LLARENA, EL PEOR ACTOR DE UN
CHANTAJE ANUNCIADO
POR DOMINGO SANZ
No tendríamos sobre
la mesa un chantaje de esta magnitud y tan imposible de cancelar si el PP no
hubiera confiado lo de Catalunya a la Justicia antes incluso de que se
convirtiera en un problema.
Por Domingo Sanz
Una vez más, la pequeña pero gran obra maestra de García Márquez en la que está
usted pensando, y que tantos millones de personas han leído sin poder apartar
ni un instante la mirada de su magia, ha inspirado el título de otra de las
obsesiones que nos atan al teclado, hasta que conseguimos librarnos del detalle
que nos tiene bloqueados.
Tal como no sabemos
lo que ocurrirá con el juez español Llarena en Bruselas a partir del martes 4
de septiembre, nadie sabe tampoco en qué orilla del Ebro terminará el mapa de
España dentro de una década. En cambio, tanto el presente que vivimos como el
futuro que viene se han ido construyendo a base de momentos lapidarios. Por
ejemplo, aquel de las primeras palabras que pronunció el mismo Llarena el 9 de
noviembre de 2017 al tomar declaración a los catalanes que la jueza Lamela
enviaba desde su juzgado al Tribunal Supremo. Fue cuando dijo “Tranquilos, esto
no es la Audiencia Nacional”, que nadie ha desmentido. Lo segundo era una
evidencia que sobraba, pero solo sospeché por un instante con lo de
“Tranquilos”, y me equivoqué ¿A qué venía, me dije, distanciarse de una colega
de esa manera tan impertinente?
Esa frase la
reveló, envuelto en un optimismo inevitable, Joan Josep Nuet, entonces
secretario tercero de la Mesa del Parlament de Catalunya y también imputado.
Hoy, a la vista de la trayectoria del magistrado, creo más bien que ese
recibimiento no fue sino un momento táctico del “poli bueno”, similar al papel
que jugaba el policía franquista al que le tocaba hacer ese teatro en los
interrogatorios a los rebeldes de aquellos años. A fin de cuentas, “Llarena” no
es el nombre de ninguna película. Antes y después del “bueno”, el “poli malo”
entraba a torturar, siempre demasiado. Por ese motivo disculpo la inocencia del
diputado, que solo es otro joven más de los que no han conocido las maneras que
se gastaban durante la dictadura. Abundando Nuet en su inocente confianza,
declaró también que “el juez Llarena marcaba el camino para desescalar
judicialmente el conflicto catalán” y que su actuación suponía “una brizna de
esperanza”. Verdaderamente tierno lo de este catalán de izquierdas y no
independentista.
Pero no es el
“peor”, Llarena, por su falta de respeto disfrazado de confianza tramposa hacia
el interrogado, sino porque hemos leído, y tampoco nadie ha desmentido, que fue
Manuel Marchena, presidente de la Sala 2ª del Tribunal Supremo y muy
cuestionado últimamente por, presuntamente, favorecer a su propia hija para una
plaza no limpiamente ganada en la carrera judicial, quien propició el
nombramiento de Llarena como juez instructor del caso Catalunya a pesar de que,
según las normas de reparto, era el peor calificado de entre once jueces
candidatos, debido a su falta de experiencia en la tramitación de causas contra
aforados. Si, eran once jueces, Llarena el último, y fue nombrado para instruir
la causa más importante de la historia reciente de España. ¿Gracias a Marchena?
¿O acaso los otros diez jueces quisieron y lograron esquivar el “marrón” catalán,
hoy envuelto en amarillo? Por favor, que se sepa. A fin de cuentas, sería de lo
más natural que no quisieran sacarle las castañas del fuego a un Rajoy que
después saldría huyendo, aprovechando una moción de censura que podía no haber
perdido, porque era consciente de que su estrategia, solo judicial y represiva,
para enfrentarse a una Catalunya republicana, movilizada y mayoritaria en las
instituciones, estaba siendo derrotada. Incluso Núñez Feijoo, poco después,
tampoco quiso enfrentarse al abismo que dejaba su paisano y renunció a unas
primarias que hubiera ganado sin problemas.
