LUNA BLANCA
DUNIA SANCHEZ
Luna llena. Una luna cuyo blanco luce en balanceo de unos ojos inconclusos en sus cavilaciones. La esquina de los espejos. Para muchos, lugar donde la luna llena los esboza en un fragor interminable. Los rostros se vuelven jóvenes, inocentes en el transcurso de una mirada vertida a los océanos de la libertad. Luna llena. La esquina. Una esquina donde el reflejo del espíritu enerva mariposas pacíficas con el vigor de las pisadas, mudas.
JANE:
Yo vestida como la
luz de la luna, la bella luna. Susurro a la brisa nocturna un canto con el
ritmo de las olas. Entrego mi cuerpo a la noche. Una noche estrellada donde se
divisa la calma. Pero esta calma es ficticia, las entrañas del ser humano
hierven. Hierve de penurias y guerras inconclusas donde las olas no cantan.
Elle:
Yo vestida como la
negritud del universo. Imperfecta y la vez saboreando los instantes que rozan
mis espaldas. Te miro, me miras. Somos hijas del océano. Somos hijas de los
naufragios ocurrido en el paso de generaciones. Y da lástima que aun se
reproduzcan de igual manera sin la paz gritando balas de algodón.
Anne:
Aquí. Entre ustedes
dos. Soy vertical. Soy equilibrio que se mece en las alas de una travesía
infinita. Luchamos y somos madres de cada anochecer donde los ciegos duermen.
La canción de las olas rasguea un sueño, un
deseo y la luna llena en la esquina de los espejos reproduce cada abrazo a esa
vida del mañana. Sin embargo, se inquieta, masas corpóreas descienden a la
miseria, a las guerras, a esas travesías como bocanadas del adiós. Y la muerte
llega. Y la luna llena llora. Y la esquina de los espejos es atizadas por las
herrumbres del ser humano. Todo es arrasado. Todo es arrastrado a faz de las
tinieblas.
Jane:
Al unísono somos
balada que profundiza en los deseos. Deseos ambiciosos en este mundo que parece
morir y no muere. Estamos ajenas al sufrimiento. Estamos ausentes a los
chillidos del dolor en el silencio de nuestros oídos. Pero hay gritos. Pero hay
sufrimientos.
Ellen :
No cambiaremos,
todo es repetitivo en este planeta donde las almas no despiertan ¡Qué tranquila
está la noche¡ Respiro hondo y soy tierra que he de pisar y soy mujer que ha de
luchar. Una lucha sin armas solo, con la bocanada de nubes blancas sonando a nuestros
caminos.
Anne:
Qué largo se hace
el camino de vuelta a casa. A esta casa llamada tierra. Tan violenta, tan
desaforada, tan injusta en su porvenir. El hombre se vuelve huraño, perseguidor
de fronteras condenadas al llanto, a agujas danzando al son de la desgracia.
Luna llena. La esquina de los espejos.
Ruptura. Y volvemos a ella. Regresamos a su mirada estática y hermosa, nos
rendimos a su luz. Una grandiosidad que nos eleva en la marginación de las
penas, de hombros divagando la pesadez de las jornadas. Luna llena. La esquina
de los espejos. Tejo el corazón en el derivar a ese tiempo que se va y todo
vuelve a reverder.
Jane:
Y si yo mujer de
blanco, sonrío. Y si yo mujer de blanco, doy un abrazo. Pasear por calles, por
pueblos donde el saludo sea bienvenido a la alegría. Yo vestida de blanca con
el halo de la luna, de la bella luna.
Ellen:
Y si yo mujer de
negro, sueño. Y si yo mujer de sueño cediera mis sueños. Sí, mis sueños en la
globalidad de este mundo ¿Qué pasaría? Las armas serian esponjas absorbiendo
todo mal con el auge del arco iris alentando a las almas que pueblan este
planeta. Sí, soñar y soñar, levantar la cabeza y borrar esa lágrima putrefacta
que revienta los rostros del hambre, de la sed, de la muerte precoz. Y todos
cantaríamos como cantan los desiertos, como cantan los océanos.
Anne:
Asesinar la pena.
Asesinar cada sufrimiento de cada niño cuando correo tras una cometa perdida.
Asesinar la desnutrición, la sed con el extraordinario beso de la luna, del
sol. No obstante, la nada no se puede evitar. Somos como plumas , tan ligeras,
tan frágiles que el mal nos puede. Y el mal se tiene que extinguir si queremos
continuar por esos paisajes que se rinden al amor. Amor y amor….hace falta amor
a la alza con el respeto.
Y la nada no se
puede evitar. Una bruma se hace incansable y repentinamente cerramos los ojos.
Y la luna llena desaparece, suspiramos y la soledad nos aturde, nos encasilla
en desfiladeros donde solo el eco de nuestra respiración truena indefenso. Levantamos los ojos y la luna llena sigue ahí
y la esquina de los espejos estática siguen desfilando escenas de esta
atmósfera. Nos contraemos y nos expandimos. Nos expandimos y nos contraemos. Un
grito. Luna llena. La esquina de los espejos. Y al final todo es lamento.
Jaen, elle, Anne:
Cantemos, Bailemos
antes que la luna llena blanca se vaya. Cantemos, bailemos antes que la
Penumbra pronuncie nuestros nombres. No, no nos nombres. Déjanos como las
mariposas de un nuevo día surcando la balada de la paz. Cantemos , bailemos por
aquellos que se han ido entre el tormento y la tortura, que las cicatrices
caigan donde una mirada atrás sea para el nunca más. Escribamos cartas al
viento donde el ronronear de las mareas las lleven lejos….muy lejos, hasta la
última existencia y sea entendimiento, el entendimiento de todos somos iguales
sea cual sea su creencias. Que la armonía nos acompañe, que la armonía bese
nuestras espaldas y nuestras manos sean pañuelos blancos…muy blancos.
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