ESTE MUNDIAL APESTA, ¿TENDRÁ
TIRÓN PESE A TODO?
Lo
de Qatar no parece una competición como el resto, sino más bien una una oda
cara y mortífera al fútbol negocio. No se atisban gestas ni calor. Ni va Ibai
Llanos. Ni lo va a ver Cantona
JUAN ORTEGA CASAS
Presidente
de la República, Jair Bolsonaro durante la visita al estadio de fútbol de Al
Janoub.Palácio do Planalto (CC BY-SA)
El próximo 20 de noviembre -qué casualidad la fecha- comienza el próximo Mundial de fútbol, la cita más clásica del deporte más conocido y practicado en nuestro planeta. Entre noviembre y diciembre, sí, porque se juega en Qatar, un pequeño país del Golfo Pérsico donde sería inasumible disputarlo en verano, y en el que cualquier cosa parecida a la democracia brilla por su ausencia. Este Mundial en particular huele demasiado a podrido y está teñido de la sangre de los trabajadores que han perdido la vida en su construcción, una cifra que según algunas investigaciones supera los 6.500.
La FIFA se ha
plegado al dinero de un país anfitrión que acarrea una siniestralidad laboral
insoportable y unas condiciones de trabajo indignas pese a algunas reformas
tímidas aprobadas a toda prisa. Qatar es una teocracia dirigida por una familia
millonaria, con absoluta falta de libertades y donde se somete a las mujeres y
se persigue la homosexualidad con pena de cárcel. Se han alzado algunas voces
desde dentro y fuera del fútbol para criticar y sensibilizar a la opinión
pública, incluso para que se destine algo de dinero a los trabajadores
migrantes víctimas de abusos en su construcción… Hasta Netflix se ha animado a
sacar una serie señalando a la propia FIFA como epicentro histórico de
corrupción con referencias a esta edición. Pero, al margen de una cierta
cosmética y tímidos gestos, ya está todo listo para que empiece el espectáculo.
La duda razonable ahora reside en si la gente lo va a comprar. ¿Tendrá Qatar
2022 el mismo tirón en nuestro país que mundiales anteriores?
La maquinaria del
periodismo deportivo se ha puesto a funcionar como si nada, al margen de
algunas referencias obligadas a la polémica, y la Selección Española siempre
vende
La maquinaria del
periodismo deportivo se ha puesto a funcionar como si nada, al margen de
algunas referencias obligadas a la polémica, y la Selección Española siempre
vende. No obstante, seguro que ha escocido la brutal denuncia reciente de Ibai
Llanos y, al mismo tiempo, esta no es temporada de mundiales y el fútbol de
élite no pasa por su mejor momento en cuanto a las audiencias de la Liga, sin
recuperar las cifras previas a la pandemia: quizá ha llegado el momento para
comprobar si la deriva enloquecida en pos del dinero va a seguir pasando
factura al consumo de este deporte en forma de una indiferencia creciente, esta
vez con su competición más importante.
Por otro lado,
pocas citas deportivas han concitado tanto foco los días previos desde el
periodismo crítico como este Mundial. Son numerosos los artículos e incluso
algún libro que cuenta la realidad de un país del todo antidemocrático que, al
mismo tiempo, ha conseguido hacerse un hueco entre las principales economías
del mundo a base de millonarias inversiones con la consiguiente compra de
voluntades, participaciones en empresas y exportación de sus recursos
energéticos, su bien más preciado. Se ha escrito bastante, casi todo desde
tribunas alternativas a la ola mediática del stablishment, cada vez más
escorada hacia lo reaccionario. Sin embargo, este ligero ruido, ¿hasta dónde va
a ser capaz de introducir una perspectiva distinta, política y crítica?
