domingo, 13 de diciembre de 2015

“Despedida sin metáforas”

“Despedida sin metáforas”

POR EDUARDO SANGUINETTI, FILÓSOFO

Cristina Fernández, en absoluta soledad, se ha sublevado estupendamente a las escleróticas políticas de entrega y sumisión. Lo hizo impregnada de aires revolucionarios indudables, instancia que provocó la ira y el pánico de la denominada oposición ávida y pacata, neoliberal, peronista y de la oligarquía grosera prostituta, publicitada en los pasquines “caretas” que conforman las corporaciones económico mediáticas de la denominada prensa argentina y mundial.

La desinformación se ha desplegado en Argentina, de manera brutal, en el accionar artero del aparato mediático, en los últimos días del gobierno de la presidenta Cristina Fernández, donde no han estado ausentes los agravios, injurias, difamaciones e insultos a la investidura y la persona, de quien era presidente de todos los argentinos, mal que le pese a los fanáticos mensajeros del neoliberalismo bestial, enarbolando simulados principios de “libertad informativa” y “veracidad”, ante el espectador permisivo y distraído, cómplice desde su incapacidad de replicar las mentiras y farsa en acto de desdibujar su realidad.

Macrocorporaciones mediáticas o de “mentimedios” (Mempo Giardinelli dixit), han llevado adelante una descomunal campaña publicitaria, con ira, resentimiento y actitudes por demás totalitarias, contra Cristina Fernández, y a favor, del hoy presidente Mauricio Macri… accionando en la voluntad de un 50% de un pueblo, que ha votado a su ¿verdugo? El ciudadano argentino que parece haber asimilado lo que le han vendido, en tendencia de consumirlo todo, incluso eligiendo a un presidente como Macri. ¡Vaya!, ¿quién lo hubiera imaginado hace poco tiempo?

El consumo es un eyector fundamental en el accionar de la rutina de este pobre ser humano del tercer milenio, fuerte raíz, sumándose a cuanto vende una publicidad masiva y ofertas a repetición de cualquier cosa. Se crea ansiedad, angustia y sobre todo necesidades que no son tales. Un hombre que ha entrado a esta vía se va volviendo cada vez más débil, superfluo e inútil… los pueblos no toman conciencia plena que son ellos el poder, que su autodeterminación es lo que los liberará de toda especie de seres autoritarios y que llevan a la confrontación y la división.

La presidenta Cristina Fernández, con actitud y aptitud, superó y trascendió al peronismo y sus referentes fascistas, un sindicalismo que opera bajo un modelo empresarial y desde espacios, otrora asignados a los terratenientes en PRO del “modelo sojero”. Monsanto criminal y de la Bolsa de Valores, que no encontraron entrada en las salidas libertarias de la presidenta argentina.
 Parece que hoy basta, poner en acto, todo un aparato de publicidad montado, apuntalado por las corporaciones económico mediáticas, para que estos casuales “Don Nadie”, “Mesías Inversos”, lleguen a instalarse en funciones, en el pasado considerados de trascendencia… y remitirse a ser una selfie, mostrando sus sonrientes y espantosos rostros, con frases asimiladas, breves, vacuas y un tanto estúpidas, como: “soñemos”, “cambiemos”, para desatar el clamor de un pueblo que lo ha votado; no tienen idea porqué, pero no tienen dudas de que ven coronada su mediocridad en estos “mononeuronales”, con fecha de vencimiento.

Un producto conformado por personajes sin trayectoria, sin discurso, sin memoria de lo que fue y sigue siendo: una Latinoamérica balcanizada; y no hay historia, como la que soportamos, que no devenga en naciones divididas por el odio y el autoritarismo.

El derecho a soñar es sinónimo de una búsqueda de alternativas, una construcción social cotidiana en la elaboración de conceptos y teorías que promueven el bienestar. Una apuesta a comprender de otra manera el planeta, la solidaridad internacional y las múltiples y variadas relaciones entre los seres humanos.

Todo lo mencionado nos lleva a meditar que “el hombre de hoy debe ser superado”, recuperando la unidad de cuerpo y doble, reafirmando la mentalidad estoica: una invitación a soportar este tiempo impertinente como motivo recurrente en la ética. Voluntad de llevar a término la finalidad asumida, cuidando y siendo fiel a uno mismo, a pesar de todas las dificultades.

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