CANAL RED: ENTRE ELON MUSK Y UN
BOFETÓN EN LOS OSCAR
JUAN CARLOS MONEDERO
Qué le podría pasar a Will
Smith tras su bofetada a
Chris Rock? | Premios Oscar 2022 | EL PAÍS
Seguramente mucha más gente habría celebrado que, si los dioses así lo determinaran -cosa que no deseamos-, el bofetón vespertino que le dio Will Smith a Cris Rock en los Oscar se lo hubiera dado así, con la mano abierta, y sólo por razones pedagógicas y entendiendo la ausencia de alternativas, a Elon Musk. Los ricos son inaccesibles. Y el humor ¿tiene límites? Sólo los de las jerarquías. Reírse del poder no debe tener límites. Porque el poder que no tiene límites es una aberración.
Tenemos un problema
cuando pensamos que el suministro privado de bienes públicos, como la
información, convierte a ese bien público en un bien privado. Eso le gustaría a
los neoliberales, aunque aterraría a Adam Smith, que entendía que ningún bien
puede privatizarse si con eso se impide a la gente sobrevivir dignamente.
Tampoco hubiera estado nada mal que la Presidencia de Congreso hubiera
expulsado de la tribuna del Congreso de
los Diputados a fascistas, como Carla Toscano o Víctor Manuel Sánchez del Real,
que decían cosas de fascistas en un lugar donde el límite a la libertad de
expresión lo marca el respeto a los derechos humanos. Para dar voces que se
vayan con Musk a Twitter.
La nietzscheana
muerte de Dios ha tenido lugar, sobre todo, en Wall Street, cosa que no ocurría
con el padre de la economía clásica, imbuido del temor y el respeto a Dios y
que, por tanto, no concebía una economía que pudiera hacer el daño a los demás.
Tampoco los teóricos de la democracia contaban con que en los Parlamentos se
iba a discutir otra cosa que no fueran posiciones políticas solidas. Hoy en
día, toda la extrema derecha y buena parte de la derecha miente por sistema,
algo que en el siglo pasado estaba reservado al fascismo (véase el interesante
libro de Federico Fenchelstain, Breve historia de la mentira fascista, Madrid,
Taurus, 2022). El juego democrático, como el juego del mercado, necesita que
haya reglas y que se cumplan, y para ello hay que castigar duramente a los
tramposos expulsándolos del juego. Y si han roto más cosas, como por ejemplo,
la convivencia, el castigo que debe imponerles la sociedad es aún mayor. No es
fácil para un ciudadano normal discutir con un matón o con un trilero. La
fuerza es su herramienta. Es curioso que la extrema derecha tenga un discurso
católico integrista. Porque no lo cumplen (igual que tantos obispos con la
castidad). Son formas de mantener al rebaño en silencio. Las metáforas sobre el
rebaño son siempre reaccionarias.
Ese bofetón a Elon
Musk por su voluntad de envilecer aún más a Twitter valdría simbólicamente para
todos los que hacen trampas. Musk, al tiempo que despide a trabajadores
honestos, contrata a mercenarios. Y le devuelve la cuenta a los fascistas y
está cerrándosela a los antifascistas. Musk está trabajando para que vuelva
Trump. Y dice que lo hace, como Díaz Ayuso, en nombre de la libertad. Como
todos los medios audiovisuales de Madrid. Y casi todas las radios y periódicos.
Pero no se lo digas, que además del dinero quieren la gloria. La tentación de
la inocencia lo llamó Pascal Bruckner.
Los poderosos
siempre han construido dispositivos ideológicos para que su privilegio no se
ponga en cuestión Para gobernar con estabilidad no basta la fuerza, así que
tienen que enmascarar su fuerza estructural, escondida, en formas democráticas
para que no levante revuelo.
Por eso
históricamente han usado mecanismos que hicieran que las mayorías no se
preguntaran si su suerte podía cambiar. La resignación es la primera arma de la
reacción. Como contaba Albert Hirschman criticando la tesis de la futilidad, repetida
desde la Revolución Francesa cada vez que se ensanchaban los derechos, el
discurso de "protestar no sirve de nada; esa ley no va a cambiar las
cosas; ese esfuerzo solo sirve para empeorar la situación" es una
invitación a que te quedes sentado enfrente de la televisión viendo un Mundial
de fútbol (donde las pelotas, como los diamantes, están manchadas de sangre), o
para que te distraigas con un reality show o con la penúltima serie de Netflix
o HBO. La reacción no innova, recordaba Hirschman. Acabamos de oír con la ley
del solo sí es sí que "no sirve de nada", "va a empeorar la
situación de las mujeres", "van a perder otros derechos que ya
tenían", que es exactamente la retórica de la reacción ante los derechos
civiles, la extensión del sufragio -primero a los hombres y luego a las
mujeres-, o los derechos sociales. Resignación, pacífico rebaño del Señor.
