobreza
en la vida de Hayashi, con el tiempo sus libros fueron publicados, es una de la
escritoras más leídas de Japón y Asia, viajó a distintos países del mundo, tuvo
más de una casa propia con jardines y ventanales para oxigenar su alma de
vagabunda. Y es reconocida por su talento y originalidad.
Diario de una
vagabunda sigue siendo el manifiesto de los años de pobreza y exclusión, de los
años del desamor, pero también de la dulce miel de un talento en botón que
comenzaba a florecer y que fue su mayor
resistencia ante la adversidad.
Yo, Ilka, desde
este lumpen de la clase obrera, desde mi corazón de vendedora de mercado y
desde mi realidad de inquilina,
agradezco a Hayashi Fumiko por su atrevimiento, por ser transgresora,
por alzar su voz, por haber tenido las agallas de gritar, por atreverse a caminar, porque con sus pasos avanzamos millones de
mujeres de la alcantarilla. Por cuestionar un sistema patriarcal. Porque al
decir su nombre pronunció el de todas nosotras, nos sacó de las sombras, no
hizo existir. Porque al contar su
historia nos abrió caminos, encendió un candil.
Abrigó nuestras almas y con sus
sueños también nos hizo soñar los propios.
Porque soñar es la mayor resistencia ante la adversidad. Gracias,
maestra.
Blog de la autora:
https://cronicasdeunainquilina.com
Ilka Oliva Corado.
@ilkaolivacorado
05 de febrero de
2019.
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