EL VAR: ¿AMIGO O ENEMIGO DEL ÁRBITRO?
En
14 jornadas de Liga se han mostrado 60 tarjetas rojas, muchas advertidas desde
la sala de videoarbitraje. La cifra contrasta con las 11 de la Premier, las 22
de la Bundesliga o las 25 de la Liga italiana
RICARDO URIBARRI
El árbitro Bakary Gassama revisa una jugada durante un partido
de la Copa Confederaciones de Rusia 2017.
El parón de las competiciones de fútbol por la disputa del Mundial es un buen momento para que los que integran este mundo hagan balance sobre qué cosas deben mejorar para la vuelta. Lo hacen los jugadores, los entrenadores, los clubes… y deberían hacerlo también los árbitros. Cuando su trabajo es discutido por los medios de comunicación, por los propios futbolistas y técnicos y por los aficionados jornada tras jornada, hay algo que falla. Sobre todo, si tenemos en cuenta que no se está cumpliendo la principal premisa que a principio de temporada estableció el propio presidente del Comité Técnico de Árbitros, Luis Medina Cantalejo: que mande el árbitro en el partido, que tome él las decisiones importantes y no el VAR. Justo lo contrario de lo que sucede.
Las últimas
jornadas de Liga han dejado una imagen negativa de algunos colegiados, que,
además, son internacionales españoles. Es el caso de Sánchez Martínez, que en
el derbi Betis-Sevilla tuvo que ser avisado hasta en tres ocasiones por el
sistema de videoarbitraje por unas jugadas susceptibles de tarjeta roja. No es
que no apreciara previamente las acciones, es que las vio y las juzgó con amarilla.
Otro en la misma situación es Del Cerro Grande, que en el Sevilla-Real Sociedad
expulsó a Rakitic tras ser avisado por el VAR por una acción que el colegiado
había saldado con amarilla. Y minutos después volvió a ser corregido por su
compañero en el VAR para que expulsara a Nianzou en una jugada en la que, para
más inri, había señalado que le habían hecho falta. Dos semanas antes le había
ocurrido algo parecido en el Almería-Celta, cuando tuvo que enseñar la roja al
gallego Gabri Veiga, tras ser advertido por el VAR de una entrada que él no
había visto. Su colega Munuera Montero mostró amarilla a Elustondo por una
entrada en el Real Sociedad-Valencia. Hasta que segundos después, y previo paso
por el monitor tras aviso del VAR, cambió su decisión y le sacó la roja. Siete
decisiones de expulsión directa promovidas por el VAR ante la inacción previa o
el error de los colegiados.
No solo se corrigen
desde la sala de videoarbitraje entradas de roja no apreciadas en el campo.
También sucede con penaltis no señalados en el momento. Es lo que le pasó a
Martínez Munuera en el Rayo Vallecano-Real Madrid. En el encuentro hubo dos
penas máximas. Pues ambas tuvieron que ser advertidas por el VAR porque el
árbitro no las había visto. Incluso se le pasó que un jugador que estaba a su
lado (Carvajal) entró al área antes de tiempo tras el despeje de Courtois en el
lanzamiento de uno de los penaltis, motivo por el que le avisaron desde el
monitor que tenía que ser repetido. Como tampoco vio González Fuertes en esa
misma jornada un penalti por mano de un defensa del Almería en el Camp Nou, que
tuvo que ser advertido por el VAR.
Al tiempo que crece
el debate sobre si la aparición del VAR ha supuesto o no una mayor justicia en
el desarrollo de los partidos, aumenta la sensación entre aficionados y
analistas de que lo que sí está haciendo es empeorar el desempeño de los
árbitros. Confiados en ese colchón de seguridad que es el VAR, no están viendo
acciones que a un colegiado no se le deben escapar. No al menos con la frecuencia
tan alta en que está ocurriendo. O las ven, pero las juzgan de una manera
equivocada. Cualquiera de las dos opciones les deja en mal lugar. Medina
Cantalejo comentó hace unos meses en la SER que “estoy haciendo hincapié en que
el árbitro debe tomar las decisiones y no el VAR. El árbitro de campo tiene que
decidir, y yo prefiero menos intervención del VAR. Si hay una zancadilla, no
queda otra. Tienes que verlo. Nosotros (por los árbitros de su época) no
teníamos esa red de seguridad”. La realidad nos demuestra que no se está
cumpliendo ese deseo.
