LA INJERENCIA DE LA OTAN EN ESPAÑA
CARLOS PORTOMEÑE
España sirvió de base de
operaciones para terroristas internacionales de extrema derecha
”La OTAN es una alianza global
para reforzar las ambiciones imperiales de los EEUU y los privilegios de la
élite europea”.
Si algo ha caracterizado a la OTAN desde su fundación ha sido su carácter eminentemente intervencionista, su afán expansionista y el uso de todo tipo de medios para conseguir sus objetivos, incluyendo guerras, acciones encubiertas y terrorismo. Sin embargo, la OTAN y sus países miembros han propagado durante años una imagen oficial muy diferente, difundida sistemáticamente por los gobiernos, las instituciones y los grandes medios de comunicación. Una de las creencias más extendida popularmente es la falsa idea de que la Alianza nació por reacción al Pacto de Varsovia cuando, bien al contrario, el Pacto de Varsovia nació en 1955 para contrarrestar la amenaza de la OTAN y el rearme de Alemania federal.
La propia página
oficial de la OTAN asegura que su propósito “es garantizar la libertad y la
seguridad de sus miembros”, “promoviendo los valores democráticos” “desde el
compromiso con la resolución pacífica de los conflictos”; algo que de principio
a fin han desmentido los diferentes acontecimientos históricos, empezando por
la guerra de Ucrania. Como señalaba Josep Fontana, ”la OTAN es una alianza
global para reforzar las ambiciones imperiales de los EEUU y los privilegios de
la élite europea”. Y en ese marco debe entenderse el papel de país intervenido
que juega España desde el final de la II Guerra Mundial hasta la actualidad,
manifestándose más recientemente en la cumbre de la OTAN celebrada en España el
pasado junio.
España en los planes del imperialismo anglosajón
El sometimiento
pleno de España a la política de los EEUU comienza hace casi ochenta años. Pese
a que en la Conferencia de Postdam (1945) EEUU, el Reino Unido y la URSS
acordaron una tibia declaración de condena del régimen dictatorial español, las
actas desclasificadas de las deliberaciones demuestran que los dos gobiernos
anglosajones se opusieron en todo momento a intervenir contra Franco, a pesar
de que el régimen había sido impuesto militarmente con el apoyo decisivo de
Hitler y Mussolini.
Para justificarse,
Winston Churchill se refirió a las valiosas relaciones comerciales que el Reino
Unido mantenía con España y esgrimió su deseo de no desatar una hipotética
segunda guerra civil en el país. Iósif Stalin había propuesto,
infructuosamente, reconocer como “justa la exigencia de democracia por parte
del pueblo español” y la ruptura de todas las relaciones con la España
franquista.
La democracia
necesita acceso a los archivos y sumarios considerados secretos oficiales y
juzgar los crímenes de Estado hasta las últimas consecuencias
Como se demostraría
más adelante, la Conferencia de Postdam aseguró la adscripción del Régimen
franquista al bloque capitalista (y anticomunista) de la Guerra Fría bajo la
influencia de EEUU No fue un caso aislado. EEUU consideraría a las dictaduras
militares en los países “no desarrollados” como sus socios más fiables porque
garantizaban tres condiciones fundamentales: la estabilidad política y el orden
social por la vía de la represión y la violencia; el apoyo decidido contra su
cruzada anticomunista; y la subordinación a sus intereses comerciales. EEUU
también agitó el mito del peligro rojo para imponer gobiernos reaccionarios y
conservadores en los territorios europeos liberados, impidiendo
administraciones dirigidas por comunistas, pese a su papel decisivo en la lucha
contra el fascismo. De hecho, parte de las élites militares y económicas
norteamericanas ya habían hecho planes, durante la contienda, para establecer
acuerdos con determinados sectores del nazismo y sus socios en Europa contra el
objetivo común que representaba la Unión Soviética.
Tras haber impuesto
sus propuestas económicas en los acuerdos de Breton Woods (1944), EEUU
reorganizó su estructura militar para adaptar la política de Defensa a los
objetivos de la Guerra Fría, fundando la Agencia Central de Inteligencia (CIA)
en 1947 a través de la Ley de Seguridad Nacional. Asimismo, el 4 de abril de
1949 nacía en Washington la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), impulsada por EEUU, Canadá y Reino Unido, a la que se sumaron inicialmente
Francia, Bélgica, Holanda, Islandia, Luxemburgo, Italia, Noruega, Dinamarca y
Portugal, a pesar de que este último país estaba sometido a la dictadura más
antigua de Europa.