Este Mundial nace
herido de muerte y, al menos, antes de que empiece, el cuerpo me pide apagar la
tele en ese rato para hacer cualquier otra cosa
Quienes seguimos de
una forma u otra el fútbol -aunque sea sin apasionamiento y menos aún por las
selecciones nacionales, incluida la española- y a la vez mantenemos una postura
antifascista y popular, ¿vamos a ver los partidos? ¿Terminaremos viendo lo que
ocurra como el aficionado que no se plantea que el fútbol es política? A
priori, a mí esta vez no me apetece demasiado. Al margen de todo lo que rodea
al fútbol, un Mundial siempre ha tenido un componente popular, de consumo de
gran alcance, con retransmisión abierta de los partidos en unos tiempos en los
que ver fútbol en directo se ha privatizado como nunca antes. Y es pensar en
Qatar y notar una considerable falta de interés. Este Mundial nace herido de
muerte y, al menos, antes de que empiece, el cuerpo me pide apagar la tele en
ese rato para hacer cualquier otra cosa. Como ha dicho que hará el propio Eric
Cantona.
Los mundiales han
tenido siempre un público de lo más diverso. Mucho público. De hecho, los
mundiales forman parte de una cultura pop que tiene referentes míticos como
Maradona y su mano a Inglaterra, la Holanda de Cruyff, el Brasil de Pelé y el
de los ochenta o los temibles alemanes que ganaban casi contra cualquiera.
Quizá el último en la lista sea Messi y todo lo que es capaz de hacer en el
campo. La locura que supone este Mundial del fútbol negocio, el país elegido,
la ausencia de derechos elementales en su interior o lo extraño de sus fechas…
todo ello, junto a la vez, arroja la sensación de que llegamos a una fría
competición por la pasta, que no habrá momentos memorables. Su seguimiento
masivo es más que cuestionable. Da pereza.
En todo caso, los
precedentes de la Selección con las audiencias son de éxito: en la más reciente
Eurocopa, último torneo de entidad en cuanto al fútbol de selecciones, la
Española concitó a 14 millones de televidentes en su momento más top. Sin
embargo, parece que el interés por consumir fútbol masculino en nuestro país
está decayendo, sobre todo entre los más jóvenes, que diversifican más que
antes su entretenimiento. Se puede comprobar en las estadísticas de audiencia
media de la Liga -hablamos en parte de fútbol de pago-, con cifras inferiores a
las de antes de la pandemia, o en el interés de algunos presidentes como
Florentino Pérez por impulsar una nueva competición europea, la Superliga, que
deje atrás la doméstica.
Arrecian las
críticas, casi ninguna desde España
Este Mundial es el
más señalado, al menos, de los últimos 44 años, porque entonces el torneo que
se disputó en 1978 en Argentina en medio de la dictadura de Videla tampoco
estuvo exento de polémica. Dentro del propio mundo del fútbol, en estas semanas
varias federaciones, entre ellas la francesa, alemana, neerlandesa o
estadounidense, pero no la española, se han posicionado a favor de la
iniciativa auspiciada por Amnistía Internacional para destinar al menos 440
millones de dólares a los cientos de miles de trabajadores y trabajadoras
migrantes que han sufrido abusos contra sus derechos humanos en Qatar.
Y después están las
quejas más o menos discretas y casi cosméticas nacidas de los propios
combinados nacionales o de sus marcas que les patrocinan. La última en este
sentido proviene de una de las selecciones involucradas, Australia, a través de
un vídeo en el que también reconocía los supuestos “progresos” en materia de
legislación laboral, los mismos que cuestiona Amnistía Internacional por ser
casi papel mojado. La marca de ropa que viste a Dinamarca ha diseñado unas
camisetas donde no se verán ni su logo ni el escudo. Otras formas tímidas de
protesta en el propio campo se quedarán en lucir brazaletes arcoíris -entre
ellos, los capitanes de Países Bajos, Francia o Alemania; España, de nuevo,
no-.
