UN CUENTO AMERICANO
Plutocracia,
deslegitimación de gobiernos, mentiras, corrupción, acoso a los periodistas
críticos y al pensamiento discrepante, antidemocracia, en suma, forman parte de
un mismo cuento en todo el mundo. El fascismo también, aunque algunos crean que
se banaliza el término
JAVIER AROCA
Una votante de EEUU
Érase una vez una banda de poderosos billonarios. Tan ricos que no les faltaba de nada y, aún así, querían más y más; tanto, que les sobraba la ley, la democracia y la Constitución por la que habían peleado sus antepasados.
Decidieron controlar todo, compraron jueces y fiscales y medios de comunicación y pusieron en nómina a cientos de periodistas. Éstos mentían por encargo. Se intoxicaban las palabras para que enfermaran y perdieran su significado; así, libertad pasó a ser solo un significante con valor etílico, cañero, como en los tiempos de la ley seca. Estos plutócratas tenían un cabecilla que, curtido en shows televisivos, gracias a su poder, vendía bulos, los asalariados de la información los propagaban, mientras sus cadenas y terminales fabricaban encuestas a medida.
Su principal aliado
mediático era una cadena, no la única, de nombre Fauxnews. Desde muchos meses
antes de que se celebraran unas previstas elecciones parciales, se dedicaron a
lanzar la profecía de que llegaría el mesías en forma de ola roja; animados
entre ellos, los asalariados de las ondas se vinieron arriba y elevaron la ola
a la categoría de tsunami, sin que ningún experto meteorólogo lo pudiera
verificar. Además, en cada programa de información, político, de
entretenimiento, rosa, deportivo,
incluso en el tiempo, aireaban encuestas que confirmaban la profecía,
fertilizando voluntades e ideas.
Las elecciones
llegaron aliñadas con un maloliente pestazo mediático de sospechas que
cuestionaban, al servicio de los poderosos, la legitimidad de las propias
elecciones por si salían mal. No era la primera vez
A medida que se
acercaban las fechas, se encendía la pasión mediática. Tocaba difamar a los
rivales, llevarlos antes sus jueces, engañar con datos falsos, amenazar con
catástrofes, deslegitimar al Gobierno... no importaba si se destruían las
instituciones constitucionales. Incluso se favoreció e hizo apología del asalto
a la sede de la soberanía popular, y se manipulaba al Tribunal Supremo, al que
cargaban de ideología extremista contra las conquistas democráticas del pueblo
en sus instituciones representativas. Nada parecía tener freno. Incluso
llegaron a colonizar al gran y viejo partido conservador, al que privaron de
sus señas históricas.
Las elecciones
llegaron, eso sí, aliñadas con un maloliente pestazo mediático de sospechas que
cuestionaban, al servicio de los poderosos, la legitimidad de las propias
elecciones por si salían mal. No era la primera vez.
El resultado no fue
el esperado, no hubo ola, apenas una marejada como en todas las elecciones del
mismo género. Los resultados fueron tales que la jefatura de los poderosos se
puso en cuestión y se anunciaron caucus sacrificiales y depuraciones previas a
las venideras elecciones generales. El bigman de los poderosos estaba irritado
con todos, hasta con los suyos; también con los que tenía a sueldo, incluso con
el que se había erigido en una amenaza para sus aspiraciones: un floridano
triunfante, al que comenzó a amenazar con un “Casado” preventivo, práctica que
había observado en ultramar.
La moraleja es que
hace falta algo más que bulos, medios y periodistas a sueldo y encuestas de
sastrería para engañar a un pueblo con conciencia de su propia situación
El cuento no
terminó tan mal. El pueblo no se dejó engañar y percibió la amenaza para la
democracia que supone la plutocracia y el fascismo. La moraleja es que hace
falta algo más que bulos, medios y
periodistas a sueldo y encuestas de sastrería para engañar a un pueblo con
conciencia de su propia situación.
Los cuentos se
repiten. Claude Lévi-Strauss, que hizo todo su trabajo de investigación en las
Américas, señaló cómo los mitos y los cuentos que los narran se repiten en
todas las culturas: unas veces deslizados, otras, invertidos, pero siempre con
un sustrato común. Incluso encontró similitudes en una y otra orilla de la mar
océano entre mitos americanos y cuentos celtas.
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Plutocracia,
deslegitimación de gobiernos, bulos, mentiras, corrupción, sumisión mediática,
acoso a los periodistas críticos y al pensamiento discrepante, dicho, escrito o
cantado; antidemocracia, en suma, forman parte de un mismo cuento en todo el
mundo. El fascismo también, aunque algunos crean que se banaliza el término
trayendo al debate presente a Hitler, Mussolini, nazi y fascista, o a Franco,
su versión carpetovetónica y cañí. Sin embargo, el cuento se repite y repite.
Como dejó dicho Primo Levi: no importa el lugar ni el discurrir del tiempo,
“cada época tiene su propio fascismo”.
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