Las élites siempre
han tenido una excelente relación con la iglesia, que ha sido históricamente la
gran justificadora de las desigualdades. Puede contarnos el Nuevo Testamento
que Jesucristo echó a los mercaderes del templo o que repartió el pan y los
peces en aquella montaña donde dio su sermón, o que había que vender todo y
repartirlo (Lucas), pero como ocurrió en El Salvador, si un obispo apuesta por
los pobres, lo fusilan. En Madrid, Díaz Ayuso, después de decir que "están
dando unos libros absolutamente trufados de sectarismo", ha terminado
prohibiendo esa parte donde Lucas dice que la primera iglesia era poco menos
que comunista.
El otro gran mecanismo
de dominación ha sido la Escuela, que la entregaban a menudo también a los
curas. Nada de libertad sexual. No empieces tocándote la entrepierna y termines
tocándole los cojones al dueño del banco. Qué decir de la Universidad, un
espacio de reproducción de las élites. Claro está, lo mismo con la policía y
con el ejército. Por eso hay tanta diferencia siempre entre los oficiales y la
tropa, los comisarios y los policías, los generales del estado mayor y los
soldados y suboficiales. Del poder judicial hablamos otro día.
Y luego están los
medios de comunicación, donde las élites han invitado a su mesa a los
comunicadores famosos. Que viven donde las élites, pueden pagar los
restaurantes y los colegios de las elites e incluso soñar con que alguna elite puede terminar
empiernándose con algún plebeyo mediático o con sus hijos. Los matrimonios
entre diferentes grados de la nobleza hoy alcanzan a los famosos. Aunque no nos
engañemos. La infanta Elena puede sentarse en el banquillo pero el que entra en
la cárcel ,aunque no haya sido el único en robar, es el plebeyo Urdangarín.
Por eso no soportan
cuando profesores de universidad piensan y trabajan para las mayorías y no para
las élites. No soportan que haya curas rojos o pikoletos de izquierdas. Les
llevan los demonios cuando hay juezas decentes que no les tapan su mierda o
generales que piensan en el bien del país y no en el bien de las élites. Les
llevan los demonios cuando se hace comunicación diferente. Y están al borde del
ictus cuando se les anuncia una televisión por internet que no le debe nada a
ningún poderoso. Que le debe todo a la gente. Canal Red.
El papel de los ex
en la política es complicado. Rajoy regresa a su notaría y a escribir de fútbol
en un panfleto de extrema derecha. Albert Rivera se va a hacer lobby a un
bufete de abogados. Mira que eso va simplemente de hablar con la gente, pero le
echan por vago. Felipe González se fue a ganar dinero al lado del
multimillonario mexicano Carlos Slim. No le va mal. Aznar fue recompensado por
Murdoch por meter a España en la guerra de Irak entrando en el consejo de
administración de News Corporation. Le va
aún mejor. A Pablo Casado, el breve, tumbado en siete días por la Brunete
mediática madrileña, le han dicho que se esté callado que ya le van a buscar
algo. Zapatero ha conseguido ser mejor ex Presidente que Presidente. Eso le
hace muy especial. Pablo Iglesias ha concursado para regresar a la Universidad.
Dos no le han salido y la tercera sí. Y hace también lo que más le gusta:
comunicar. Sin ponerse al lado de Pablo Motos, de Ferreras, de Ana Rosa
Quintana, de toda esa caterva de mercenarios del periodismo. Anunciar Canal Red
ha sido como anunciar el apocalipsis.
Todos se han puesto nerviosos.
Con una parte de
los periodistas progresistas de España han ocurrido dos cosas: una, que les
gustaba ser los críticos dentro del sistema, pero les resulta más problemático
ser críticos saliéndose del sistema. Le pasó a muchos historiadores con la ley
de memoria histórica. Criticaban al franquismo pero no estaban dispuestos a
llegar hasta las últimas consecuencias. También es comprensible. En segundo
lugar, que la tarea de crítica a los medios, inédita en España, está creando el
mismo efecto que el 15M: disturba en el corto plazo más a los periodistas
decentes que a los indecentes (por eso ganó Rajoy después del 15M). Pero
terminará expandiéndose. Todo el revuelo sobre el nacimiento de Canal Red, que
coincide con la recuperación de la autoestima de Podemos y el apoyo
generalizado de la izquierda a Irene Montero por los brutales ataques que ha
sufrido, es señal de que se ha tocado la clave correcta.
Canal Red se va a
llenar de gente decente de toda las escalas sociales a las que les va a unir un
gran compromiso: no mentir, no venderse a las élites y no tener miedo. Podemos
va cumpliendo sus promesas: echar a Rajoy, entrar en el Gobierno, montar una
televisión... Como sean capaces también de organizar un partido-movimiento
coherente y consistente, van a lograr que a este país no lo conozca ni la madre
que lo cuidó.
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