LAS MARISMAS DE LA
OSCURIDAD. 1
DUNIA SÁNCHEZ
La absoluta oscuridad del
nocturno arrasa cuando las pisadas de una llamada la envolvía a ella en una
toalla para salir de la ducha…una ducha gratificante, vertiginosa, amiga del
descanso del cuerpo desnudo, del cuerpo de ella. Se erige al salón, allí el
teléfono incesante, con los latidos escandalosos de su trotar bajo aquel techo.
Lo coge, no era nadie. Sin embargo, alguien había tras la línea. Ella espera,
espera alguna palabra tras esta llamada en la medianoche, cuando las almas
duermen en el sosiego o deliro de los sueños. Cuelga y se sienta en su sillón,
frente a la ventana. Un árbol que habla con el aliento de la brisa y la sombra
en sus blancas paredes, una luna roja que clama a la vida aunque la ciudad
duerma, aunque todo este estático. Otra vez el teléfono. Espera en al duda de
si cogerlo o negar esa llamada, esa llamada de cada medianoche en el mismo
tic-tac, tic-tac de las manecillas del reloj y muda detrás. Lo agarra
fuertemente y se lo pone al oído, la nada ronda en el más allá de esos cables,
una nada que la desconcierta, que la muele, que la despista, incompresible del
por qué ¿Por qué ese antojo de molestar? Para luego no ser más que silencio.
Cuelga de nuevo, cansada, con la fatiga de todas las noches , hoy, de luna
roja. Se levanta del sillón y en el callar de esa noche pone algo de música,
una música que penetra en su vientre y la hace suspirar. Una música que la
embebe y la hace ser parte del ensueño ¿Quién será? ¿Quién será? Será alguien
distraído o distraída, todo depende. Alguien
en vela que siempre llama a la misma hora. Para ella es una persona
mayor, muy mayor que el detenimiento del ruido de la urbe necesita del escuchar
una voz. Ella prefiere pensar así, algo leve a algo malévolo. Molestar por
molestar, hacerla caer en las cárceles del temor. No…no, se dice. Es una
persona que en la soledad de las noches necesita escuchar alguien aunque luego
corte cuando respondo. Hoy es la luna roja para los noctámbulos, hoy la luna
ciñe su velo más desgarrador, más bello en su callar. Ella observa todo lo que
en las horas moribundas ocurre hasta su final, cuando se va al ver el sol acariciar
la tierra...continuará
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