Finalizada la II
Guerra Mundial, el PCE ya afirmaba que España era la cabeza de puente del
imperialismo norteamericano en Europa, destacando su importancia estratégica y
el interés de EEUU en “hacer del Mediterráneo un mar americano por donde llegar
fácilmente al petróleo de Oriente y penetrar en el continente africano”. El Manifesto
del Comité Central del PCE celebrado el 11 de marzo de 1948 señalaba: “El
imperialismo anglosajón trata de convertir nuestro país en una base estratégica
y económica de su política de aventura y agresión contra la URSS y las nuevas
democracias. Para ello no vacila en sostener y ayudar al régimen franquista
tambaleante y en descomponer y minar las fuerzas republicanas y democráticas
para llevarlas a un terreno de colaboración con el franquismo y la reacción a
fin de dar una base más sólida a su política en España”.
La OTAN llevaba
operando en España desde el momento mismo de su constitución en 1949, pese a su
ingreso formal en 1982
La estrategia
estadounidense provocó que el aislamiento de España acordado en Postdam fuese
exclusivamente temporal. En 1946, una resolución de la ONU condenaba al régimen
franquista, vetaba su posible entrada en cualquiera de los organismos
internacionales y recomendaba la retirada de los embajadores. No obstante, en
febrero de 1950, la Asamblea General de la ONU revocó dicha resolución por 38
votos a favor, 10 en contra y 12 abstenciones.
Aquellos países
occidentales que habían condenado el alineamiento del franquismo con el eje
fascista regresaron con sus sedes diplomáticas a Madrid, firmaron los primeros
acuerdos comerciales con Franco y la frontera con Francia se abrió de nuevo.
Por si fuera poco, en septiembre de ese mismo año, el ministro del Interior
francés, el socialista Jules Moch, decretó la ilegalización del PCE en toda
Francia y la detención de sus cuadros políticos, obligando a microfilmar lo que
hoy se conoce como Archivo Histórico del PCE.
Ingreso en los organismos internacionales
De manera que la
normalización de la presencia española en los organismos internacionales corrió
pareja a su subordinación a la política de los EEUU y sus intereses
geopolíticos. En 1950, España ingresó en la Organización de Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En 1952 pasó a integrar la UNESCO.
El 27 de agosto de 1953 firmó el Concordato con el Vaticano. Un mes más tarde,
el 23 de septiembre, firmó con EEUU los Pactos de Madrid con tres compromisos
fundamentales: la aportación de material bélico; la ayuda económica a través de
la concesión de créditos; y el establecimiento de bases militares en territorio
español. En los primeros diez años posteriores a la firma de los acuerdos, EEUU
instaló en
territorio español la base naval de Rota y las bases aéreas de Morón, Zaragoza
y Torrejón de Ardoz. El ingreso definitivo de España en la ONU se produjo el 14
de diciembre de 1955.
En marzo de 1957,
Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo, y los Países Bajos
firman los Tratados de Roma, que darían lugar a la Comunidad Económica Europea
(CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom). Unos meses
después, el gobierno franquista presentaría la primera solicitud de ingreso en
la CEE, haría efectiva su entrada en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y
en el Banco Mundial, y obtendría el estatuto de país asociado de la
Organización Europea de Cooperación Económica (OECE, posteriormente OCDE).
EEUU impuso las
condiciones. El gobierno español aprobó en julio de 1959 el Plan de
Estabilización o Plan Nacional de Estabilización Económica, un programa de
liberalización económica que supuso la aceptación de los principios del
capitalismo liberal y el paso a una economía regulada por el mercado y abierta
a la inversión extranjera, principalmente estadounidense. El Memorándum
remitido al FMI y a la OECE con las líneas de acción señalaba que “había llegado
el momento de dar una nueva dirección a la política económica, a fin de alinear
la economía española con los países del mundo occidental y de liberarla de
intervenciones heredadas del pasado”.
De este modo, la
apertura exterior de la economía española coincidió con la creación del Mercado
Común, y uno de los principales objetivos de los gobiernos “tecnócratas”
vinculados al Opus Dei fue preparar a la economía española para una posible
integración en la CEE.
El Comité Central
del PCE ya señaló en marzo de 1948: “El imperialismo anglosajón trata de
convertir nuestro país en una base estratégica y económica de su política de
aventura y agresión”
La confirmación de
la plena integración de España en el bloque capitalista de la Guerra Fría y de
su subordinación a la política económica, militar e internacional de los EEUU,
se produjo mediante la presencia en Madrid del presidente Dwight D. Eisenhower
el 21 de diciembre de 1959, cinco meses después de aprobado el Plan de
Estabilización. Se trataba de la primera visita de un dirigente de una potencia
mundial desde que en 1940 Adolf Hitler se entrevistara con Franco en Hendaya.