Futbolistas
retirados han mostrado su rechazo a este Mundial sin medias tintas. El mejor
ejemplo, cómo no, es Cantona
Futbolistas
retirados han mostrado su rechazo a este Mundial sin medias tintas. El mejor
ejemplo, cómo no, es Cantona. El exjugador francés, conocido por su compromiso
antifascista, fue así de contundente: “No lo veré, ha muerto gente construyendo
los estadios. No es para mí. No estoy en contra de que se celebre en lugares
donde el fútbol se promocione, como ocurrió en Sudáfrica y en Estados Unidos,
pero Qatar no es un país de fútbol”. ¿Se puede hablar más claro? También se ha
manifestado en contra el que fuera capitán de Alemania, Philipp Lahm. No
acudirá a ese país: “Los derechos humanos deberían desempeñar un papel
importante en la adjudicación de torneos”. Precisamente en Alemania se
concentra un mayor rechazo popular: varias de sus aficiones son las que más
abiertamente están llamando al boicot en estas semanas previas.
Fuera de ese
mundillo la primera en señalar a Qatar fue la propia Amnistía Internacional,
que lanzó una potente campaña y se hizo eco de la terrorífica cifra de más de
6.500 muertes en la construcción de las infraestructuras, citando para ello una
investigación del diario británico The Guardian. Esta organización cuestiona
abiertamente las reformas laborales iniciadas por el estado qatarí, entre ellas
un salario mínimo de 275 euros, y asegura que estos cambios no se están
poniendo en práctica y que los abusos siguen a día de hoy. Para entender qué
son 275 euros en Qatar hay que tener en cuenta que este país es el cuarto en
producto interior bruto per cápita con 93.521 dólares anuales y que España, por
ejemplo, es el 37º con 40.775, según datos del Banco Mundial.
Las principales
ciudades francesas, así como Barcelona, han acordado mutear el mundial en lo
que respecta a que sus calles se hagan eco, ya que no instalarán pantallas ni
habilitarán zonas para aficionados
Por otro lado, las
principales ciudades francesas, así como Barcelona, han acordado mutear el
mundial en lo que respecta a que sus calles se hagan eco, ya que no instalarán
pantallas ni habilitarán zonas para aficionados. Se da la circunstancia de que
Francia es la vigente campeona del torneo.
¿Y en España?
Apenas hay críticas, tan sólo resuena la de Ibai Llanos. El conocidísimo
streamer ha desvelado esta misma semana que no ha querido ir a Qatar ni
siquiera en el mismo avión de la Selección. Lo ha afirmado con una nada
estética frase tirando de gónadas. Su rechazo en cualquier caso es rotundo y
denuncia una campaña de blanqueamiento entre futbolistas y sponsors. Lo demás,
por el momento, está siendo un páramo. El presidente de la Federación Española
de Fútbol, conocido por unos sonados audios, dice que en el brazalete del
capitán ya se lee la palabra “Respect”, sin que haga falta la bandera arcoíris.
Chanel, la autora de la canción del mundial, se justificó así: “Tengo muy
claros mis principios y yo soy artista. Cuanto más lejos pueda llevar mi arte,
y que mi mensaje llegue a más personas, más orgullosa voy a estar”. Y RTVE
llevará a cabo un gesto simbólico que consistirá en que una mujer narre un
partido, para denunciar la discriminación secular de género que allí se vive a
diario.
Apoyo español a
Qatar desde época del emérito
El papel de España
al más alto nivel es de lo más bochornoso en todo este experimento y viene de
lejos. De hecho, ya en 2013 eran conocidas y publicadas por el diario 20
Minutos las buenas relaciones que mantenía con la familia real qatarí el
entonces rey español, Juan Carlos I, que hoy vive ‘fugado’ en Abu Dabi. Los
múltiples contactos de los que da cuenta la prensa mencionan suculentos
contratos para constructoras españolas, así como otros negocios posibles y
condecoraciones del más alto nivel. Se da la circunstancia, seguro que casual,
de que la designación de Qatar como sede del Mundial 2022 se produjo antes de
la abdicación del ahora emérito, un gran embajador occidental en el golfo
Pérsico.