No intentemos
consolarnos con la fuerza del destino, pues nadie puede asegurar que todos los
jueces españoles estarían actuando igual que Llarena. Para eso, que pongan un
ordenador a dictar autos y sentencias. Pero una vez que un juez se pone a
instruir un expediente no hay quien le tosa. Eso lo saben bien los dueños de
las “manos negras” y por eso actúan siempre a tiempo y en la sombra, que es
cuando, además, no podemos darnos cuenta. Por si fuera esa la explicación para
tanto error y tanta incongruencia.
“Chantaje” es
extorsión, coacción y otras maldades similares. Pero esta vez se trata de
política y, por tanto, hay múltiples actores, con papeles intercambiables en
función del momento, de tal forma que quien hoy es chantajeado mañana puede
chantajear, y viceversa. Algo mucho más complejo que lo del detective desleal
que tienta la suerte buscando más dinero en el infiel pillado que en quien le
ha contratado para investigar la infidelidad. Guiones de películas como la vida
misma, pero esto de hoy, sea legal o no, funciona con nuestros impuestos: más
de 500.000.- solo para lo de Llarena en Bélgica, la punta del iceberg del
precio de las amenazas.
Los principales
chantajeados con lo de Catalunya son quienes están en la posición más débil en
cada momento que, paradójicamente, coinciden con los titulares de los poderes
máximos, tanto el simbólico como el ejecutivo, Felipe VI por herencia y Pedro
Sánchez en este momento. La debilidad procede de que ninguno de ellos podría
soportar el tener que rendirse ante una eventual independencia de Catalunya.
Con el hándicap, además, de saber que quizás Merkel no estará dispuesto a
consentirle a ningún mandamás español, ni a todos juntos, ninguna nueva
violencia como la desplegada el 1 de octubre.
Lógicamente, los
principales chantajistas son hoy los partidos de la oposición, PP y Ciudadanos,
que siguen viviendo de aquel “¡¡A por ellos!!” como si fuera la propuesta
aprobada en referéndum por una apabullante mayoría de españoles, aunque esos
partidos jamás propondrán escuchar la voz de la democracia directa. Con ello,
lo que pretenden es que prevalezca por defecto la especie de que la sociedad
española solo admitirá derrotar a Catalunya de la manera que sea, y en ningún
caso llegar a un acuerdo que implique un milímetro más de poder para los
catalanes respecto de la situación anterior al Estatut que anuló el Tribunal
Constitucional en 2010.
No tendríamos sobre
la mesa un chantaje de esta magnitud y tan imposible de cancelar si el PP no
hubiera confiado lo de Catalunya a la Justicia antes incluso de que se
convirtiera en un problema, al igual que en otros tiempos se movilizaba al
ejército para derrotar al enemigo interno. Es, el de las élites judiciales, un
poder que en España busca la fuerza de una independencia altanera y política,
fundamentada mucho más en la amenaza corporativa que representa y exhibe que no
en las sentencias que cada día, después de mucho trabajo, dictan sus
magistrados.
Sí, mañana martes
Llarena tiene una cita no deseada. Pero si cuando usted esté leyendo esto son
más de las 13:00 horas de hoy, lunes 3 de septiembre, el señor Pablo Casado,
jefe de la oposición, ya habrá comenzado una reunión, en el Congreso de los
Diputados, con las asociaciones de jueces y fiscales de España, para apoyar al
juez Llarena. Responda usted, si puede, a las dos preguntas que me estoy
haciendo desde que he leído esta noticia: ¿Cree de verdad Casado que con esa
reunión le está haciendo un favor a un Llarena que ha plagado de errores su
ejecutoria con otras justicias europeas? ¿O acaso cree Casado que también puede
chantajear a los belgas?
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