La segunda restauración borbónica
No obstante, la
posible integración en la CEE y la OTAN obligaba a España a establecer reformas
políticas que permitiesen su aceptación por las “democracias europeas”. EEUU
impulsó durante años la restauración borbónica con un proyecto de monarquía
parlamentaria donde participase todo el arco ideológico, excepto el PCE. La
Casa Blanca y el propio Franco habían elegido a Juan Carlos de Borbón para la
sucesión en la Jefatura del Estado, incluso a costa de saltarse las reglas
dinásticas.
El Club Bildelberg
trató el tema de la restauración monárquica en España durante su reunión en
Mount Temblant (Canadá) en abril de 1968, decidiendo que el príncipe estaba
preparado para reinar. Un año más tarde fue nombrado por Franco sucesor a
título de rey, jurando guardar y hacer guardar los principios del Movimiento
Nacional.
El Club Bildelberg
trataría de nuevo la cuestión sucesoria en el Gran Hotel Saltsjöbaden de
Suecia, en mayo de 1973, donde George W. Ball, ex subsecretario de Estado y
comisionado del presidente Richard Nixon para la cuestión sucesoria en nuestro
país, presentó una ponencia titulada España, después de Franco, incluyendo un
dossier elaborado durante tres meses por el Consejo de Seguridad Nacional (NSC)
de los EEUU Ball planteaba diferentes variantes sobre la forma de gobierno,
siempre dentro de la opción monárquica, y formulaba varias cuestiones principales:
“¿Cuánto tiempo necesitará Juan Carlos hasta transformar la dictadura actual en
una democracia suficiente que permita a España ser aceptada en la OTAN?
¿Querrán los militares y los políticos españoles ingresar en la OTAN?
¿Aceptarán los españoles la permanencia de las bases estadounidenses, cuando
Franco haya muerto y ellos puedan opinar con libertad?”.
EEUU impulsó
durante años la restauración borbónica. La Casa Blanca y Franco eligieron a
Juan Carlos para la sucesión. El asunto también se trato en el Club Bildelberg
en 1968 y en 1973.
El nuevo jefe del
Estado solo esperaría dos meses desde la muerte del dictador para firmar el
Tratado de Amistad y Cooperación (24 de enero de 1976), por el cual EEUU se
comprometía a fomentar el ingreso de España en la CEE y la OTAN a cambio de
cesiones de carácter estratégico, tanto en el plano militar como en el
económico. El broche final lo puso el discurso del rey en el Capitolio en junio
de ese mismo año, en la primera visita realizada por el monarca a un país
extranjero. EEUU desarrolló durante esos años una amplia campaña para lograr el
ingreso de España en la OTAN, pese a la abierta oposición de la URSS. De hecho,
el Pacto de Varsovia proponía al respecto congelar el número de países miembros
en ambas estructuras militares.
OTAN sí, a cualquier precio
EEUU contaba con un
inconveniente fundamental: la sociedad española no era partidaria de la
pertenencia a la OTAN. Un amplio sondeo publicado por el diario El País en
octubre de 1981 indicaba que el 52% de la población era contraria a la entrada
en la OTAN, mientras únicamente un 18,1% se mostraba favorable a la adhesión.
Por otra parte, el 74% de los votantes del PSOE en las elecciones de 1979 era
contrario al ingreso en la Alianza y un 82,2% de ellos solicitaba un
referéndum, en el cual el 71,7% aseguraba que votaría en contra. Dos días antes
de su publicación, el PASOK de Andreas Papandreou había obtenido una amplia
mayoría absoluta en Grecia con un programa que incluía la salida de la OTAN y
la CEE; algo que, por supuesto, nunca cumplió.
La Casa Blanca se
encargó de dar un pequeño empujón a aquellos que tenían dudas sobre la
conveniencia de introducir a España en la alianza militar y sobre la
permanencia de las bases norteamericanas en su territorio. Adolfo Suárez (UCD)
renunciaría a su mandato pronunciando un encriptado mensaje televisivo, días
antes de la intentona del 23-F: “No quiero que el sistema democrático sea un
paréntesis en la historia de España”. Su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo,
firmaría la adhesión a la OTAN el 10 de diciembre de 1981 y, finalmente, el 30
de mayo de 1982 España se convertiría en miembro de pleno derecho de la
Alianza.