Confiados en ese
colchón de seguridad que es el VAR, los árbitros no están viendo acciones que a
un colegiado no se le deben escapar
Esa intervención
constante del VAR en algunos partidos para resolver cuestiones que terminan
siendo decisivas en el desarrollo del choque preocupa a jugadores y
entrenadores, que llegan a cuestionarse quién manda en el juego. Así lo
expresaba Pellegrini, técnico del Betis, tras la disputa del derbi: “Hay que
decidir si manda el árbitro o manda el VAR. Porque las tres acciones el árbitro
las consideró de otra manera. Ahorraría al árbitro ir a ver la pantalla, que le
diga el VAR lo que tiene que hacer y listo. No se considera mucho la opinión
del árbitro que está en el momento de la acción”. De opinión similar es Raillo,
defensa del Mallorca, que en Radio Marca señalaba hace unos días que “a mí el
fútbol me gusta más sin VAR. Si le llama, el árbitro ya tiene que hacer lo que
le diga… Para eso, que pite directamente el VAR”.
Cuando en 2018
empezó a funcionar el VAR en la Liga española, se comentó que solo entraría en
acciones muy claras: goles que se meten con la mano, agresiones que no se
habían apreciado, fueras de juego, goles fantasmas: situaciones que no
admitieran discusión. Pero poco a poco ha ido interviniendo en jugadas de
interpretación: entradas susceptibles o no de ser tarjeta roja, penaltis
dudosos… Son casos en los que la opinión del árbitro debería prevalecer. Al
meterse en jugadas de las llamadas “grises”, se produce otro problema grave:
las comparaciones. ¿Por qué el VAR intervino en esta jugada y no en esta otra
que parece similar? Eso indigna a los aficionados de los equipos que se sienten
perjudicados en un momento concreto. A pesar de alguna omisión puntual, como
pudo pasar en la acción entre Fali y Rodrygo en el Bernabéu, la pregunta que
muchos seguidores y analistas se hacen es: ¿está ocupando el VAR el papel que
le correspondería al árbitro? ¿Está entrando a juzgar más de lo que debería?
Hay un dato que
lleva a pensar que puede ser así. En 14 jornadas de Liga ha intervenido en 73
ocasiones, mientras que en la misma fecha de la campaña pasada lo había hecho
46 veces. Es decir, un 60% más, según la estadística del diario AS. Hasta ahora
se han mostrado 60 tarjetas rojas en la Liga, 40 de ellas directas, de las que
19 fueron advertidas desde la sala de videoarbitraje. Una cifra que contrasta
con las apenas 11 que se han mostrado en la Premier League inglesa habiéndose
disputado una jornada más, así como las 22 de la Bundesliga alemana o las 25 de
la Liga italiana. Está bien luchar contra el juego violento, ¿pero es tan duro
el fútbol español en comparación con el inglés, el alemán o el italiano, para
que haya esa diferencia tan grande? ¿O se está interviniendo en exceso?
Otro apunte. Medina
Cantalejo ha repetido varias veces desde que llegó al cargo hace ahora un año
que había que acabar con los ‘penaltitos’ (los que no sean flagrantes). “Hay
que volver a nuestros orígenes, hay contactos y zancadillas que no son suficientes
para pitar la pena máxima. Hay que levantar un poco. Hay que evitar los
‘penaltitos’. A riesgo de que nos comamos un penalti. Lo asumimos. Queremos dar
más fútbol y sentido común”, fueron sus palabras. Pues bien, la pasada
temporada se señalizaron 133 penaltis en toda la Liga. En la actual campaña
llevamos 48 en 14 jornadas. A este ritmo se pitarán al final del campeonato
unas 130 penas máximas. Prácticamente igual. No parece que se esté haciendo
realidad tampoco esa intención.
Nadie duda que
arbitrar es difícil, que igual que fallan los jugadores o los entrenadores
también pueden hacerlo los colegiados, que muchas veces se intenta tapar un mal
resultado echándole la culpa al que dirige el partido… Pero siendo eso verdad,
y también que el VAR es un mecanismo que bien utilizado es beneficioso, lo que
cabe preguntarse en la actual situación es si el videoarbitraje está resultando
ser un amigo o un enemigo del árbitro, si le ayuda o le está perjudicando a la
hora de desarrollar su trabajo. Desde su aparición, el VAR le ha ido comiendo
tanto terreno al árbitro que pocos dudan ya de que en un partido tiene más
importancia el que está viendo el juego en una televisión a cientos de
kilómetros que el que debe juzgar una acción a pocos centímetros de donde
sucede. O se hacen fuertes en su papel y cambian esa percepción, o quizá los
clubes profesionales empiecen a pensar que mejor que arbitre solo el VAR, dando
órdenes a través de la megafonía, y así evitan pagarle al árbitro su sueldo.
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