LA MUJER DEL CÉSAR
DAVID TORRES
Que Begoña Gómez,
esposa del presidente del gobierno, entre a presidir un cargo recién creado en
una fundación que recibe fondos público suena mal, muy mal, para qué vamos a
engañarnos. Es cierto que se trata de una mujer con amplia experiencia laboral,
licenciada en Marketing, directiva del Grupo Inmark y con un máster en
Cooperación Internacional, pero también es la esposa del presidente del
gobierno. Esa es la diferencia esencial entre el currículum de Begoña Gómez y
el de las docenas, quizá cientos, de candidat@s que -supuestamente- optaban al
puesto. Si es que se había abierto una convocatoria. ¿No había ninguna mujer,
ningún hombre, en el paro o trabajando en otra empresa, que pudiese cubrir esa
plaza con mejores garantías? ¿No ven que ahí algo que chirría ahí y que no es
precisamente el machismo?
Es verdad que el
currículum y la trayectoria profesional de Begoña Gómez no tiene nada que ver,
por ejemplo, con la bochornosa hoja de servicios de Ana Botella, quien llegó a
la alcaldía de Madrid sin el menor respaldo de las urnas y sin otro aval que
ser la señora de José María Aznar. Hay que admitir que, entre sus logros
intelectuales, Botella había prologado una antología de cuentos infantiles y
advertido contra los matrimonios entre homosexuales, pero su equiparación entre
peras y manzanas o su defensa de la Cenicienta como ejemplo de los valores
femeninos más bien la inhabilitaban para cualquier cargo. En su etapa al frente
de la Concejalía de Medio Ambiente tuvo la feliz idea de trasladar los
medidores de contaminación del centro de la capital a zonas arboladas de las
afueras, una iniciativa que deshinchó los índices de polución en un santiamén.
Por no hablar de la vergonzosa venta de viviendas sociales a fondos buitre o de
su infame gestión de las empresas de recogida de basuras.
Evidentemente, hay
un montón de diferencias -de capacidad, de preparación, de eficacia, de
liderazgo- entre Ana Botella y Begoña Gómez, pero también una cosa que las une:
un marido presidente del gobierno. Si hay algo que caracteriza al PSOE es esa
inocencia adánica con la que asumen cualquier cagada que hacen, desde tomar un
avión oficial como si fuese un taxi a colocar a un hermano del vicepresidente
del gobierno en un despacho oficial. Aunque pretendan hacernos creer que ellos son
diferentes, la lista de corruptelas en los veinte años largos de gobierno
socialista es tan larga como la del PP; de hecho, hay más de 70 casos abiertos
en la actualidad. También son especialistas en el discurso del yonqui redimido,
el ludópata vicioso que jura y perjura que no lo hará más y que en cuanto
agarra diez euros se va al bingo.
En el caso de
Begoña Gómez, habría que ver si el problema no está en el Instituto de Empresa
por marcarse estos fichajes chiripitifláuticos, por ejemplo, el de Luis de
Guindos cuando el buen señor venía directamente de presidir el naufragio
europeo de Lehman Brothers. El talento y el favoritismo no se excluyen
mutuamente. Nadie duda de que Anjelica Huston es una extraordinaria actriz,
pero tampoco nadie puede dudar de que su apellido la ha ayudado muchísimo.
Cuando la puso al frente del reparto de Paseo por el amor y la muerte, con
apenas 18 años, su padre se arriesgó a que la chica resultara un fiasco, pero
el fiasco vino de la mano de su compañero, Assi Dayan, hijo de Moshe Dayan,
otro enchufado de la hostia. En la rueda de prensa un periodista se atrevió a
preguntarle si había dado el papel principal a Anjelica por nepotismo y John
Huston respondió: “Por nepotismo no, se lo di porque es mi hija”.
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