El pasado mes de
mayo, el emir de Qatar visitó nuestro país y fue agasajado tanto por los reyes
como por el Congreso y el Senado
La buena relación
entre ambas jefaturas de Estado ha proseguido con la llegada al trono de Felipe
VI. El pasado mes de mayo, el emir de Qatar visitó nuestro país y fue agasajado
tanto por los reyes como por el Congreso y el Senado, instituciones que le
condecoraron con sendas medallas de honor. En juego estaba el gas qatarí,
habida cuenta la importancia de este país en cuanto a su exportación y más en
medio de la guerra de Ucrania, pero también la posibilidad de nuevas
inversiones, entre ellas, según El País, un acuerdo de cooperación con la
sociedad estatal de financiación del desarrollo Cofides, en el marco de los
fondos europeos Next Generation. Según recogió este mismo diario Felipe VI se
mostró encantado con la participación de agentes españoles en la seguridad del
Mundial. Todo cuadra, el fútbol y los negocios.
Tampoco han faltado
otros apoyos ‘civiles’ desde nuestro país a este evento y entre ellos destaca
el entrenador del Barça, Xavi Hernández. Exjugador en Qatar, fue designado
embajador global del Mundial en 2018 y llegó a decir en 2019 que en aquel país,
“cómodo, acogedor y seguro” pese a no ser democrático, el sistema funcionaba
mejor que en España.
Cuesta ver algo de
emoción entre tantos billetes
La concepción del
fútbol como un negocio ha envuelto a este deporte de raíz y práctica popular en
algo alejado de la gente que cada vez resulta cada vez más homologable, más
impersonal, más caro y más tedioso. Pero lo que se juega cuando se levanta el
telón sigue siendo fútbol y, sobre todo si no es de pago, la gente lo continúa
viendo y aspira a divertirse con la siguiente maravilla de su jugador favorito.
Algunas veces, eso sí, el genio de turno resulta ser un defraudador fiscal o
pide el voto para Jair Bolsonaro y entonces, para muchos, la magia desaparece.
Quienes seguimos el
fútbol desde pequeños y mantenemos una postura política crítica con el
capitalismo soportamos una contradicción permanente porque nos suele gustar lo
que pasa dentro del campo, pero nos parece aberrante casi todo lo demás
Quienes seguimos el
fútbol desde pequeños y mantenemos una postura política crítica con el capitalismo
soportamos una contradicción permanente porque nos suele gustar lo que pasa
dentro del campo, pero nos parece aberrante casi todo lo demás. Y nos
consolamos fijándonos en clubes populares sea donde sea que jueguen -lo
contrario del llamado fútbol moderno- o aspiramos a que siga viva la llama de
esos escasos jugadores y entrenadores que se han desmarcado discursivamente de
la senda neoliberal. Nombres del pasado como Sócrates, Casagrande, Cantona,
Cappa, Bielsa, Lucarelli… y de ahora mismo, porque también hay que hablar de
Jurgen Klopp, el entrenador del Liverpool, que proclamó que nunca votará a la
derecha; de César Sampaoli, del Sevilla, que denuncia lo criminal de este
sistema; o del jugador del Athletic Raúl García, que no comprende cómo se puede
poner alguna objeción a que los ricos paguen más impuestos.
Y en estas, con el
frío -si es que llega-, con la Navidad encima y con un curso político de locos
a la vuelta de la esquina, se paran todas las competiciones y llega un Mundial
que casi ni lo parece. Es sólo una oda cara y mortífera al fútbol negocio; un
mercadillo de inversores y habitantes de palcos en medio de un país rico del
Golfo Pérsico. No se atisban gestas ni calor. Ni lo va a ver Cantona. Yo voy a
hacer caso a ese sabio, no suele equivocarse.
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