SOY VIAJERO, NO COMO
LOS POBRES
ANTONIO MAESTRE
No veo el momento
de pasear este mes por Dorothergasse y disfrutar de un vienés en el café que
Leopold Hawelka abrió en la calle por la que paseaba Kafka cuando visitaba la
capital austriaca. Disfrutar de la música clásica callejera y desgastar las
botas por los empedrados imperiales. Viajar y enriquecerme culturalmente, no
como esos lumpen de barrio que pierden sus vacaciones tirados en una playa
masificada del Mediterráneo español comiendo en un buffet de saldillo para
ahorrar y gastarse el dinero en cubatas de garrafón, y emborracharse después
hasta volver a la playa a dormirla. Qué poca clase. Porque aquí también influye
la clase, y creerse mejor por hacer lo primero es también clasismo. Estamos
obsesionados por distinguirnos del resto, por ser mejores que los que tenemos
al lado aunque seamos lo mismo. Y somos peores cuando nos creemos mejores por
ver la galeria Uffizi sin acabar de comprender lo que vemos mientras juzgamos a
quien disfruta tirado en una tumbona de Benalmádena.
Son las vacaciones,
donde la desigualdad, el clasismo y la distinción socialaparecen de forma
descarnada. Los pobres son turistas cuando pueden permitirse dejar el barrio
una semana, la gente con estilo es viajera, aunque coja un vuelo barato para
poder hacerse una foto frente a la torre Eiffel para colgar en Instagram.
Turista o preferente. Albergue o casa rural. Hostal u hotel. Infinidad de
estratos que te sitúan en el lugar que te corresponde. Las contradicciones
comienzan a golpearte en la cara cuando viajas a una ciudad europea y ves una
pintada que dice “Il turisti ci rubano il centro”, le haces una foto y no te
das por aludido hasta que vuelves a casa y haces la misma pintada en castellano
en el centro, pero esta vez de tu ciudad. Los alemanes nos echan de nuestras
casas cuando visitan Madrid mientras echamos de sus casas a los polacos cuando
viajamos a Cracovia. Buscas el mejor precio y te culpas por no tener más
recursos.
Las circunstancias
personales, culturales y económicas de cada uno son las que marcan la manera en
la que se afronta la manera de viajar de cada clase, de cada individuo, todos
creemos que la nuestra es la mejor manera de disfrutar y consideramos que los
que no lo hacen como nosotros no saben pasarlo bien en su descanso. Porque a lo
mejor lo que necesitan es un simple descanso. Dejar de sufrir unas jornadas
extenuantes puede ser lo único que alguien necesite para sus vacaciones. En la
piscina, en el pueblo, en la montaña o en su casa. Y eso cuando puedan permitírselas,
si su trabajo precario les da derecho a ellas, porque siempre existen
periferias de precariedad y alguien que no pueda soñar con lo que otro
desprecia. No juzguemos a nadie por la manera de decidir sus vacaciones. Por no
consumir el viaje más eficiente, contaminante o lesivo para el medio ambiente.
No todos pueden elegir.
Un modelo como el
nuestro destinado al turismo obliga a la mayoría a servir en el descanso de los
que más tienen, al turismo que viene a nuestro país, y también a servirnos a nosotros
cuando disfrutamos de nuestras vacaciones. Olvidamos que existen masas de
trabajadoras y trabajadores temporales y precarios imprescindibles para que
nosotros disfutemos de nuestros derechos. Poco podemos hacer para darles su
merecido descanso, tratemos a los de nuestra clase con la consideración y tacto
que merecen. Sin ellos no seremos turistas de borrachera, ni viajeros de
salacot calado, tan solo snobs desclasados con ganas de distinguirse de los
suyos. Buen viaje.
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