Cinco meses más
tarde, el PSOE obtenía la más aplastante mayoría absoluta en la historia de la
democracia, después de haber popularizado el eslogan de «OTAN de entrada, no»
durante la campaña electoral. En 1986, el PSOE cumpliría su promesa de celebrar
un referéndum sobre la OTAN, pero cambiando el eslogan anterior por el de “Vota
SÍ, en interés de España”, quitándose definitivamente la máscara y arrastrando a
su electorado a los brazos de la Alianza. La contribución del PSOE a la causa
del bando anticomunista de la Guerra Fría ha sido de tal magnitud que Javier
Solana, ponente años antes del documento 50 razones para decir no a la OTAN,
alcanzaría la Secretaría General atlantista en 1995 y sería el máximo
responsable del bombardeo de Yugoslavia en 1999.
La preparación del
referéndum fue uno de los principales objetivos de la CIA, que en aquella época
mantenía a Leonard D. Therry, uno de los responsables de la represión en
Uruguay, como jefe de Estación en Madrid. Para garantizar el éxito de la
convocatoria, una veintena de agentes veteranos con experiencia en golpes de
Estado y represión en América Latina le acompañaban en la embajada de la calle
Serrano.
La imposición del modelo reformista
Evidentemente, la
OTAN llevaba operando en España desde el momento mismo de su constitución en
1949, pese a su ingreso formal en 1982. En un informe anual de este mismo año,
el ministro de Defensa Alberto Oliart (UCD) afirmaba: “Obstáculos de diversa
naturaleza impidieron durante los últimos treinta y tres años la realización
formal de la adhesión, pero durante todo este tiempo tanto España como la OTAN
han estado esperando el momento propicio para perfeccionar una relación defensiva
que existía, de hecho, desde hace casi el mismo número de años”.
A pesar del
decisivo empuje de la movilización social interna, de las fuerzas democráticas
y de la presión internacional para la conquista de la democracia, EEUU
consiguió imponer su modelo reformista de Transición, basado en el principio
lampedusiano de que “es preciso que todo cambie para que todo siga igual”.
Atrás quedó la ruptura democrática propugnada por el PCE y buena parte de la
oposición democrática de izquierdas, que no aceptaba la “democracia por
decreto” ni los parcheos pseudodemocráticos.
En 1981 el 52% de
los españoles estaban contra la entrada en la OTAN y sólo el 18% a favor. La
preparación del referendum se convirtió en uno de los principales objetivos de
la CIA.
Aunque algunos
políticos y militares se han atribuido sin pudor el éxito de la vía reformista,
aún no han reconocido hasta el momento el precio que estuvieron dispuestos a
pagar para cumplir el mandato norteamericano. Dentro de la estrategia
internacional de los EEUU de ganar la Guerra Fría a cualquier precio, la OTAN
no escatimó ni medios ni métodos para imponer su hegemonía, sumar más países a
su estructura e impedir la llegada al poder de los partidos comunistas en las
democracias europeas. En Italia, fundamentalmente, EEUU desarrolló la
Estrategia de la Tensión, donde se conjugaron los ejércitos clandestinos de la
OTAN, la extrema derecha, los cuerpos militares y policiales, la mafia y la
pseudologia Propaganda Due para conseguir sus objetivos. Un modus operandi del
imperialismo norteamericano al que no fue ajeno España durante los años de la
llamada Transición a la democracia, cuya realidad convulsa y violenta contrasta
con la versión oficial de una transición idílica y pacífica.
De hecho, España
sirvió de base de operaciones para terroristas internacionales de extrema
derecha al servicio de la Corona y de los servicios de información del Estado,
especialmente de aquellos italianos vinculados a los atentados más sangrientos
de la historia de su país.
El tiempo ha ido
mostrando su relación directa con la estrategia de EEUU y la OTAN, además de su
intervención en acontecimientos clave para inclinar la balanza del lado de la
reforma: los sucesos de Montejurra; el asesinato en Roma del juez Vittorio
Occorsio; los secuestros de Oriol y Villaescusa; el asesinato de Arturo Ruiz,
de los abogados de Atocha y los hechos de la semana trágica; el atentado contra
El Papus o la guerra sucia contra ETA, entre otros. Unos sucesos que deben ser
contextualizados y analizados en su conjunto para comprender cómo funcionan los
tentáculos del imperialismo. La posibilidad de una auténtica democracia en
España pasa por investigar estos sucesos a fondo, permitir el acceso a los
archivos y sumarios que hoy son considerados secretos oficiales, y juzgar los
crímenes de Estado hasta las últimas consecuencias.
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